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Mi cuerpo cae ya vestido con lo que podría llamarse pijama, que mas bien consiste en una remera blanca y un pantalón azul de gimnasia, sobre el colchón. Mis músculos estan tensos gracias al dolor. He llegado a cubrir todas mis heridas, no eran muchas la que sangraban. Las mas preocupante son las de mis pantorrillas que justamente se encuentran en en centro de estas y si. Son quemaduras de cigarrillo, horribles y moradas quemaduras.

Me meto bajo la delgada frazada y tiemblo gracias al frío que liberan las paredes llenas de humedad, siento que estoy en el polo norte con solo una delgada camiseta. 

No deben ser mas de las 19:00 p m y ya estoy metida en la cama. Cuando trabajaba en lo de Verónica no llegaba acostarme hasta las 22:00 p.m, y no debo mentir, se me hace extraño estar metida en la cama a las siete o antes de las siete. 

No, mi cuerpo no está acostumbrado a que me quede quieta, a mis quince años comencé a tener cierta rutina donde los golpes de ella se unieron. Esto se ha vuelto normal hace mas de tres años.

En ninguna lugar, debo suponer, esto es normal y aun así hay mas de un millón de casos como el mio. No quiero decir o admitir que mi madre es una abusiva pero sé que lo es, se ha convertido en mi sanguijuela personal, está viviendo a costa de mis trabajos y como lo dicta la ley, debo permanecer junto a ella hasta cumplir los dieciocho años correspondientes. Es una condena, en pocas palabras. Quiero agarrar mis cosas e irme pero sería inútil intentar hacerlo.

No tengo tío alguno por parte de ninguno de mis padres y hemos perdido conexión alguna con mis abuelos, que creo yo, aun estan vivos. Ellos son mi única migaja de esperanza pero mi madre hará lo imposible porque me quede con ella. Y en la realidad, no quiero dejarla así, sin nada. Quisiera aunque sea dejarle unos centavos para que ella pueda subsistir por un tiempo pero sin trabajo no lograré alimentarnos a ninguna de las dos.

Me levanto lentamente de la cama y camino rápidamente hacia el ropero que se caía a pedazos, abro lentamente la puerta teniendo el mayor cuidado para no terminar de romperla, que se sostiene con una bisagra oxidada.

Agarro un jeans azul con unos agujero pequeños en la parte delantera de las piernas gracias a lo usado que está y me lo coloco teniendo el mayor cuidado de no raspar la tela con las quemauras cubiernas con una gaza y algo de agua oxigenada para desinfectarlas. Miro las pocas perchas que se encuentran colgadas con algunas camisas que eran de mi padre, tuvimos que vender casi toda su ropa y lo que quedo lo agarre para mi ya que Lianna tiene bastante ropa propia que no soltaría por nada en el planeta, y aunque nos estemos muriendo por desnutrición no vendería uno de sus bolsos que valen alrededor de mil dólares. 

Me decido por una camisa verde cuadrille que es la que mejor me queda de todas y la mas abrigada, la tiro sobre la cama y abro uno de los cajones donde guardo mi ropa interior agarro el primer sostén que mis ojos ven. Luego de estar vestida y calzada con unos viejos tenis que a regañadientes me entran; tiemblo al darme cuenta que afuera hace más frío que dentro, miro de pasada el ropero con ambas puertas abiertas y recuerdo tener un viejo tapado que también era de mi padre, de una tonalidad azul y bastante abrigado para las estaciones como invierno y otoño. Busco con la mirada la cartera que anteriormente tenia encima y me percato de que la he dejado abajo.

 Suspiro bajando los pequeños e inestables escalones haciendo que crujan. Cierro los ojos bajando los ultimos y espero sentir un grito de Lianna pero nada. 

El sonido es casi nulo exceptuando el ruido de la radio encendida, busco con la mirada mi cartera y la encuentro en la entrada, justo en el suelo ya que seguramente se me habrá caigo y ella lo pateó sin verla. 

Camino a pasos extremadamente silencioso para no ser notada aunque.

- ¿A dónde vas bastarda? - bufo y la miró. 

Sr. Tomlinson (sin corrección)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora