Adicción a la adrenalina

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—Tal vez lo haga, ten cuidado.

—Genial, me encanta vivir al límite.

—Tu adicción a la adrenalina te va a matar —sentenció Franco.

Logré encontrar una solución al problema que se encontraba entre las alternativas y dejé que la copiara mientras pasaba al siguiente problema. A él le tocaban los pares y a mí, los impares.

—Ella no sabe por qué robaste ese libro, ¿verdad? —Preguntó de repente.

—¡No te atrevas a decirle!

—Pero...

Alejé la tarea y lo miré con mi mejor cara amenazadora.

—Hablo en serio, Franco. Abigail no puede saberlo.

—¿Por qué? Tal vez te ahorrarías esta tontería de no tener citas si se lo dices...

—Le prometí que no diría nada, y se lo debo después de lo que pasó.

—¡No le debes nada! Ni siquiera fue tu culpa, te engañaron...

—Y tú me advertiste que era una mentira, y que debía comprobarlo...y yo tomé el camino más fácil.

Franco se cruzó de brazos, claramente en contra de que me culpara a mí mismo.

—Déjame hacer esto a mi manera —le pedí.

No tuvo tiempo de responderme, porque papá llegó nuevamente con la apariencia de un condenado a la horca.

—¿Papá?

—He invitado a Gina a comer —le dijo a la pared— y ofrecí enseñarle a cocinar ese estofado de navidad...diablos, ¿qué estaba pensando?

Franco hizo un ruido ahogado, intentando contener la risa, mientras yo me acercaba a comprobar que papá estuviera bien.

—¿A qué hora viene?

—En una hora, creo.

—Ve a ponerte algo cómodo, voy a terminar mis tareas y todo saldrá bien.

Papá dio un suspiro cansado.

—Tienes razón, estoy actuando muy raro estos días, no sé qué me pasa.

Franco hizo otro ruido, pero lo fulminé con la mirada para que se guardara su comentario sarcástico.

—Solo ve a cambiarte y luego ordenamos la cocina.

—Gracias, Axel, ojalá podamos con ese estofado.

—Está bien, Franco se puede quedar y ayudarnos también —dije ignorando que detrás de papá, mi mejor amigo movía los brazos y se negaba en silencio.

Papá se fue escaleras arriba y solo entonces Franco estalló en carcajadas.

—Está enamorado como un idiota de comedia romántica —me dijo mientras temblaba de risa.

—Quiero ver tu cara cuando conozcas a la mujer con la que sale. Podría ser la hermana menor de Penélope Cruz.

Franco siguió bromeando hasta que amenacé con no dejarlo copiar los ejercicios de química.

—Odio la tarea, deberíamos mudarnos a Finlandia o algo así.

El timbre sonó unos minutos después y papá bajó corriendo por las escaleras.

Pensé que estaba preparado para verla de nuevo, pero esta vez Gina llevaba un estilo totalmente diferente, con jeans, una camiseta y zapatillas.

En mi defensa, me recuperé mucho más rápido que Franco, que seguía teniendo la boca abierta cuando volteé para guardar los libros. Aproveché para darle un golpe en la cabeza, que lo sacó de su aturdimiento.

—Qué bueno que llegó cuando ya terminamos la tarea —dijo respirando con dificultad—, porque no sé si podría concentrarme en algo más.

—Inténtalo —gruñí mientras papá la guiaba a la cocina—, porque nos vas a ayudar a cocinar, ¿recuerdas?

—¿Crees que podamos convencerla de que sea ella la que se incline para poner la comida en el horno?

Le di otro golpe para que se comportara y lo presenté a Gina. Franco también eligió el apretón de manos en lugar del abrazo.

—Ustedes lucen como un par de rompecorazones —dijo ella cariñosamente.

¿En serio? ¿Por qué siempre el mismo comentario? ¿Teníamos un cartel anunciándolo sobre nosotros o qué?

Gina debe haber notado mi incomodidad porque se apresuró a añadir:

—Pero las apariencias realmente no importan, estoy segura de que son grandes chicos —se dirigió a mi papá, que logró desviar la mirada de su escote justo a tiempo—. ¿Empezamos?

Se hizo evidente en pocos minutos que Gina era incapaz de cocinar. No solo entendía mal las instrucciones, sino que confundía los ingredientes y olvidaba los tiempos de cocción. En su defensa, era muy divertido verla fruncir el ceño cuando papá le explicaba que "hervir la mezcla durante cinco revolviendo constantemente" no era lo mismo que "echar todos los ingredientes en la olla y esperar que pasara el tiempo hasta que se viera listo".

A las siete, Franco tuvo que irse y lo seguí para asegurarme de que no se llevaba el cuaderno de química con mi tarea, sobre todo porque me faltaba terminarla.

—Tu papá tiene buen gusto —alabó poniéndose su chaqueta—, ¿sabes si hay alguna hermana o prima que esté igual de buena?

—Tendría que tener dos, porque me toca elegir primero.

—Claro que no —dijo con una sonrisa burlona—, porque si esto va en serio, terminarías saliendo con tu nueva cuñada. Y además, tienes prohibido salir en citas.

Le gruñí.

—No vayas a la biblioteca mañana o las chicas van a empezar a preguntarse por qué persigues a Abigail —advirtió—. ¿Qué diablos esperas conseguir con eso? ¿Quieres conquistarla para que rompa tu castigo de no citas?

—Se me ocurrió al inicio, pero no parece el tipo de chica que sale con alguien como yo.

—¿Entonces?

—Tengo una estrategia mucho mejor.

Puse mi mejor sonrisa misteriosa y esperé que lo atacara el suspenso.

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Hola a todos!!

Espero que les haya gustado.

Saludos a todos los que reconocieron a Delossi en los capis anteriores (para los que no, es el instituto de Megara y Jordan, de Seduce a mi ex novio).

Gracias por seguir aquí y por todos sus comentarios, me alegran la vida a mil.

No digo más porque me muero de sueño (y porque gracias a una puerta entusiasta que me reventó una taza en las manos, tengo un corte en la palma que hace un poco difícil tipear).

Besos y calma!

Vale

PROHIBIDO tener citasWhere stories live. Discover now