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Ella, blanca como la cal y con dedos temblorosos llamó a su esposo muerta de miedo. No sabía como Carla había podido encontrarla, tras varios años sin saber de ella, sin hablar, sin ningún tipo de contacto. Él sabía que algo no iba bien, al ver la llamada de su amada, cuando apenas media hora se habían visto, y sabía que todavía no había llegado a Vancouver.
- Mi vida - dijo ella con voz ahogada en cuanto él descolgó el teléfono, dejando a esos diez hombres en la sala de juntas de la empresa.
- Ana, mi amor, ¿qué ocurre? - su impetuoso tono de voz reflejaba el miedo que tenía, su frustración al escuchar la voz rota de su amada.
- Carla ha vuelto, Christan está en Vancouver. Dak y Ethan van de camino mientras Jack la distrae un poco hasta que se haga de noche y pueda venir aquí supongo.
Se le encogió el corazón ante aquella declaración. En el fondo, él también estaba aterrado, no quería que volviera a pasar lo mismo, no lo soportaría. Pero haría lo que fuera por su esposa, verla feliz como siempre lo ha estado, que sus ojos azules brillen como luces.
- Tranquila cariño, venid de nuevo a la empresa. Cuando vengan en dos horas, iremos a la sala de juntas, y Lucía se quedará con Ross o con Olivia y Andrea. Estarás a salvo mi dulce princesa, nada os pasará mientras esté aquí - parecía seguro de sus palabras, pero mientras las decía, se intentaba convencer a si mismo que sería así, que nada les pasaría a su esposa e hijo.
- Te adoro mi vida, ahora vamos de camino. Eres lo mejor de mi vida y mi pilar fundamental - susurra ella y cuelga. Aquellas últimas palabras habían colado hondo en su corazón, igual que cada vez que le decía un "te amo" "te adoro" "te echo de menos" y eso pasaba mil veces al día, pero eso no repercutía en lo especial que se sentía al escuchar decir eso de la boca de su amada, que a pesar de todos esos años juntos, nada había cambiado. Su amor seguía intacto, más fuerte y unido que nunca. Cada día se decían lo especial que eran el uno para el otro, y cada vez que susurraban esas palabras era distinto, algo cambiaba por mínimo que sea. El tono de voz, las circunstancias... Pero todas eran igual de especiales y significativos.
La mejor amiga de ella iba inquieta en el asiento del copiloto al lado de su hermano, que conducía a toda prisa, traspasando los niveles de conducción, pero en ese momento no importaba nada más aparte de llegar lo más rápido posible a Seattle. Su ex novio, y mejor amigo del esposo de su mejor amiga, estaba en Vancouver, lidiando con la madre de su hermana, o asesina de bebés, como la llamaba en secreto. Nunca imaginó que después de estar cuatro años con Jack Hide, que rompieron porque él descubrió que estaba enamorado de su hermano Ethan, anunciando así su homosexualidad; serían buenos amigos, y lo más importante sin rencores, sin echarse cosas en cara, logrando llevar a cabo una amistad verdadera, irrompible. Por otro lado, Ethan al entrarse de aquello le rechazó, ya que estaba enamorado de Ana, amor que todavía perdura. Amor que le hace sufrir día a día, sabiendo que ella ya tiene dueño, quien la ama con locura. Sabía que ella era feliz con él, y eso era suficiente para apaciguar su alma inquieta y ser feliz por ella.
Todos veían una cierta conexión con Elena y Leila, sobre el porque de la aparición repentina de Carla. Aquellas dos muchachas llenas de odio ante la indiferencia de Christian, de rencor hacia Anastasia por tener su amor y cariño, y por la dulzura que desprende y tener el amor de todos los que la rodean. Era bien cierto que era realmente fácil querer a aquella muchacha, y que ella no había echo nada para merecer su odio, ellas dos lo sabían, pero era tal el deseo por su ahora marido, que no les importaba nada. Intentaron llegar a él durante un tiempo, pero tras fracasar todo ese tiempo sin obtener nada, con su orgullo por los suelos, se marcharon de allí, de Seattle, de la vida de los Grey, para siempre, yéndose a Arizona para vivir una nueva vida, a comenzar de cero.
Pero nadie intuiría que el culpable de aquello, o en este caso la culpable fuera Katherine Kavanagh. Aquella despampanante y vivaz rubia de ojos verdes, segura de si misma con apariencia dulce, no había hecho más que empeorar aquella situación en la que francamente no había mucha solución. Estaba dolida con toda la familia Grey, esa familia que es catalogada como "perfecta" ante los ojos de la sociedad, sobretodo con el hijo mayor, Elliot, que la despachó y humilló, y aunque ya hayan pasado muchos años desde aquello, no podía olvidarlo. Era la primera vez que alguien la trató de aquél modo, y la última vez. Ella desde entonces jamás se dejó pisotear por nadie, era ella la que mataba las ilusiones de los hombres, ella era la que los rechazaba. Era como un estereotipo inalcanzable, una mujer imposible de tener. Y bien cierto era, ella tenía dueño, ella le pertenecía a alguien, pero ese alguien, no era de su propiedad. Había entregado su corazón, pero a ella no le entregaron ninguno, al menos no el que ella quería y deseaba.
Odiaba a los Grey con tanta intensidad que ni ella misma podía controlar. Sabía exactamente todos y cada unos de los pasos que daban todos los miembros de la familia las veinticuatro horas del día, sabía si tenían pareja, si tenían que viajar o si estaban de viaje, sus compromisos sociales... todo. No le extrañó para nada enterarse de aquella boda secreta, a la que se acercó sigilosamente junto con Carla. La novia estaba sensacional, resplandeciente por el amor de su esposo. Lucía una enorme y preciosa sonrisa en su rostro y su vestido de princesa impecable de ensueño. Sabían de la empresa de telecomunicaciones que poseían, junto con la sede principal en París, Francia. Sabían de la inminente graduación de ella en Periodismo, en la Universidad Estatal de Washington, en Vancouver, y de su embarazo de su hijo. No había detalle que no conocieran sobre sus vidas, y era algo escalofriante y aterrador percatarse de su nivel de acoso.
Lo que realmente inquietaba a Kate eran las intenciones desconocidas de Carla. Sabe todo lo que pasó en su momento, y aunque le costara admitirlo, puede que llegue a sentir cierto sentimiento de culpa hacia Ana, pero quería opacarlo cuanto antes. Sentía de debía odiarla hasta el cansancio y hacerla sufrir todos los días que quedaban de sus vidas, pero sabía que al acceder ayudar a Carla, quien sufre de depresión, llevaría algo escondido.
Aquella mujer devastada desde la muerte de su esposo hace veintiún años, diagnistocada con depresión severa, teniendo varios brotes psicóticos, no parecía la misma a la mujer que sonreía enamorada y feliz a su marido, que acariciaba su abultado vientre con toda la dulzura del mundo. Y en cambio ahora, arrodillada sobre la tumba de la mejor amiga de su hija, bajo la lluvia envuelta en ese chándal dos tallas mayor que la suya, estaba desolada, acariciando aquella escritura donde estaba su nombre y el año de nacimiento y muerte, repitiendo una sola frase que te dejaban todos y cada uno de los pelos de punta:
"Pronto tendrás a alguien acompañándote dulce Amy".

Aquí tenéis un nuevo capítulo!!💖 También quiero daros la increíble noticia de que hemos pasado a la tercera fase de los Grey Awards!! Y quiero daros las gracias, así que mil gracias a todos vosotros, por apoyarme día a día y animarme a continuar esta preciosa aventura💖💖 ❤ Gracias también al staff de los premios, por dejarme avanzar hasta aquí, por apoyar esta historia y darme mil alegrías cada vez que paso una fase😘😘 y por último, mil gracias a Erika, la autora de 50 sombras, porque sin ella, nada de esto sería posible, así que gracias por crear esta maravillosa trilogía y crear a estos maravillosos personajes💕💕

Mi amanecer [ The grey's Awards ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora