21. Desgracia en la casa Henderson

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―¿Y Muller? ―Preguntó Ryan.

―Ya no es útil.

Recordé la discusión que escuché de ellos y me convencí más de que entre ellos había una historia que no se había contado. Margaret salió de la casa y yo la seguí.

―¿Pasó algo más aparte de lo de Perro?

Quitó el seguro de su auto y ni siquiera se volvió a mirarme.

―Vuelve adentro Julieta.

―¿Así quieres que confíe en ti? ―le reclamé.

―Aprende que en esto no se puede confiar ni en tu propia sombra―abrió la puerta del auto.

―¿Quién te traicionó Margaret? ¿Fue Bennett?

―Fue tu madre. Encontramos más cartas firmadas con las iniciales G.H. y más cosas de las que nunca me habló que ponen en duda su lealtad al clan―me miró con tristeza―. Y me está doliendo que estemos tratando de salvarte y que tu nos hundas por detrás.

Margaret subió a su auto y se marchó dejándome anonadada. Regresé a la casa y fui directo a mi habitación. Saqué el dibujo de Alex de mi bolsillo y lo contemplé como si en el estuviera la llave de esta encrucijada.

No planeaba hundir a las personas que estaban dando todo por mí, pero tampoco dejaría que se hundiera Sam, porque un pedazo de mí se iría con él. Aunque llevaba meses tratando de convertirlo en nada para mí, aunque su papá fuera el mismo amo del infierno, mi corazón latía por Sam. Esto era una locura.

Terminé la cena, mientras Alex comía en la mesa y Ryan tomaba una ducha tomé las llaves de su auto y salí de la casa. Era lo último que haría por mi cuenta, porque nadie creía que Sam no era igual a su padre. Necesitaba hablar con él y hacerle ver quién era en verdad el juez y todo el daño que ha causado a mi familia.

Dentro de mí había un desastre de emociones, pero conducía con demasiada calma, aunque Ryan había terminado de enseñarme a conducir, temía que los nervios me traicionaran.

Por el espejo retrovisor visualicé un jeep que iba en mi dirección. Cuando me detuve en el semáforo el jeep se acercó más, era negro y no podía ver su interior por los cristales tintados. Encendí las direccionales hacia la izquierda y el jeep hizo lo mismo pero cuando el semáforo cambió, doblé a la derecha.

Respiré hondo cuando vi el jeep desaparecer en la otra dirección. Una esquina más adelante di la vuelta y tomé el camino de nuevo. No volví a ver rastros del jeep.

Estacioné antes de llegar a la casa de los Henderson, dejando el auto fuera de la vista desde la casa. Eché un vistazo y tomé como buena señal que el auto del juez no estuviera.

Me acerqué y presioné el timbre. Mi corazón martillaba con fuerza cuando abrieron la puerta.

―Braden―Rebeca no ocultó su sorpresa al verme.

―¿Está Sam? ―pregunté de inmediato.

Ella negó con la cabeza. Se veía diferente a la mujer de unos meses atrás, su rostro se veía demacrado y la alegría habitual en ella no estaba.

―¿Estás bien? ―pregunté con sinceridad.

―¿Vienes sola? ―sus ojos se deslizaron detrás de mí con desconfianza.

―Si―contesté con sospecha.

―Veo en ti lo mismo que mi hijo vio, confío en ti...

―¿De qué está hablando?

Rebeca negó con la cabeza y llevó sus manos a su pecho.

―Perdón...

―Rebeca habla―le rogué―¿Qué sucede?

La locura de JulietaWhere stories live. Discover now