Final.

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  • Αφιερωμένο στον/ην lucianacb
                                    


¿Me lo juras, ma? ―preguntó Mía. La muchacha temblaba nerviosa, ansiosa y feliz, su vestido marfil le quedaba de maravilla y más aún junto a ese tocado de ensueño y perfecto maquillaje. Era sábado y corría el mes de agosto, hacía frío y hasta estaba pronosticado que podía nevar; ese era su clima favorito y si eso ocurría sería el broche de oro para ese día tan especial. Le preguntaba a su madre por enésima vez si de verdad su atuendo le lucía bien.
―Ya te lo dije, mi amor, te ves hermosa ―respondió Tamara―. Rodrigo se volverá a enamorar de ti cuando te vea.
―¡Ay, ma! no comiences a llorar otra vez, por favor ―le pidió abanicando sus ojos―. Me haces llorar a mí también.
―Es que no lo puedo creer, mi niña se está por casar. ―Posó su mano derecha sobre la mejilla de la muchacha―. ¿Sabes? siempre agradezco al cielo el haber abierto los ojos a tiempo, sé que me perdí de mucho contigo, pero hay que mirar el medio vaso lleno y no el medio vaso vacío, así que una vez más te digo gracias, hija; por perdonarme, por permitirme ser parte de tu vida y poder acompañarte en los momentos más felices para ti. Gracias por no juzgarme, por jamás haberme echado en cara mi pasado contigo a pesar de que sé, te dolió. Te amo, mi amor.
―Yo también te amo, mamá. ―Se abrazaron fuerte entre lágrimas de felicidad.
―Permiso… ―Oyeron el sonido de la puerta―. ¿Podemos pasar?
―¡Claro! ―respondió Tamara.
―Es que, si no les molesta, tengo una novia que entregar en el altar y un novio esperándola casi al borde de un ataque de nervios.
―Ya vamos, pero antes… ―dijo Mía acercándose a Nico―. Gracias por aceptar ser mi padrino de bodas.
―Gracias a ti por escogerme aun estando tu abuelo para serlo.
―Es sólo una manera de agradecer lo feliz que has hecho a mi mamá todos estos años y lo buen amigo que has sido para mí. Has sido un ángel en nuestras vidas, te quiero mucho.
―Y yo a ti. Vengan, mis mujeres hermosas. ―Las juntó para abrazarlas a ambas.
―¿Y yo qué? ―preguntó Elías con el ceño fruncido.
―Creí que ya no te gustaba que anduviéramos abrazándote ―respondió su padre.
―Pero este abrazo es diferente ―comentó.
―Ven aquí, enano ―le dijo su hermana.
―No me digas enano, peliteñida.
―¿Peliteñida? y tú, rezongón.
―Y tú te crees la sabelotodo sólo porque eres maestra... pero igual te amo, hermana.
―Y yo a ti, mi angelito ―dijo besándolo en la mejilla y uniéndolo al abrazo familiar.
***
―¿Por qué demorarán tanto? ―Rodrigo estaba impaciente esperando a su futura mujer.
―Tranquilo, ya deben estar por llegar, las novias siempre se hacen esperar ―le decía su padre por milésima vez.
―Yo voy a preguntarles a las chicas si saben algo. ―No tuvo que moverse demasiado para llegar a donde ellas estaban sentadas―, ¿saben algo de Mía? ―Les soltó con nerviosismo. 
―Recién llamé a Tamy, dice que acaban de salir de la casa ―le informó Oriana―.Quédate tranquilo, ¿de verdad crees que esa muchacha puede arrepentirse? yo lo dudo, mejor ve a tu lugar y cálmate para que disfrutes de este día.
―Gracias, Ori ―respondió el chico y ella le guiñó un ojo.
―Mejor voy a buscar a Bruno al patio. ―Magela se puso de pie para salir. Al llegar, ahí estaba él, entreteniendo a los niños de los invitados con unos títeres que solo Dios sabe de dónde había sacado, ella lo observó enamorada como siempre; verlo así solo lograba que el amor que sentía por él creciera más y más. Bruno la vio de lejos y le hizo una seña para que se acercara―, la novia ya viene en camino ―dijo―, hay que entrar a la capilla. ―Todos los niños corrieron hacia allá.
―¡Pero mamá, estábamos divirtiéndonos haciéndoles la actuación a los nenes! ―protestó Luz.  
―Hay que obedecer a mamá ―le dijo Bruno―. Después seguimos jugando.
―Eso mismo, Luz. Mejor acompañemos a papá a dejar los títeres donde estaban. ―Habló su hermana mayor.
―Vayan, aquí los espero. ―Bruno le robó un beso casto a Magela y corrió con las chicas rumbo a un salón que había a un costado, reían como tres pequeños descubiertos en una travesura. En esos momentos agradecía a la vida por esos dos tesoros que le habían llegado de forma sorpresiva dándoles una nueva oportunidad.
―¿Estás listo, mi amor? ―preguntó Magela nerviosa a su esposo.
―Sí, ¿y tú?, ¿estás segura de esto?
―Yo sólo quiero estar a tu lado para siempre. ―Sus miradas se conectaron con profundidad. El mundo seguiría girando sin ellos, en poco tiempo solo serían un recuerdo entre algunos pocos, sabían que no era lo mejor, sentían que habían más alternativas, pero guiados y enceguecidos por el dolor era la única salida que veían.
―Señora, ¿tiene algo de dinero para comprar un pan? ―Escucharon de pronto tras ellos. Aún con las manos entrelazadas giraron con cuidado de no caer al agua, cosa que les resultó contradictoria.
―¿Disculpa? ―preguntó Magela confusa.
―Tenemos hambre. ―Eran dos niñas hermosas aunque sucias y despeinadas, con la ropa rota y desgarrada, demasiado desabrigadas para el fresco de la noche pues aunque era verano las temperaturas descendían a cierta hora.
―¿Y sus papás? ―Bruno soltó a su mujer girando al cien por ciento su cuerpo y bajando del borde del puente.
―No tenemos papás, vivimos con una tía, pero no nos cuida. ―El hombre miró a su mujer y ésta sonrió, bajó y se puso junto a él.
―¿Cómo se llaman? ―Le preguntó Magela a la niña mayor.
―Ella Luz y yo Milagros. ―En ese instante un escalofrío recorrió su cuerpo al recordar las palabras de su mamá «yo creo en los milagros.» Ella también estaba creyendo en ellos ya que en ese instante los tenía frente a sus ojos y su corazón le gritaba que así era, sus milagros llegaron a salvarlos.
―Eres nuestro milagro ―dijo en un susurro―, la niña la observó sin entender―. Amor, ¿habrás traído algo de dinero?
―No sé… ―Comenzó a hurgar en sus bolsillos y entre sus documentos se hallaba una de las tarjetas de crédito―. Es un milagro que esto es-té aquí.
―No, el milagro aquí es otro ―le aseguró ella.
Compraron comida y leche para las niñas, las observaban comer desesperadas, se notaba que hacía días no probaban bocado. Le preguntaron a Milagros qué edades tenían a lo que respondió: «Luz tiene dos años y yo ocho.» Se apartaron un poco de ellas.
―¿Qué haremos, Bruno? no podemos dejarlas así.
―Lo sé... creo que ellas nos salvaron de cometer una locura, ahora nos toca a nosotros rescatarlas.
Llevaron a las niñas a un hospital y allí solicitaron asistencia social para la causa. Las pequeñas tenían marcas de golpes constantes y hasta marcas de quemaduras con cigarrillos, esa madrugada la pasaron junto a las niñas, al día siguiente volvieron a su casa donde todos estaban desesperados a causa de sus cartas de despedida; al verlos, entre llanto de alivio y algunos reclamos contaron todo lo sucedido, desde que planearon su partida hasta el encuentro con las niñas y toda la situación.
Una semana después, las chicas fueron entregadas al estado, Bruno y Magela se presentaron a pedirlas en adopción, lo habían decidido apenas supieron que irían a parar a ese lugar. No les fue muy sencillo, no llegó a oídos de la jueza él último evento protagonizado por la pareja, pero si constaba en acta sus historiales de depresión. Con un buen abogado, los partes médicos de Alejandra y Nicolás, sumado un buen comportamiento de ambos y el inicio de los estudios de Magela consiguieron la custodia temporal de las niñas, después de tres años de idas y venidas pudieron firmar la adopción.
De todo aquello ya habían pasado casi siete años en los que los cuatro tuvieron que aprender a conocerse, descubrirse, aceptarse y acostumbrarse a que todo era distinto ahora, las niñas a que ya no pasarían hambre, a que cada acercamiento era para una caricia, a que ahora tenían papás, una abuela, tías y mucha gente que las amaba; y la pareja a superar ese miedo constante de que en cualquier momento podían perderlas. 
Se encontraban viviendo como una familia amorosa, los cuatro junto a Pilar y Pepe ―el caniche que le regalaron Nico y Tamara a Luz para su cumpleaños, convencidos por su hijo― estaban en medio de los preparativos para la fiesta de quince de Milagros y planeando un viaje para las vacaciones de verano por las buenas calificaciones de ambas. La vida no era oscura después de todo.
Iban al cementerio en ciertas fechas y nunca ocultaron a las niñas el hecho de que desde el cielo tenían a dos ángeles velando por ellas.
La ceremonia de Mía y Rodrigo fue muy bonita, la felicidad de los muchachos inundó el ambiente contagiando a todos los presentes. La fiesta duró la noche entera y quedaron todos rendidos de tanto bailar; los novios se marcharon casi al amanecer al hotel para en la tarde tomar el avión rumbo a su luna de miel.
***
El río seguía siendo su punto favorito de encuentro, el sitio donde hablaban, algunas veces de todo y otras tantas veces de nada. Pero ese día era diferente ya que sería la última vez que estarían juntas allí. Inundadas por la nostalgia, pero sabiendo que era lo mejor para ella despedían a la más pequeña de las tres, quien tras mucho tiempo de analizarlo con su pareja, sus amigas y su papá, había decidido la propuesta de llevar adelante la administración de una cadena de hoteles en España y allí también podría especializarse en contabilidad para un futuro aún más prometedor.
―No sabemos cuándo volveremos a vernos, a abrazarnos, a sentirnos, pero seguiremos siendo las mismas amigas de siempre ―les dijo Oriana―. Son mucho más que mis amigas; son mis hermanas, mis tías, mis madres, mis confidentes. Gracias por regalarme su amistad, por enseñarme a valorar lo pequeño de la vida, por demostrarme que la verdadera amistad sí existe. Gracias por rescatarme cuando era aquella adolescente perdida y hundida, sin ustedes no habría logrado salir adelante porque hoy sé que la mayor parte de mi problema era solo la falta de cariño, de atención y de amor.
―¡Ay, Ori! ―Tamy tomó su mano derecha―. Estoy sintiendo que mi otra hija está desplegando sus alas rumbo a su felicidad, deseo que todo salga como quieres y que tú y Alexia tengan un futuro maravilloso, que puedan armar su familia. En cuanto al resto... saben que las amo, que son parte fundamental en mi vida, también son mi todo. Gracias por mostrarme que la vida puede ser tan luminosa o tan oscura como uno mismo decida, porque ese es el mayor poder que tenemos, decidir hasta donde llegar, elegir quienes podemos ser y de qué forma vivir. Gracias por abrir a través de sus experiencias mis ojos enceguecidos por el dolor. Gracias por enseñarme a ser cada día mejor.
―¿Y yo que puedo decirles? ―preguntó la última de ellas―, gracias por llenar mis días de esperanza, de sonrisas, de llantos, de cosas positivas y de aprendizajes. Ustedes me han enseñado a ser fuerte, ¿pero saben que es lo más importante aquí? ―Negaron―, que a pesar de habernos refugiado la una en la otra y apoyarnos, hoy por hoy podemos seguir adelante por nosotras mismas y no porque ya no nos hagamos falta, aprendimos a creer en nosotras mismas, a querernos y valorarnos, esto empezó como un escape donde buscábamos librarnos del encierro obligado, de las presiones de las sesiones, del autoestima excesiva de Alejandra... terminó siendo la entrada a esta relación tan hermosa y que estoy segura de que en ninguna parte del mundo hay tres amigas que se amen tanto como nosotras, por algo somos Las tres Marías, ¿no? ―Las tres rieron―. Esto es sólo un nuevo comienzo, Oriana, te irá sensacional, tienes todo para que así sea. Te amamos, chiquita.
―Y yo a ustedes. ―Se abrazaron para luego ponerse de frente a ese río y absorber su paz como muchas otras veces.
Hay quienes dan pelea, quienes insisten y creen poder salir adelante. Otros son llevados a la fuerza para superar sus miedos, vencer los fantasmas del pasado y encontrarse consigo mismos. Y algunos, por más que estén rodeados de amor, apoyo y sostén, no lo logran, se dejan ir llevándose por el dolor y la amargura de los acontecimientos y no son capaces de luchar; a veces por falta de fuerza, otras veces porque es el camino más sencillo, en ocasiones por no querer arrastrar a otros a su desdicha.
La vida es como un río, la corriente es el destino que te lleva a algún lugar, una meta. En el río de la vida hay dos tipos de personas: las que flotan y las que nadan. Las personas que flotan por el río dejan que el destino las lleve a donde quiera, se cansan de remar contra la corriente y frustrados se dejan vencer; por el contrario, las personas que nadan saben hacia donde van y utilizan la corriente para poder llegar más rápido hacia la meta, no se la dejan tan fácil al destino.
Lo único cierto es que solo tú puedes tomar la decisión, trata de que sea la que te haga disfrutar del camino, del agua, del sol, de la orilla del río, de las personas que te encuentres en el camino nadando a tu lado, en fin, disfruta de lo que te vayas encontrando a tu paso porque la familia y los amigos siempre harán que el trayecto sea mucho más ligero.

«Sé cómo el río que fluye silencioso y no teme a las tinieblas de la noche,
si hay estrellas en el cielo, las refleja.
Y si los cielos se cubren de nubes como el río,
las nubes son agua,
refléjalas también sin amargura en las profundidades tranquilas.»
Manuel Bandeira

Fin.

Imagen: Mafer Colmenares

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Imagen: Mafer Colmenares.

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