6.

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Tres nuevas semanas pasaron sin más.
Las chicas estaban cada día más unidas, más cercanas. Es que hablar y contarse sus cosas más íntimas ya se había vuelto cotidiano, a cada rato conversaban de todo, ya estaban conociéndose mucho. Sabían esos detalles que son insignificantes y a la vez tan importantes para entablar una amistad. Ya era sabido para el trío de amigas que, Magela es alérgica a la naranja, ama con locura los platillos agridulces y odia el color rosa, Tamara le tiene pavor a las arañas, es fanática del pollo a la mostaza y odia las aceitunas, Oriana ama bailar y es fan de Justin Bieber; lo que provocó que Tamara al enterarse fingiera un escandaloso ataque cardíaco en plena cafetería.
Compartían el gusto por el cine Argentino y también por la lectura romántica, sus charlas nocturnas eran sobre cosas así de triviales, pero a la vez significativas ya que era algo nuevo para todas tener una amistad consolidada y era algo que, de forma inevitable, se estaba arraigando en sus seres. Es que jamás se les había cruzado la cabeza que lo que empezaría como una estrategia para salir de ese lugar de manera rápida, se podía llegar a convertir en algo tan bonito; claro que el tiempo que llevaban no era demasiado, pero sí el suficiente como para tenerse más confianza y sentir muchísimo cariño.
La creación de estos nuevos lazos traía consigo una simple alegría a la vida de las muchachas, también para su entorno. Magela estaba más animada, cosa que a Bruno y su mamá les daba mucha tranquilidad. Por otra parte Tamara estaba menos agresiva y hasta había pasado un fin de semana a solas con Mía cuando sus padres tuvieron que viajar de apuro porque una prima de su papá se enfermó, madre e hija vieron juntas una película. Oriana ya se alimentaba con más normalidad y estaba en un mejor peso, se veía mucho más saludable y bonita de lo que ya era, seguía sola en la casa y para ella eso era la gloria, solo que se le estaba acercando el infierno; ese día había organizado una pijamada con Alexia ―su mejor amiga― y su madre volvía y ella no lo sabía.
Estaban tranquilas oyendo música, sumidas en su vínculo que era especial, único, incomparable y hasta indestructible. Ellas son como dos piezas de un puzle donde encajan la una con la otra a la perfección, juntas son una.
―Hija, ya volvió mami… ―Ingresó de improvisto a la habitación―. ¿Qué hace esta... muchachita aquí, Oriana?, ¿acaso no fui clara al decirte que no quería que siguieras viéndola y mucho menos en mi casa?
―Hola, mamá, yo estoy muy bien, gracias, ¿y tú?, ¿cómo has pasado estos casi dos meses sin verme?
―Deja el sarcasmo y responde, ¿acaso tu “trastorno alimenticio” también afectó tu cerebro? ―dijo enfatizando «trastorno alimenticio» con sus dedos en el aire.
―Eres una desalmada, ¿por qué me tratas así? no, mejor no respondas. No quiero escuchar tus mentiras.
« ¡Cómo dolía! » El rostro de Nancy enrojeció de furia.
―¡Vete! ―le gritó a la amiga de su hija.
―No, señora, aquí me quedo. Usted está mal de la cabeza, no pienso dejar a Oriana sola.
―Mira tú, que rebelde resultó la mocosa ¡José, José! ―El hombre entró casi de inmediato―, llévate a ésta y que no vuelva a entrar. ―José tomó a Alexia del brazo arrastrándola.
―¡Suelta a mi amiga, desgraciado! ―Su madre la detuvo―. ¡Suéltame, déjame en paz!
―Eres una niña malagradecida, mal educada, corriente, enferma, degenerada.
―¡Y tú una insensible! ¡Soy tu hija! ¿Tan poco te importo?
―¡Claro que me importas! pero también importa lo que dirá la gente de nuestro círculo si se enteran que tengo una hija enferma.
―Hipócrita, desgraciada, mala madre ―dijo sintiendo una punzada de dolor en su pecho.
―¡Niña, imbécil!
Lo próximo que sintió no dolió más que los insultos. Esa mujer a la que ya no era capaz de llamar madre la jaló de los cabellos con una brutalidad que desconocía, su cuerpo casi desnudo fue a parar al gélido piso donde recibió una, dos, cinco, diez, mil bofetadas. Tantos insultos que perdió la cuenta, tanto dolor en su alma que deseó morir, no tenía fuerzas para pedir, rogar que la dejara ya, que no siguiera, que entrara en razón.
Pasaron minutos, quizás horas, pudieron ser días cuando sintió que alguien le retiró a esa desquiciada mujer de encima. Los gritos de Nancy reclamando el que la dejaran seguir golpeándola se mezclaban con los de varias voces, entre ellas pudo distinguir la de su padre. 
Una vez que quedó sola en la habitación, respiró hondo varias veces y se puso en pie. Los golpes fueron solo en la cara, su labio sangraba y sintió su pómulo derecho inflamado. Tomó su celular y marcó.
―¿Tamy? Tamy, ayúdame, por favor. ―Hasta ese instante no notó que lloraba―. Mi... Nancy enloqueció y me golpeó, no quiero seguir aquí, ven por mí, ¿sí?
―¡Por Dios! claro mi niña, dame la dirección.
―Avenida de las Américas al 2345 esquina Los Olivos. Es un barrio privado.
―Ya anoté, en veinte minutos estoy allí, tranquila.
―Te espero afuera, gracias.
―No tienes nada que agradecer.
La jovencita tomó varias mudas de ropa y las puso en un bolso dispuesta a salir.
―¿A dónde crees que vas? ―Era su padre.
―Me voy a casa de una amiga, no voy a seguir soportando a tu mujer y sus ataques de histeria ¡Está loca!
―¡No hables así de tu madre! me dijo que reaccionó así porque estabas en tu cuarto con Alexia y también la insultaste.
―Ella se lo buscó. Y no entiendo por qué le tienen tanta idea a Alexia ¡No lo comprendo!
―¿De verdad, Oriana? no puedo creer lo que dices. Nosotros nos preocupamos por ti, por tu futuro, no queremos que nadie te señale ni se burle de ti.
―¡Mentira! a ustedes solo les importa el no quedar en ridículo frente a sus amistades, pero ya no tienen que preocuparse, me voy y no pienso volver.
―Si cruzas esa puerta te olvidas de todo, ya no existirás para nosotros.
―¿Qué más da? créeme, no notaré la diferencia.
―Como prefieras, pero de aquí no te llevas nada. Ni ropa, ni celular, laptop, perfumes, cremas, nada en absoluto. Solo lo que llevas puesto. ―Soltó su bolso con violencia y luego estrelló su teléfono contra una pared.
―Que tengan una buena vida, ustedes ya no son mis padres.
Ya nada importaba, de todos modos siempre estuvo sola.
***
Al finalizar la llamada, Tamara pidió las llaves del auto de su mamá explicándole que Oriana estaba en problemas, ésta no se opuso. Fue lo más rápido que pudo aunque con precaución, ¿cómo podía una madre tratar a su hija así? y más a alguien como Oriana, un ser con tanta luz que lo único que reclamaba era cariño. Se sintió rara al pensar así, ella nunca golpeó a su hija, pero tampoco era una buena madre, ni siquiera era madre. Algo en su interior se despertó: culpa. ¿Sentiría su hija lo mismo que Oriana?, ¿sería posible que sufriera sus desplantes, sus desaires, sus malos tratos? esas posibilidades la atormentaron hasta que llegó a su destino.
Oriana subió al auto y se dieron un fuerte y casi eterno abrazo. En el camino, Tamara llamó a Magela y ésta fue a su encuentro.
―Pasen, bienvenidas a mi casa.
―Gracias, Tamy. ―Las tres entraron y fueron a la cocina.
―Voy a preparar té e iremos a mi habitación, así curo tu rostro y nos cuentas que pasó.
―Hay algo que no entiendo. ―Habló Magela―. ¿Por qué tus padres detestan tanto a tu amiga Alexia?, ¿y por qué están tan preocupados por lo que digan los demás? tu anorexia está muy bien tratada y ya casi te dan de alta, creo que hay algo que no nos estás contando.
―Pues sí, es verdad. Hay un pequeñito detalle que... que aún no les he revelado, pero se los contaré después, en el río, ¿puede ser?
―Claro que sí. Cuando tú quieras.
―Gracias. ―Sonrió―. Tamara, ¿me prestarías el teléfono para llamar a Alexa?
―Úsalo con confianza.
El fin de semana fue bueno. El sábado muy temprano fueron a un cajero donde Oriana retiró el máximo de dinero que podía con una tarjeta que su padre no notó que se llevó a escondidas, con la misma compraron varias mudas de ropa y comieron en un restaurante, también fueron al cine a ver el estreno de una película de Disney.
El domingo lo pasaron en casa de Magela, las tres juntas cocinaron pastas caseras, rieron como niñas, salieron a caminar por un parque y en la noche, Bruno las llevó al teatro a ver una comedia.
Ya para el lunes, Oriana habló en la sesión, contó que ya casi salía de su problema con la alimentación y la obsesión por su peso y su cuerpo, que estaba aprendiendo a quererse, a valorarse y a entender que la vida no es la talla del jean sino la talla del corazón.
Entrada la tarde fueron al río a petición de Oriana y fue ella misma la que comenzó a hablar.
―Esto no tiene nada que ver con mis complejos, ni con las terapias. Se los voy a contar porque confío en ustedes, porque en estos dos meses me han apoyado y acompañado más que nadie en toda mi vida, porque las considero mis amigas, pero quise que fuera aquí, en el río, porque este es nuestro lugar, donde nos contamos y confesamos las cosas más importantes para nosotras.
«Tengo la certeza de que no van a juzgarme ni a discriminarme, aunque tal vez sí se sorprendan.»
―Deja el misterio que me pones los pelos de punta, Oriana. ¡Por favor!
―Tamara tiene razón, ya habla.
―Bueno... verán. Alexia y yo nos conocimos al iniciar la secundaria y desde entonces somos inseparables, pero nuestro lazo se hizo aún más fuerte cuando pasó lo de mi novio. Algunos meses después de eso nosotras comenzamos a cambiar y empezamos a hacer algo que... que cuando mi madre lo supo, casi se muere, no sin antes matarnos, claro. Ella dice que Alexia es la culpable, que me llenó la cabeza con ideas y me enfermó, pero no es así.
―¿Usan drogas? ―preguntó Magela casi aterrada.
―No, no, es otra cosa. Es que... que... bueno, Alexia... ella y yo, pues... tenemos una relación. 

Imagen: Julieth Ferrebus

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Imagen: Julieth Ferrebus.

 Las Tres Marías. [Completa]© Where stories live. Discover now