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El fin de semana fue sumamente especial para esas tres mujeres. Estuvo lleno de alegrías, risas, felicidad, pero también de confesiones, secretos revelados y reencuentros cara a cara con el dolor.
Primero juntas y después cada una por su lado, vivieron cosas que inevitablemente las marcó y en su mayoría para bien. Y es que compartir esos momentos juntas las hacía sentirse poderosas, importantes, pero también las hacía comprender que demostrar un poco de sus sentimientos y hablar de cosas que podrían llegar a mostrar su lado vulnerable, no era tan malo; no al menos con amigas así.
El sábado en la mañana se encontraron en la casa de Tamara, estaban solas las tres ya que sus padres se encontraban fuera y Mía estaba en casa de una amiga.
Pusieron música a todo volumen y comenzaron a bailar y cantar. Mientras la anfitriona y Magela preparaban el almuerzo, Oriana elegía canciones sumamente alegres en la computadora, también tomaba cualquier cosa que allí encontrara para utilizarlo como micrófono y fingir ser la cantante del tema de turno. Por momentos era la hermosa Thalia, en ocasiones la avasallante Gloria Trevi y hasta llegó a ser la impresionante Celine Dion, sus amigas la aplaudían y coreaban «otra, otra» mientras silbaban y fingían ser desesperadas fans.
Luego del show comenzaron a preparar los últimos detalles para la comida que tendrían con Alexia. Magela preparó unas ensaladas para cumplir con el plan alimenticio de Oriana, Tamara adornó la mesa, colocó las copas y cubiertos sobre ella mientras la más chica fue a buscar a su enamorada al parque para guiarla a la que ahora era su casa.
―¡Llegamos! ―Anunció Oriana entrando al comedor tomada de la mano de Alexia―, bueno Alexia, ellas son Tamara y Magela. ―Las señaló respectivamente―, chicas... ella es Alexia, mi chica ―dijo mirándola con dulzura, acto que la otra repitió.
―Hola, Alexia, bienvenida. Como te dijo Ori yo soy Tamara, pero puedes decirme Tamy como lo hacen las chicas, las puertas de mi casa están abiertas para ti cuando desees venir.
―Muchas gracias, eres muy amable.
―Vamos a comer que se enfría la pasta, ¿no? ―dijo Magela ansiosa por hincar los dientes en los tallarines a la Carusso que tanto estuvo deseando, era lo que se le podía llamar su primer antojo.
―Sí, mejor vamos, no vaya a ser que nuestro sobrino o sobrina nazca con una mancha de salsa en la frente. ―Rieron.
Pasaron a la mesa donde entre bocados y bebidas de frutas comenzaron a interrogar a la muchacha. Supieron que tenía veintiún años, estudiaba periodismo y soñaba con trabajar como reportera para algún programa de televisión. Se enteraron de que vivía sola, que sus papás estaban en una ciudad vecina y que tenía un hermano mayor y una hermana menor; y lo más importante, confirmaron lo mucho que esa chica quería a su amiga. Alexia por su parte, conoció alguna de las causas por las que ellas se encontraban en la clínica, Magela le contó un poco lo de su niño y que acababa de enterarse de forma sorpresiva que estaba embarazada, Tamy ―siempre la más reservada― solo comentó que tenía épocas de depresión
Hicieron una sobremesa con café, té, galletas de avena y cupcakes de chocolate, sellando así lo que fue un día fantástico.
―Realmente me hace muy feliz saber que Oriana tiene unas amigas tan lindas como ustedes. Estoy tranquila al saber que ella está cuidada y protegida, ambas son mujeres muy luchadoras y sé que han pasado por mucho por lo que me han contado hoy, me deja en paz saber que en toda la semana, ella está junto a ustedes y no la dejan sola.
―Eso nunca, Alexia, te lo aseguro. Magela y yo la cuidaremos y no permitiremos que nada malo le pase.
―Gracias. Estoy segura de que eres una gran mamá, Tamy. ―Esto hizo que su pecho se oprimiera. Y es que era ya bastante el hecho de llevarse tan mal con su hija, estaba atormentada.
Se despidieron con la promesa de volver a juntarse pronto para seguir conociéndose. Cuando ya habían levantado todo de la mesa, Tamara les pidió a sus amigas que hablaran.
―¿Qué ocurre, Tamy? cuéntanos.
―¿Podríamos ir al río? sé que es una locura, pero me gusta-ría que fuera allí.
―No es ninguna locura ―dijo Magela―. Claro que vamos.
Así fue como las tres ―en el auto de Magela― salieron rumbo a su destino. Dejaron el vehículo en el estacionamiento de la clínica e hicieron el mismo camino de siempre para llegar a ese sitio que se había vuelto su favorito; el que por alguna razón les inspiraba paz y les proporcionaba la fortaleza para hablar.
―Bueno, lo primero que tienen que saber ―dijo Tamara comenzando a hablar―. Es que la verdadera razón por la que mis padres me internaron fue por mis constantes intentos de suicidio. Desde que nació Mía y hasta ahora fueron más de diez, pero siempre me salvaron, los médicos hacían un buen trabajo o alguien llegaba a tiempo para impedirlo, pero como dicen por ahí «si no es para ti ni aunque te pongas, si lo es ni aunque te quites.» Comenzaré desde el principio…
»Cuando cumplí mis quince años, mis papás me obsequiaron una excursión a Bariloche. Yo estaba muy emocionada porque no me lo esperaba, siempre había querido conocer la nieve y esquiar, más que feliz preparé mi maleta, mamá y yo fuimos al shopping donde compramos prendas de abrigo, le dijeron que allá nos prestarían camperas especiales para andar entre la nieve, pero me surtió de otro montón de cosas. El día llegó y muy contentas nos marchamos, éramos un grupo de quince muchachas e hice una profunda amistad con una de ellas ―Lorena― Lore y yo durante los diez días que duró la excursión fuimos inseparables, nos identificábamos mucho la una con la otra. Al regresar intercambiamos números y quedamos en contacto, hablábamos casi a diario y los fines de semana, ella se quedaba en mi casa o yo en la suya; un día todo cambió.
Tres meses después del retorno estábamos un sábado en su casa tomando chocolate porque hacía mucho frío. Un muchacho ―el más hermoso que había visto jamás― entró por la puerta de la cocina, Lorena corrió a abrazarlo feliz y luego nos presentó ―era su hermano mayor, Axel― se nos unió y comenzamos a conversar.
A medida que los días pasaban, él me gustaba más y más. Un domingo cualquiera se me declaró y comenzamos a salir a escondidas ya que mis papás no apoyarían que estuviera de novia con un chico cinco años mayor que yo. Me escapaba del colegio, él iba a casa cuando estaba sola, cosas así, locuras de adolescente; claro que el cuento de hadas duró poco.
Una tarde que estábamos en casa los besos empezaron a subir de intensidad. Como siempre lo frené, pero esa vez no... se detuvo... no lo hizo. Comenzó a meter su mano derecha dentro de mi blusa tocando mis senos mientras con la otra sostenía mis brazos encima de mi cabeza, yo daba patadas, pero solo logré enfurecerlo. Me abofeteó varias veces, arrancó mi ropa, le rogué que parara y él... él solo me dijo que me lo merecía por siempre calentarlo y que esa vez no iría con alguna de sus amigas a sacarse las ganas, que lo haría conmigo porque era yo quien lo ponía así. Con violencia continuó arrancando mi pantalón y mis bragas, cerré mis piernas con fuerza… de nada sirvió, él era más fuerte que yo. Sin piedad alguna me penetró tan... tan fuerte, yo lloraba, suplicaba que se detuviera; ya era en vano. Solo pude cerrar mis ojos y rogar para que eso acabara lo más rápido posible, cuando al fin terminó me dijo que si llegaba a decir algo de eso iba a matarme. Axel se fue dejándome destruida de todas las maneras posibles, me dolía el cuerpo, me dolía el alma, se llevó todo: mis sueños, mis ilusiones, mis ganas de vivir, mi inocencia. Desde ese día nunca volví a ser yo.
Nunca más quise saber de él y tampoco de Lorena, ella no me hubiera creído y tampoco sus papás. Y a los míos, ¿qué les diría? así que me lo guardé para mi cómo lo que era, mi peor pesadilla.
Varios minutos pasaron hasta que Magela habló, no sin antes entre ella y Oriana abrazar a su amiga para consolarla ya que recordar lo que ese día pasó fue como volver a vivirlo. Lágrimas de impotencia recorrían su rostro.
―Ese… Axel, ¿él es el padre de Mía? ―preguntó bajito.
―Sí, ¿entienden ahora el porqué de mis sentimientos hacia ella?
―Claro que te entendemos, pero, ¿qué pasó después?
―Mis padres se enteraron de mi embarazo sin saber que fue una violación. Recién supieron eso cuando Mía cumplió ocho años, luego de que me recriminaran el no haber estado en su fiesta.
―Creo que ahora, Magela y yo entendemos muchas cosas.
―Así es, pero dinos algo, Tamara, ¿qué te está pasando ahora?
―Gracias a ustedes y a esta especie de terapia, a sus experiencias, al verte a ti Magela sufriendo por tu niño, al verte a ti Ori y lo que has sufrido con tu madre... he pensado mucho. Voy a hablar con Mía, voy a contarle la verdad y... voy a pedirle perdón. Quiero tener con ella esa relación que nos negué todo este tiempo si es que ella me lo permite.
―Estamos seguras que sí lo hará y van a ser muy felices, amiga. Estamos muy orgullosas de ti, ¿verdad, Oriana?
―Claro que sí. Te queremos mucho, muchísimo.
―Y yo a ustedes.
El domingo llegó y cada una por su lado vivió grandes momentos.
Magela lo pasó con Bruno, éste la consintió en todo. Pasaron el día en la cama, vieron películas, pensaron en nombres para el bebé, hablaron de Nacho, lloraron juntos viendo fotos de los tres y decidieron que nada de lo que le perteneció sería usado con el hijo que esperaban, sino que éste tendría su habitación y sus cosas. Eso la hizo sentir más tranquila ya que pudo hablarle de sus miedos, sus incertidumbres, de ese terror que le daba reemplazar a su primer hijo. Como ya se lo habían dicho sus amigas, Bruno estaba feliz, pero nunca olvidaría a su primogénito, porque los hijos son únicos e irreemplazables, sentía dudas y miedos, pero eran a causa de sentir una felicidad que hacía tiempo no experimentaba. Saber que su marido estaba igual de asustado que ella la hizo tranquilizarse pues se acompañarían mutuamente en esta nueva aventura.
Oriana estuvo con Alexia en casa de sus papás y la presentó como su pareja. Claro que ya se conocían, pero esta vez fue diferente para todos; a diferencia de sus padres los de Alexia eran comprensibles, amorosos y la recibieron alegres por el simple hecho de ver a su hija tan feliz. Compartieron el almuerzo y toda la tarde conversaron de lo más lindo, pasearon juntas por el parque que había a pocas cuadras y se columpiaron como dos pequeñas. 
Tamara llamó a su hija diciéndole que necesitaba que fuera a la casa, ésta entre sorprendida y asustada acudió a su madre. Llegó pasadas las diez de la mañana, Mía supo por boca de su mamá toda la verdad, cada detalle, aunque fue muy doloroso: lo de su padre, sus intentos de suicidio, el porqué de sus actitudes y cómo llegó a darse cuenta de que había estado equivocada durante la mitad de su vida al negarla ya que ella era lo único que tenía. Lloraron, se perdonaron, se reconciliaron y juraron jamás volver a distanciarse. Pasaron la tarde abrazadas cómo Mía tantas veces soñó, la felicidad no cabía en su pecho, ahora tenía mamá. Se conocieron, hablaron de sus gustos en todo, escucharon la música favorita de ambas e hicieron una lista de las películas que debían ver juntas. A la noche sus padres llegaron, las encontraron en la alfombra del living jugando al twister y locas de risa, al verlos ambas cayeron y las risas fueron más fuertes. Tamara se paró y fue hacia ellos para abrazarlos, les susurró un «perdón», eso bastó para que su madre soltara el llanto, Mía se les unió en ese abrazo que parecía un sueño.
Ya el lunes en la clínica, Tamara habló en la sesión grupal, Alejandra estaba sorprendida, pero feliz. Nicolás sentía que amaba a esa mujer, contó prácticamente todo aunque los detalles más pequeños los dejó para ella y su entorno, pero lo más importante fue que admitió sus errores, su miedo, sus caídas, estaba dispuesta a remendar y recomenzar.
―¡Qué bueno, Tamy! ―dijo Oriana―. Estoy feliz por ti, por tus papás y por Mía, porque ahora tendrá una mamá genial.
―Yo también estoy feliz. Si no hubiera sido tan terca, si hubiera aceptado antes la ayuda, hace tiempo que estaría disfrutándola.
―Eso no es lo importante, lo que realmente importa es que ya lo hiciste y poco a poco podrás establecer esos vínculos con ella.
La conversación acerca de lo que fue su domingo se vio interrumpida por un sonido musical que cada vez se sentía más cerca. Cuando se dieron cuenta de lo que ocurría quedaron casi en shock, Nicolás cantando con toda una banda sonora acompañándolo. 
Bésame la boca con tu lágrima de risa…
Bésame la luna, tapa el sol con el pulgar…
No podía ser cierto, Tamara estaba... estática. Casi sin reacción.
Bésame el espacio entre mi cuerpo y tu silueta,
y al mar más profundo bésale con tu humedad…
Él cada vez estaba más cerca y sus piernas temblaban.
Bésame el susurro que me hiciste en el oído,
besa el recorrido de mis manos a tu altar...
Miró a su alrededor y todos ―incluso sus amigas― los veían divertidos.
Con agua bendita de tu fuente, bésame toda la frente,
que me bautiza y me bendice esa manera de besar...
Ya estaba frente a ella, su corazón latía acelerado.
Besa mis campos y mis flores, con tus gotitas de colores,
besa la lluvia que resbala en la ventana...
Mierda... ¡Se desmayaría!
Besa mi vida y mis cenizas, me dirás que voy de prisa,
bésame y deja con un grito que lo logre…
Se perdió en su mirada.
Besa el torrente de ilusiones, bésame todas las pasiones,
besa mi río hasta su desembocadura...
«No puedo enamorarme.» Se repetía.
Besa mi vida y mis cenizas, me dirás que voy de prisa,
besa mis días y mis noches, mis diluvios y mi cielo a pleno sol...
«Demasiado tarde.» Le respondió su corazón.
Bésame los ojos aún dormido en la mañana,
bésame la piel con el caudal de tu estrechez…
Odiaba las rosas, pero la que él acababa de darle era la excepción a la regla.
Con agua bendita de tu fuente, bésame toda la frente,
que me bautiza y me bendice esa manera de besar...
« ¡No lo hagas! » Pensó.
Besa mis campos y mis flores, con tus gotitas de colores,
besa la lluvia que resbala en la ventana...
Pero lo hizo, acarició su mejilla.
Besa mi vida y mis cenizas, me dirás que voy de prisa,
bésame y deja con un grito que lo logre...
Él pudo ver sus ojos llorosos.
Besa el torrente de ilusiones, bésame todas las pasiones,
besa mi río hasta su desembocadura…
«Déjame hacerte feliz.» Dijo él con su mirada.
Besa mi vida y mis cenizas, me dirás que voy de prisa,
besa mis días y mis noches, mis diluvios y mi cielo a pleno sol,
y mi cielo a pleno sol...
«No creo estar lista.»

Imagen: Yoselyn Miranda

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Imagen: Yoselyn Miranda.

 Las Tres Marías. [Completa]© Where stories live. Discover now