10.

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Hermosa, maravillosa, querida, deseada. Así se sentía Tamara, así y más, era como estar sumergida en un mar de sentimientos en el que quería nadar hasta perderse, que cada gota tocara su piel, sumergirse en su profundidad y empaparse. Deseaba cerrar los ojos y dejarse llevar por la corriente sin importarle nada más, pero, ¿qué pasaba si una vez más quedaba a la deriva?, ¿soportaría volver a quedar varada como un náufrago y no tener salvavidas alguno a mano para salir a flote?
«Nicolás no es igual a Axel.» Le dijo su voz interior. 
Pero lo que para su cabeza era tan fácil de entender no lo era para su corazón. Tenía miedo, miedo a salir herida una vez más, a sufrir de nuevo, a llorar por las noches con la única y absoluta compañía de ese vacío que invadía su pecho. Y no sólo por lo físico, no, sino también por su alma, porque contrariamente a lo que todo el mundo puede pensar o creer, el alma también dolía ¡Y vaya que ella lo sabía! dolía porque quería desprenderse del cuerpo y no podía, dolía porque ella no estaba preparada para que la hirieran, dolía porque era pura hasta que otra alma ya sufrida la inundó de maldad; porque esas almas llegan al mundo inocentes, sanas, limpias... y son atacadas por puñales que irrumpen a través de otra alma que ya pasó por eso. Y es que de forma inevitable y casi inconsciente esos actos están dentro de un círculo vicioso casi como un efecto dominó. Ese hombre al que amó y tanto daño le hizo atacó la suya, ella la de su hija y la de sus padres, así sin más. Y estaba el hecho que al pensarlo de esa forma temía herir también el alma de Nicolás. 
Luego de la sorpresa que Nico le había dado con esa linda canción, los músicos, la rosa... después de las miradas cargadas de tanto nerviosismo amalgamado con esperanzas y una buena dosis de corazones acelerados, fueron a dar un paseo a un parque cercano ―fue raro porque todos se quedaron allí, algunos confundidos, otros divertidos y la mayoría impresionados por semejante osadía de parte del doctor― al llegar se sentaron bajo un árbol y siguieron con la conversación que habían iniciado durante el camino.
―Lo sé, Tamara ―decía su enamorado―. Sé que no es fácil, sé por todo lo que has pasado, pero yo sólo quiero ayudarte a sanar esas heridas por completo, quiero cuidarte el corazón, hacerte feliz por siempre. Que entiendas que eres capaz de enamorar y enamorarte, aún puedes ser muy feliz y quiero ser yo quien te saque cada una de tus sonrisas y ser el dueño de tus suspiros.
―Ay Nico… ―Tomó su rostro con manos heladas a causa de los nervios que sentía―. Temo sufrir, no voy a negártelo, pero temo más aún hacerte sufrir a ti.
―No entiendo ―dijo ladeando la cabeza, gesto que a Tamara simplemente la enloqueció.
―No sé cuándo seré capaz de cumplirte como mujer ¡Y peor aún, no sé si seré capaz de hacerlo en algún momento! desde que me pasó aquello... bueno ya sabes... yo nunca... nunca...
―¡Tamara! ―exclamó Nico enternecido extendiendo la última letra de su nombre.
―Ni siquiera he vuelto a besar a un hombre.
―Todo a su tiempo, mi reina, deja que te acompañe, acepta salir conmigo, vayamos al cine, al teatro, a dónde tú quieras. Conozcámonos y veamos qué ocurre después, dame la oportunidad de enamorarte, de mostrarte que el amor del bueno existe en la realidad y que no está sólo en los libros y las telenovelas. Déjame estar junto a ti sin presiones, sin tiempos, sin importar si para lograr un beso de tus labios debo esperar una eternidad. Créeme que prefiero estar a tu lado sin tocarte jamás, a tenerte entre mis brazos y luego perderte.
Lo que ella sentía en su estómago era indescriptible, una mezcla de alegría y miedo que lo oprimían y subía por su pecho hasta llegar a su garganta con la intención de gritarle que se estaba enamorando como nunca creyó hacerlo. Tuvo que respirar hondo varias veces para contenerse, él creyó que ella lo estaba pensando, ignorando que el corazón de esa mujer que amaba ya le pertenecía.
―Está bien, Nico, tú ganas. ―La sonrisa del hombre se ensanchó a más no poder y la abrazó.
―No te vas arrepentir, Tamy. Te lo prometo.
―Sin presiones ―le advirtió señalándolo con su dedo índice.
―Sin presiones ―reafirmó él sintiendo su corazón galopar a la velocidad de la luz.
***
―Entonces, ¿qué vendrían a ser? ―preguntó Oriana luego de que su amiga le contara a ella y a Magela lo que había hablado con Nico.
―No lo sé, Ori. Y para serte sincera prefiero no saberlo, me basta con que no hallan presiones y dejemos que todo fluya y que pase lo que tenga que pasar.
―Pues a mí me parece muy acertado lo que decidieron hacer. ―Habló Magela―, si están destinados a estar juntos, así será. ―Las tres rieron divertidas.
―Ya, mejor cambiemos de tema que esto ya se está poniendo cursi, ¿y cómo va nuestro sobrinito o sobrinita allí adentro, eh? ―preguntó Tamara acariciando la pancita de su amiga.
―Bien, mañana en la mañana tenemos la ecografía, los análisis de rutina han salido a la perfección, estoy ansiosa por verlo aunque sea por la pantalla, escuchar su corazoncito, todo...
―¡Ay, qué lindo! ¿Y tú cómo te sientes?, ¿estás mejor con la charla que tuviste con Bruno? ―Fue Oriana la que habló esta vez.
―Sí, me hizo bien hablar de mis miedos con él. Hablar con Bruno siempre me calma, me hace bajar a Tierra. Chicas... yo sé que siempre solemos contar nuestras cosas en el río, pero ya es tarde para ir hasta allá y bueno... hay algo que me gustaría contarles, algo que no quiero ocultar más, al menos no a ustedes que han sido sinceras, honestas y me han demostrado que puedo confiar, que sí son mis amigas. Quiero que sea ahora, este el momento para contárselo, lo necesito. ―Las otras dos se sentaron de manera más cómoda y con sólo sus miradas le dieron el aliento para hablar―. Cuando pasó todo lo de Nacho y caí en ese pozo depresivo comencé a... a lastimarme a mí misma, me cortaba con las cuchillas de las máquinas de afeitar, con vidrios de vasos o botellas que rompía con ese fin, otras veces me golpeaba a mí misma contra las paredes, me jalaba el cabello, me arañaba... hacía todo lo posible por sufrir físicamente; era como una especie de castigo que me hacía a mí misma por no haber cuidado bien de mi hijo, también quería sentir todo ese ardor, ese dolor en mi cuerpo lograba que el dolor interno disminuyera aunque fuera un poco.
»Un día, una de esas veces que me iba a cortar tuve por primera vez el pensamiento de... bueno... de quitarme la vida. Creí durante unos minutos que sería una buena idea dejarme ir, encontrarme con mi angelito, abrazarlo, amarlo, pero no fui lo suficiente valiente para hacerlo, ¿y saben qué? ahí descubrí que quienes se quitan la vida tienen un grado de valentía importante; no esa clase de valentía para admirar, no, sino un valor muy grande para asumir interrumpir allí su existencia.
En fin... no pude, pero desde ese día me fui dejando llevar por la tristeza, comía poco, tiraba los medicamentos por el inodoro, asumí como mi pensamiento de cabecera que dejarse llevar por la depresión también es una forma de suicidio, solo que menos drástica. Podía hacerles creer a todos: a mis médicos, a mi esposo y a mi mamá que quería cuidarme, que estaba dispuesta a salir adelante. Por eso hice un trato con Alejandra, yo las ayudaría a ustedes y a cambio tendría que hacer mis terapias y hablar yo también, por eso me costó un poco aceptar que ustedes hicieran sus terapias alternativas conmigo, no podía con mis problemas, menos iba a poder ayudar a los demás, pero todo dio un giro drástico y salió mucho mejor de lo que esperaba.
―Que duro, Magela ―dijo Tamara sintiéndose en algún punto identificada―. Te ha tocado algo muy difícil de sobrellevar.
―Tamy tiene razón, Magela, te tocó duro, amiga. La pérdida de un hijo ha de ser... es que ni siquiera... ¡Disculpa, soy una bruta! ―dijo apenada.
―No pasa nada, chiquita ―le respondió con sinceridad.
―Pero lo importante es que sin quererlo has podido ir superando poco a poco tus problemas.
―Sí, Ori. Y ustedes han sido parte fundamental para ello, porque si bien éste bebé viene a terminar de sanar mis heridas, ya desde antes estaba mejor. Ya no pensaba todo el tiempo en mis sufrimientos, deseaba que el día siguiente llegara para poder hacer juntas lo que habíamos planeado, sin siquiera proponérselo me ayudaron a darle un poco de sentido a mis días.
―Y pensar que todo esto empezó para sacarnos de encima las sesiones con Alejandra. ―Se rieron―, terminó convirtiéndose en algo muy hermoso ―dijo Tamara acercando a ella a ambas amigas para abrazarlas―. Las quiero chicas.
Se abrazaron como solían hacerlo, no era la primera vez que ocurría. Pero esa vez fue diferente, algo había cambiado, por primera vez fueron conscientes de lo mucho que se habían ayudado, de todo lo que había cambiado en su interior. Lo que había comenzado como una terapia, como parte de un acuerdo necesario para escapar de esa cárcel en la que se sentían atrapadas ahora era una necesidad, necesitaban contarse sus cosas, les hacía falta la comprensión de las otras, y lo más importante, hicieron la más hermosa y perfecta amistad.
La mañana siguiente llegó y Magela se encontraba con su marido en el consultorio médico listos para esa primera ecografía. Ya ella se encontraba sobre la camilla, con su blusa arremangada a la altura de sus pechos, debajo de ellos ―en su vientre aún plano― la doctora colocó el gel frío, Magela se erizó aunque supo que no era a causa de la sustancia sino a consecuencia de la ansiedad.
La doctora comenzó los movimientos con el ecógrafo, tomó las medidas del bebé e hizo que oyeran su corazón al tiempo que les confirmaba que todo venía bien y les entregó los resultados junto con la grabación del estudio. En la puerta del consultorio, ella y Bruno se miraron para luego abrazarse y llorar, llorar por la vida, por la muerte y por la magia que lograba que esas dos cosas tan distintas se unieran con el fin de subsanarse una a la otra.
―Magela, mi amor. ―Las lágrimas corrían por su rostro sin control―. Recién ahora logro comprender de lo que me has habla-do todo este tiempo sobre... sobre el miedo de... de suplantar el recuerdo de Nacho con este nuevo bebé. Pero te juro por mi vida, nena, que eso no sucederá y nuestro bebé sabrá que tuvo un hermano mayor que lo protege desde el cielo, que es su angelito de la guarda. Lo haremos juntos, iré contigo a las terapias, haremos todo juntos ¡Esto es mágico, nena!
―Lo sé... gracias, cariño. ―Volvió a abrazarlo sin saber que más decirle a ese hombre tan perfecto para ella. 

Imagen: Eulalia Meza

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Imagen: Eulalia Meza.

 Las Tres Marías. [Completa]© Where stories live. Discover now