8.

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La noticia sobre ese nuevo embarazo cayó sobre todos como un balde de agua fría. Ninguno se lo esperaba, fue una grata y enorme sorpresa, estaban demasiado felices. Pilar luego de abrazar a su hija lo que se sintió como una eternidad, hizo lo mismo con su yerno, luego corrió a llamar por teléfono a su amiga Aurora para contarle la buena nueva, dijo que haría con las señoras de la iglesia a la que asistía a misa los domingos una cadena de oración en agradecimiento, y que el lunes a primera hora iría a comprar telas y lana para comenzar a tejer y coser ropitas para su nieto.
Bruno, por otra parte, se sentía en una nube como si toda su existencia ahora tuviera un nuevo sentido, que no sólo viviría y se desviviría por su mujer a la que adoraba con locura, sino también por el hijo de ambos. Ese hijo que para su entender venía a sanar heridas, a aliviar dolores del alma, a calmar llantos cargados de pena y angustia. Ese niño venía a la vida a llenarlos de paz, de sosiego, de regocijo, de amor. Pero... ¿y Magela?, ¿qué pasaba con ella? al principio se mostró muy emocionada y feliz por la noticia, pero con el paso de los minutos y a medida que tanto él como su suegra planeaban y hablaban de toda esa alegría que los invadía, ella parecía más y más lejana, como si se hubiera mudado a la otra punta del planeta; no quería presionarla, de sobra sabía que así nada conseguiría, pero tenía que saber qué le había ocurrido de un momento a otro.
―¿Estás bien, cariño? ―le preguntó mientras le acariciaba el cabello.
―Sí, no te preocupes ―respondió con una leve sonrisa en sus labios.
―Mírame ―exigió con ternura―, sé que no lo estás, no me mientas, por favor. Si no me lo quieres decir, está bien, te respeto. Tal vez prefieras hablar con tu mamá, con Alejandra o con tus amigas, ¿quieres que llame a alguna de ellas? o mejor, ¿deseas que las llame a todas? podemos pedir un permiso especial y hacen aquí una pijamada. ―Eso la hizo reír demasiado.
―¿Estás loco? ―preguntó con esfuerzos entre sonoras carcajadas que trataba de aminorar cubriéndose con sus manos.
―Locura o no, haría cualquier cosa con tal de verte reír siempre así como lo estás haciendo ahora, daría todo por verte feliz. Si tuviera que elegir entre mi vida y tú sonrisa moriría en paz solo porque tú vivirías sonriente.
―¿Qué hice de bueno en mi otra vida para merecerte, Bruno Lemos? ―cuestionó ella con mirada soñadora y enamorada.
―En tu otra vida no sé. En esta, el simple hecho de existir.
Magela hizo lo único que pudo, tomarlo por el rostro y besarlo. Pero no con una simple unión de sus bocas sino uno de esos besos que son mucho más, son como hacer el amor con los labios, esos besos tan llenos de sentimientos que son capaces hasta de mezclar las almas.
―Te amo, Bruno. Eres mi sueño hecho realidad.
―Y tú eres la realidad que va más allá de cualquiera de mis sueños. Te amo.
***
Para el sábado pasado el mediodía, Magela ya se encontraba en su casa, con indicaciones de regresar ante cualquier eventualidad y el lunes por la tarde tendría que acudir a su primera cita con el ginecólogo. Al llegar a su casa lo primero que pidió fue que llamaran a casa de Tamara para que ella y Oriana fueran a visitarla, quería mucho verlas y sabía que ambas estuvieron muy pendiente de ella y que si no la habían ido a ver fue porque no eran horas de visita; así que con ayuda de su madre preparó chocolate caliente y galletas de avena para merendar las tres juntas.
A eso de las cinco sus amigas llegaron, se dieron su característico abrazo entre las tres y pasaron a la sala.
―Bueno, ¿qué es eso tan importante que tienes para contarnos? Tamy y yo ya no podemos más con los nervios.
―¡Ay chicas! ―exclamó suspirando―, estoy embarazada. Por eso el desmayo. ―Lo soltó así tan de repente que Oriana se ahogó con un trozo de galleta y Tamara quedó con los ojos desorbitados.
―Te... ¿felicito? ―dijo esta última al ver la rara expresión en el rostro de su amiga.
―¡Claro que la felicitas, tonta! ―reclamó Oriana.
―¿Pero es que acaso no ves la cara de susto que tiene?
―Pues es lógico que la tenga, pero eso no quiere decir que no esté feliz. O sea ¡Va a ser mamá!
―Lo sé, niña, ¿pero es que acaso te olvidas de todo lo que pasó?
―¡Por supuesto que no me olvido!
―¿Podrían dejar de hablar como si yo no estuviera presente, por favor? ―dijo irritada, cosa que solo logró que las otras dos se desconcertaran más. Nunca la habían visto en ese plan.
―Discúlpanos, Magela, de verdad. Pero dinos, ¿qué te pasa? y no digas que nada porque no te creeremos.
―Pues tengo miedo. No a que me pase lo mismo que con Nacho sino a que él se nos olvide. Me da terror pensar en que Bruno ya no recuerde que tuvimos otro hijo antes, que mi mamá olvide que éste será su segundo nieto y que yo misma llegue a ser tan feliz al tenerlo entre mis brazos que ya no lo recuerde.
―No, Magela, eso no pasará. ―Habló Tamara acercándose a ella―. Claro que serás feliz, que Bruno será un orgulloso papá y tu mamá amará a este bebé con locura. Pero no olvidarán a Nacho, ni tú ni ellos, ahora tendrán un motivo para sonreír y no pensar en lo malo que les sucedió, este niño es un regalo de la vida para que vuelvan a creer.
―Hoy Bruno me propuso que deje la clínica. Creo que él piensa que ya no voy a caer en pozos depresivos ni crisis nerviosas, entonces allí es donde me pregunto, ¿pensará él que olvidaré a mi hijo gracias a este nuevo embarazo?, ¿será él capaz de hacerlo?
―Ay, amiga... ¿y tú que le respondiste?
―Que siento que necesito las sesiones más que nunca, debo aprender a amar a este bebé sin olvidar a Nacho, debo aprender a entender que un hijo no remplaza al otro y que por ser feliz con esto que me está pasando no estoy traicionando a mi niño.
―Ya verás que lo lograrás ―añadió Oriana―. Puedes hablar con Alejandra y nosotras también estaremos ahí para ayudarte ¡Vamos a ser tías, Tamara!
―¡Yeeees! ―Rieron las tres.
―Gracias, hermosas, las quiero tanto, tanto...
―Y nosotras a ti, amiga.
***
―¿Alexia? ―preguntó Oriana desconcertada la tarde del martes en el patio de la clínica. Había estado jugando al tenis con Benicio ―un nuevo paciente de la clínica― que para alegría de ambos compartía su pasión por ese deporte teniendo con quien practicarlo. Se veía tan linda como siempre, sus ojos color miel eran muy hipnóticos, había cortado su cabello y éste ahora caía sobre sus hombros y usaba una vincha con una enorme flor azul del lado izquierdo, su sonrisa tierna era capaz de enamorar a cualquiera, pero no enamorar como pareja, sino enamorar como persona por el simple hecho de derrochar paz y armonía―. ¿Qué haces aquí?
―Te estaba extrañando demasiado.
―Yo igual. ―Se abrazaron fuertemente.
―¿Estabas ocupada?
―¡Para ti nunca, nena! ―Se sonrieron con esa complicidad única que las caracterizaba―. Ven, caminemos un rato.
Se tomaron de la mano como tantas veces lo quisieron hacer y no podían, como tanto lo soñaron y no lograban cumplirlo, como en muchas oportunidades lo anhelaron y era prohibido. Sentir el silencio a su alrededor solo percibiendo ese amor tan grande que flotaba en el aire y podía palparse, olerse, sentirse, respirarse... no necesitaban nada más. 
Oriana sabía que esa no era una simple visita, que algo más allí había, pero esperaría a que Alexia hablara. 
Y así era, Alexia había sufrido uno de los peores y más humillantes momentos cuando Nancy se había presentado en su casa para culparla del ―según ella― descarrilamiento de su hija. La discusión no fue muy larga, pero sí grosera y dolorosa. A pesar de ello había decidido que no se lo contaría a Oriana, o al menos no en ese momento.
―Mira... muchachita. Lo mejor que puedes hacer es marcharte de la ciudad. Echaste a perder a mi hija, le llenaste la cabeza de pura basura, de locuras, de perversión. Eres un mal ejemplo para ella y para cualquiera.
―Yo no pienso irme a ninguna parte y mucho menos voy a dejar que usted se dirija a mí de esta manera. Su hija y yo nos amamos y eso no es basura ni ninguna de esas bajezas que nombró.
―¿Enamoradas? ¡Pero si serás imbécil! eso no puede llamarse amor, eso es algo asqueroso, repugnante, tú eres una degenerada que encontró en Oriana a una pobre chica de baja autoestima y la enredó vaya Dios a saber con qué propósito.
―¡Váyase de mi casa! ―gritó abriendo la puerta.
―¡No he terminado de hablar!
―¡Pero yo sí y sinceramente no tengo ni tiempo ni ganas de seguir oyéndola!
―Seré clara. O te marchas de aquí y dejas a mi hija en paz para que recapacite o me encargaré de que no consigas empleo en ningún medio de comunicación ni en esta ciudad ni en los alrededores. ―Esa mujer le había dado en uno de sus puntos débiles. Estaba cursando el segundo año de periodismo y esa profesión era la que siempre soñó. Por un momento sintió su mundo caerse a pedazos, pero pronto recupero la compostura.
―No le temo a sus amenazas. Ahora lárguese de mi casa y llévese con usted su veneno y su ignorancia.
―Eres una mal educada.
―¡Y usted una víbora!
Ofendida, pero con la cabeza en alto demostrando altanería, Nancy salió. No sin antes susurrarle un «te lo advertí».
Ambas chicas se sentaron sobre unas rocas.
Ori... he estado pensando y... quisiera saber hasta dónde estás dispuesta a llegar con lo nuestro. O sea, yo quiero que seamos una pareja como todas, ir al cine, a comer, tomarnos de la mano en la entrada del teatro, presentarte ante mi familia como mi compañera... pero necesito saber si tú quieres lo mismo.
―Alexia...
―Espera… ―la interrumpió―, deja que termine de hablar. ―Ésta asintió―. Durante todo este tiempo esperé, fui paciente y entendía la situación por tus padres, pero ahora que ya no estás con ellos quiero hacer lo que por tanto tiempo nos prohibimos, no quiero seguir escondiéndome por la simple razón de que no creo que estemos haciendo algo malo. Me parece injusto porque los seres humanos tendemos a escondernos para amar por miedo a ser juzgados y expresamos violencia frente a todos sin que eso nos afecte.
―Ay, mi hermosa ―dijo mientras acariciaba su rostro con adoración―, yo tampoco quiero seguir escondida y poco me importa lo que piense el resto, sólo quiero estar contigo siempre. ―Juntaron sus frentes y sonrieron.
―Entonces... ¿ya somos pareja formal?
―Como siempre debió ser.
―Me gustaría que el fin de semana fuéramos a comer con mis papás, ellos saben de lo nuestro y quieren que vayas, pero no cómo una amiga más como lo hacíamos en la adolescencia sino como mi novia.
―¡Me encanta la idea! también quiero que conozcas a mis amigas, Tamara y Magela.
―¡Uy... sí, me muero de ganas por conocerlas! ―expresó con sincero entusiasmo.
―Sabes que te amo, ¿cierto?
―No tanto como yo a ti.
Así como se marcharon regresaron. En el trayecto planea-ron pasar la tarde y parte de la noche del sábado con las chicas y el domingo irían a casa de los papás de Alexia. Ya en el portón comenzaron a despedirse, había varias personas en el jardín ―entre ellos Tamara y Magela― que hablaban con Benicio para tratar de descubrir a dónde y con quién se había ido Oriana, pero en ese instante la vieron hablando con una chica y ambas supieron de quien se trataba. Sonrieron pícaramente.
―Oriana... hay mucha gente aquí.
―¿Qué no fuiste tú misma la que dijo que no quería seguir escondiéndose? bueno, comencemos ahora mismo.
―¡Eres una loca! ―dijo entre risas. Oriana se acercó a ella enredando sus brazos al cuello de Alexia, ésta la tomó por la cintura y se dieron un tierno y amoroso beso dejando a todos anonadados y a Benicio muy desilusionado, ya que Oriana le gustaba y mucho.
―Adiós, linda, te llamo mañana.
―Adiós.
―Ay... pero que románticas me salieron ―exclamó Tamara haciéndola sonrojar.
―¡Tonta! ―Las tres rieron―, mejor vamos que tengo que darme un baño y mientras merendamos les cuento la razón de la visita de Alexia. Les adelanto que estoy muy feliz ―dijo alzando los brazos al cielo.

 Les adelanto que estoy muy feliz ―dijo alzando los brazos al cielo

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Imagen: Yoselyn Miranda.

 Las Tres Marías. [Completa]© Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt