CAPÍTULO 3

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Mery

—¿Y si vamos a tomar un café? — me pregunta Claudia desde mi cama, en la que lleva sentada un buen rato mirando un libro que me ha cogido de mi estantería.

—¿Un café? ¿Con lo nerviosa que estoy y quieres que me tome un café? — contesto.

—Está bien. Se me había olvidado que te agobias con nada.—Me contesta cerrando el libro que tenía en las manos y dejándolo de nuevo en la estantería.— Yo me tomo un café y tú una tila. Pero vamos a ver ya la clase de chicos que nos esperan durante este año.

Nunca había dejado de maravillarme la personalidad de Claudia. La conozco desde que íbamos a preescolar, pero su personalidad cambió en cuanto entro en la pubertad. Había dejado de ser aquella chica inocente, callada, incluso tímida. Quién lo iba a decir, Claudia tímida, que va. Empezó a interesarla los novios, las redes sociales, los videojuegos... Supongo que es una cosa normal en los adolescentes, pero ¿por qué a mí no me llaman esas cosas? Excepto los videojuegos, eso sí. Claudia y yo nos podemos tirar las horas muertas jugando a la Play Station.

Cojo las llaves de la habitación y salimos de ella. Por el camino a la cafetería nos encontramos con una gran cantidad de adolescentes buscando sus habitaciones de un lado para otro. Es lo que tiene que sea el primer día. Nosotras ya nos hemos instalado en nuestras habitaciones, es una suerte que esté una enfrente de la otra.

—Parece que este va a ser un año prometedor, ¡madre mía la de tíos buenos que hay!. Definitivamente amo la Universidad.

—Vas a dejar de babear de una vez – la digo mientras la doy un codazo.

—Que sosa eres pelirroja. — Me contesta y me hace pucheritos como los niños pequeños.

Llegamos a la cafetería y es Claudia la que se dirige a la barra a pedir mientras yo me encargo de coger alguna mesa que esté libre.

Encuentro una redonda junto a la esquina, allí estaremos bien. Mientras que viene Claudia, echo un vistazo al lugar. Las paredes son de ladrillo, lo que la hace un poco antigua. Unos amplios ventanales dan luminosidad al lugar. No es muy grande pero es acogedora. Las mesas son altas con cuatro banquetas por mesa y, al fondo, se puede observar unos sillones bajitos sin respaldo. Al lado de estos sofás, unas cuantas máquinas de comida puestas en fila. De cafés, refrescos, bollería, chucherías...

Desde la mesita de la esquina veo que es el turno de Claudia. Ahora que veo a mi amiga de espaldas, no me extraña que vuelva loca a muchos tíos, tiene un cuerpazo. Esos pantalones ajustados resaltan sus caderas.

Claudia coge la bandeja que le ha dado la camarera con nuestro pedido y me busca con la mirada. Levanto la mano haciéndola una señal para que pueda verme. Lo hace y se dirige a donde estoy sentada.

—Aquí tiene su tila pelirroja — me la entrega mientras me guiña un ojo.

Se sienta a mi lado y prueba su café. Tiene una pinta deliciosa.

—Y bueno, cuéntame, ¿a qué se debe tanto nerviosismo? 

—¡Es nuestro primer día de Universidad!, llevaba años esperando este momento. No sé cómo puedes estar tan tranquila. — Le contesto y doy un sorbo a mi tila.

—Venga ya, ¿por qué iba a estarlo?. Es como empezar en un Instituto nuevo, tampoco es para tanto.

—Claro, por la diferencia de qué esto es más importante que el Instituto.

—Ay, Mery, Mery... Tienes que aprender a relajarte y a no tomarte las cosas tan enserio.

Suspiro, miro hacia otro lado y me termino de un trago mi tila. Claudia hace lo mismo con su café. Nos levantamos, llevamos las tazas a la barra y salimos de la cafetería.

De camino de vuelta a las habitaciones de las chicas, a Claudia la lanzan unos cuantos piropos. ¡Madre mía! ¡Si solo es el primer día! No quiero ni imaginarme cuando llevemos más tiempo.
Por fin entramos en nuestro pasillo y acaban los piropos.

—Voy a llamar a mis padres, quedamos en una hora para ir a comer- me dice Claudia mientras saca la llave de su habitación. 

—Vale.

Abro mi habitación y entro. Me tiro a la cama, estoy muy cansada. Esta noche me acostaré pronto.

Voy a coger mi portátil, cuando, en ese momento oigo un grito en el pasillo. Conozco esa voz y sé que ese grito es de Claudia. 

Salgo corriendo para ver que ha pasado. Veo que está a la puerta de su habitación, y, ¡completamente llena de gelatina por todas partes!. La cojo de la mano y tiro de ella para dentro de su habitación cerrando la puerta. Creo que he actuado lo bastante rápido para que nadie se haya dado cuenta de que el grito era nuestro y para no llamar la atención el primer día en la Universidad de los Estados del Valle.  

Nuestro pequeño secretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora