CAPÍTULO 1

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Alicia

Apenas he podido dormir pensando en mi primer día de Universidad, no he parado de dar vueltas en la cama. Suena el despertador, son las seis y media de la mañana. Ir a la universidad de los Estados del Valle es un sueño que llevo esperando desde que tenía muy claro que quería sacarme la carrera en Administración y Gestión.

Recuerdo perfectamente el día en que mis padres me dieron la noticia, para mí estaba siendo un día normal. Me encontraba tumbada en la cama de mi habitación, leyendo algún que otro libro de los muchos que se encontraban en mi estantería, cuando alguien llamó a mi puerta. Al abrir no había nada, excepto unas flechas a lo largo del pasillo que indicaban un camino. Me hice a la ventura y seguí las indicaciones hasta finalmente llegar al destino. En el salón de la casa en la que llevaba viviendo desde que nací se encontraban mis padres y mi mejor amiga.

-Te voy a echar mucho de menos. -Dijo Esther dando un paso hacia mí.

-¿Qué estás diciendo? ¿Qué pasa? -no entendía nada de lo que estaba sucediendo.

Mis padres se apartaron y dejaron ver unas maletas que escondían tras ellos. Podía ver perfectamente como a mi madre se le escapaba una lágrima por mucho que intentara ocultarlo.

-Alicia, creo que es hora de que vayas haciendo tus maletas - añadió mi padre de repente con expresión triste. No entendía que pasaba ¿por qué tenía que hacer mis maletas? ¿nos mudabamos? No, si nos mudaramos mis padres me lo habrían dicho antes. ¿Qué estaba pasando?

-¿Por qué? ¿Nos mudamos? -pregunté sin entender nada.

-Nosotros no, tú si. -La tristeza en la cara de mi padre desapareció reemplazandose por una sonrisa. - ¡Te han aceptado en la universidad!

En ese instante noté como mi corazón no paraba de latir y estuvo a punto de salir de mi pecho. Los tres me abrazaron mientras intentaba asimilar la gran noticia que acababan de darme.

El resto del día lo pasé en el centro comercial con Esther, teníamos que aprovechar los pocos momentos que teníamos hasta que me marchará a la universidad. Me contó que también le había cogido a ella en el centro en el que echó plaza, y aunque me alegré por la noticia me entristeció que fuéramos a separarnos después de tantos años juntos.

-Alicia, date prisa. -Grita mi madre desde la planta baja de la casa.

-Si mamá-

Salgo de mi cama y abro la ventana, me encanta el aire fresco de la mañana aunque se sigue notando el verano a mediados de septiembre. Me dirijo al armario y cojo las cosas que dejé preparadas durante la noche anterior antes de irme a dormir para darme una ducha. Apenas tardo quince minutos en ducharme cuando oigo la voz de mi madre al final de las escaleras.

-Saldremos en una hora -informa y desaparece en la cocina.

Me pongo un vestido azul con estampados blancos que me cubre por encima de las rodillas y unas manoletinas blancas a juego del vestido. Entro de nuevo en mi habitación y me dirijo al escritorio, sacando del primer cajón un folio en blanco. Tras unos segundos comiendo a escribir.

Una carta para mi

Querida yo.

No sé que habrás hecho de mi, bueno de ti, digamos que de nosotras. Tan sólo quiero saber, siendo consciente de que nunca sabré esto con dieciocho años, si te habrás conseguido enamorar, muy a mi pesar, o si habrás conseguido el trabajo con el que tanto soñabas, si sigues mordiendo el bolígrafo cada vez que escribes o si sigues creyendo que los días malos se mejoran con un café y un libro cerca de la chimenea o el simple hecho de que siga saliendo el sol en invierno te alegre los días.

Espero que no hayas perdido la costumbre de conservar a quien merece tu tiempo y que sigas sabiendo distinguir quien no, quieras o no, por ellos eres quien eres. Ojalá hayas encontrado tu lugar, y quién esté se lo haya ganado a pulso y te haga la persona más feliz de este mundo. Jamás dejes que nadie te pase por encima, nunca lo has hecho, ahora menos. Y si quieres algo ve a por ello hasta que no te quede piel por dejar.

No sé si esto lo llegarás a leer algún día, lo meteré en algún libro de amor adolescente de esos que tanto te gustan. Me alegra esperar que sigas siendo fiel a ti misma.

Te quiero, quiérete.

Posdata: La muerte está tan segura de su triunfo que nos da una vida de ventaja, así que tú puedes hacerla tan feliz como quieras.

Dejo el bolígrafo a un lado y cojo un libro de la estantería, Perdona si te llamo amor de Federico Moccia. Lo abro por la mitad y introduzco el folio doblado en su interior con la esperanza de que algún día cuando lo necesite y menos lo espere encuentre esta carta y vea cómo ha pasado el tiempo.

Mi madre llama a la puerta de mi habitación y me saca de mis pensamientos.

-El desayuno está listo cielo. -Me dedica una sonrisa y me abraza.

Asiento y devuelvo el libro a su lugar. Cuando salimos por el pasillo ya se percibe el olor a huevos y baicon que mi madre ha preparado, entramos al comedor y todo tiene una pinta exquisita.

Degusto el magnífico desayuno que mi madre ha preparado, intentado controlar mis nervios mientras me meto a fondo en mis pensamientos. Sé que hay gente que está en estos instantes en la misma situación que yo, preparándose para su primer día en la universidad de los Estados Del Valle. Me pregunto si ellos tendrán los mismos miedos que yo, entre el que destaca no hacer amigos. Termino de desayunar y ayudo a mi madre a recoger todo.

-Papá te ha dejado una cajita en el mueble de la entrada, pero ha dicho que no la puedes abrir hasta que no vayas a salir de casa. Luego cuando te instales en tu nueva habitación de la residencia te llamará para ver que tal va todo.

Asiento. Doy un beso a mi madre y me dirijo al cuarto de baño. Observo mi cara en el espejo, tenía pensado recogerme el pelo en una coleta, pero decido que lo mejor será dejarlo suelto. Abro el estuche de maquillaje que me regaló mi mejor amiga para mi cumpleaños y me pinto un poco la raya del ojo, no demasiado.

Esther empieza mañana la universidad y está tan nerviosa como yo. Ayer estuvimos toda la tarde intentando tranquilizarnos la una a la otra pero ambas fracasamos en el intento. Recuerdo que la prometí que la llamaría para contarle todos los detalles sobre mi residencia, ya que ella tendría que esperar un día más para conocer la suya. No puedo creer que vayamos a estar tan separadas, me paso la mayor parte del tiempo con ella y a partir de ahora sólo hablaremos por teléfono y nos veremos en vacaciones.

Termino de maquillarme y lo guardo todo en mi maleta, echando un último vistazo para asegurarme de que lo llevo todo. Llego al salón y mi madre ya me está esperando en la puerta. Tiene en la mano una caja pequeña de color rosado con un lazo blanco que la envuelve, debe de ser de la que me habló antes. Me pregunto que será. Mi padre no es que me haga muchos regalos, básicamente porque tampoco quiero que me regalen nada, con lo que tengo me basta y no me gusta la idea de que se gasten dinero en cosas que no voy a utilizar.

Mi madre me mira emocionada y me entrega la misteriosa caja. Tiro del extremo del lazo blanco y levanto la tapa. Miro en el interior y ... ¡no me lo puedo creer! ¡Nunca me hubiera esperado ese regalo en mi primer día de Universidad !

Nuestro pequeño secretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora