Capítulo 37 parte 3

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***

Candela volvió del recreo y leyó el ambiente de su curso en menos de segundos. Los mismos de siempre desde hacía seis años, lo que duraba la secundaria en aquella provincia de tierras húmedas. Sebastián hablaba con Agustín con un poco más de energía. Aprovechó para leer de lejos los escritos de los márgenes y, además, vio al lado de aquellos mensajes el papel amarillo y rojo de un bombón. Cuando se dio vuelta para acomodarse mejor en el banco se encontró con Santiago, que llegaba del receso, preocupado por desenvolver un chocolate con los mismos colores que el rubio tenía en la mesa. Antes que Santi pudiera comérselo se lo sacó de un manotazo y de un momento a otro logró zampárselo en la boca. No le importó reírse, con los dientes manchados de chocolate, por la cara malhumorada de Santiago.

—Ah, pero te sarpás en pelotudísima —la puteó sin creer en la inmadurez de la chica con las cejas levantada y los labios mordidos por la rabia.

—Ay, no es para tanto, nene —lo cizañó.

—Más vale que después me compres uno —se empacó y se sentó en su lugar.

Prefirió darle la espalda antes que se le escapase la gracia que un poco le dio la situación. Igual y se aseguró que seguía de malhumor, enojado. Tampoco se le fue el malestar de siempre por unas palabras que cruzó con el pibe de al lado. Obvio que no se le menguó el mal talante por el plan que tenía a la salida de la escuela con Sebastián.

—No, mi amor, yo solo le compro bombones a mi novio —le retrucó Candela a las risas y más cuando notó que Sebastián aprovechó que nadie lo miraba para esconder el papel que tenía en el banco.

—¿Es verdad eso, Colorado? Yo te veo bastante cagado de hambre —se sumó al ambiente Seba. Si algo lograba que se olvidase del cachetazo de Joaquín era molestar a Santiago y también a Candela.

—Obvio que miente —postuló su verdad con aires de grandeza, pero su tamaño pareció encogerse ante la mirada asesina de la chica.

—Ah, claro, sí, porque vos me regalás un montón también. No me hagás hablar —las palabras del amigo de su novio la llevaron a reanudar ora vez la discusión de bien temprano en la mañana.

—Sí, sí, todo muy lindo y entretenido que te pelees con el bobo de Mateo, pero en el segundo recreo quiero que me devuelvas lo que me comiste —le reprochó Santiago ya más embroncado que preocupado por las palabras de Candela. Sin embargo, la piba ya se encontraba comprometida en una discusión de reclamos y muchos gestos con el novio.

—Acá estoy —le contestó Sebastián rápido y audaz —No te tiene que devolver nada, taradito.

—Callate la boca, vos —dijo otra vez con los colores por el cielo, desconocía si era porque hacía referencia a esa vez que Candela y Sebastián se dieron un beso o porque alguien podía escucharle la picardía y entender el contexto.

—Eh...

—Mirá no digas nada, porque ya te conozco —se apuró antes que empezara con aquellas chicanas cargadas de dobles sentidos.

—Cierto que límites, límites —se sonrió antes de esconder la cara entre los brazos otra vez.

***

Se levantó el puño verde del buzo de hilo para liberarse la muñeca. La una y cuarto le marcó el reloj. Se fijó en los grafitis que rodeaban las paredes de ese baño. Le parecía un asco sentarse en ese inodoro, pero matar el tiempo parado no era una opción. Otra vez necesitaba calmarse y estar solo. Respirar profundo y prometerse que todo estaba bien, nadie sospechaba nada, nadie lo miraba raro, nadie sabía nada. No podía controlarse como antes. Esa era su nueva preocupación. Ante cualquier problema o situación que rodeaba al pibe de su malestar le salía ocuparse y no medía sus acciones. Se le desbordaba el cuerpo. Ya no le salía disimular como antes, la mesura no le regulaba la cabeza ni las palabras. Rebuscó en el bolsillo y se sacó el bombón que con disimulo le regaló Sebastián en el tercer recreo. Volvió a guardárselo, quería dejarlo para la noche. Su postre en el cuarto, ya solo y con una sonrisa estúpida que se animaba a mostrársela a Perri y únicamente a Perri.

Detrás del odioWhere stories live. Discover now