Capítulo 7: Ese mayordomo, ejecuta.

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  — Bien, pregúnteme conde  — Accedió, balanceando la copa de cristal que tenía entre sus dedos y haciendo que su rojo contenido oscilase.

  — Recientemente ha habido algunos incidentes en su fábrica... Quiero saber que tiene que decir al respecto — Dijo Ciel, manteniendo una actitud serena.

  —  ¿Qué clase de incidentes? Especifique —Pidió, esbozando una vaga sonrisa.

— Desapariciones. 6, en concreto. Sebastian, los nombres — Ordenó Ciel, a a vez que le dirigía la mirada.

— Thomas Lekker, Arthur Wyclif, Allen Cromwell, Dave Nell, Adrien Payne y Charles Lowell  — Recitó el mayordomo, casi en automático. Tenía una memoria demencialmente buena.

Ciel le esbozó una leve sonrisa falsa al sujeto y lo miró con interrogante, esperando su respuesta. Los dedos del hombre  se tamborilearon en la mesa. 

  — Sería más cómodo que pudiéramos hablar a solas —Su mirada viajó de Ciel a Sebastian unas cuantas veces de manera poco disimulada.

El conde hizo un mohín de disgusto. ¿Quién se creía él para echar a su mayordomo así como así? Odiaba que la gente decidiera darle órdenes a Sebastian solo por tener un rango más alto que él. Su mayordomo solo podía recibir ordenes suyas, de nadie más.

  — Puedo retirarme si usted lo requiere. ¿Joven amo...?  — Sebastian miró a Ciel, pidiendo aprobación para obedecer. 

¿En serio iba a hacerle caso? Ciel se frotó el puente de la nariz, soltó una queja vaga entre dientes que solo él pudo alcanzar a oír y asintió con la cabeza. Después de todo, si estaba en problemas sabía que su mayordomo siempre vendría en su rescate, eso no presentaba ningún problema. Lo que realmente le molestaba era que siguiera órdenes ajenas. Sebastian asintió levemente con cortesía y salió de la estancia cerrando la puerta tras de sí con suavidad, desembocando en un silencio absoluto. Moore pasó la mano por su espesa barba y miró al muchacho.

  — Bien... ¿Tiene... Algo que decir al respecto? — Inquirió el chico para seguir con el tema, a la vez que mojaba un poco  sus labios con el líquido escarlata de su copa, sin llegar a beber ni una gota. Era sumamente desconfiado; jamás probaría ni un bocado en una situación como esa. Claro, que había que aparentar normalidad y, para su regocijo o su desgracia—Depende de cómo se mirase—,   era bueno fingiendo.

  — Verá, conde... Había estado esperando su visita — Dijo Moore, haciendo que Ciel adoptara una expresión de desconcierto.

 "¿Qué?".

Los labios de Moore se curvaron en una sonrisa, mientras que Ciel no estaba entendiendo absolutamente nada. Era una sonrisa nerviosa, algo siniestra, a decir verdad. Los dientes eran algo amarillos, los oscuros labios que los enmarcaban finos y las arrugas en sus comisuras no hacían más que remarcarse. Simplemente inquietante.

  — Cuando Victoria me habló de Vincent, creí que sería un hombre sin importancia ni gracia. Pensé que era solo otro lame-botas que cree ser importante sólo por tener un título nobiliario— Dijo, a la vez que se levantaba del sillón y jugaba con el líquido de su copa—. Pero no fue como yo lo esperé. Vincent Phantomhive era un hombre encantador, era la persona más interesante y particular con la que he hablado jamás. Pero así como era increíblemente interesante, también era metódico y calculador. Tenía dos cara totalmente opuestas, el lobo con máscara de oveja. Son las flores más suaves y bonitas las que siempre tienen espinas. Eso es lo que dicen, ¿no?

¿Qué podía tener que ver un hombre como él con su padre? ¿Qué sabía él de su familia? La cabeza del muchacho no paraba de dar vueltas, no entendía de lo que él estaba hablando. Tragó en seco. La verdad es que nunca conoció realmente como era su padre, era solo un niño, se le habían ocultado demasiadas cosas.

Ese mayordomo, tentado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora