Capítulo 24. ¿Irias al baile conmigo?

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El día de la selección había llegado finalmente. Todos se encontraban sentados en el comedor esperando quienes iban a ser los tres campeones, y por más que era el Caliz quien decidía, todos tenían una pequeña expectativa de quien iba a ser partícipe del torneo.
Para Durmstrang ganó Viktor, de Beauxbaton fue elegida Fleur Delacour, y de Hogwarts, Cedric.
Nadie se esperaba lo que ocurrió después.
-Harry Potter.- murmuró Dumbledore y todos guardaron silencio.- ¡Harry Potter!.- repitió.
El joven estaba más pálido que de costumbre, se paró lentamente y caminó temblando bajo la mirada acusatoria de todos, o bueno, todos menos una.
-Para finalizar, la señorita Snape a aceptado a participar en el torneo como guardiana de nuestros jóvenes.
Ella se levantó y se dirigió a la puerta por donde habían entrado los campeones recién mencionados. Tenía un semblante serio y preocupado, sus mejores amigos iban a estar en peligro constantemente, y el hecho de que Harry hubiera entrado en la competencia le sabía mal.
-Christal?.- llamó Fleur al ver a la chica en ese estado, pero no respondió, solo mantuvo la cabeza a gacha en todo momento, hasta que los adultos irrumpieron interrogando al pobre muchacho de catorce años.
-Christal, alguna idea?.- preguntó Dumbledore.
-Si señor, tengo mis sospechas, pero preferiría hablarlo a solas con usted.- los jóvenes se sorprendieron al escuchar a su amiga hablar tan formal.
-Muy bien.
-Si me disculpan.- hizo una inclinación con la cabeza y se marchó.
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-Hey, Chris... Christal...- llamaba Hermione moviendo la mano frente al rostro de la chica.
-eh? Qué...?.- ella salió de sus pensamientos algo confundida.- Lo siento Herms, qué decías?
-Te ocurre algo? Sabes que puedes confiar en mí.
-Siendo sincera, no tengo ni idea, hay algo que me incomoda... Quizás solo sean imaginaciones mías y sea que me está por llegar.
-No lo creo, es la primera vez que te veo así.
-Si... En fin, voy a tomar un poco de aire, nos vemos luego.
-Cualquier cosa dime.- Christal le sonrió en respuesta y se marchó.
Mientras caminaba por los pasillos se cruzó con Harry que andaba algo molesto.
-Harry, te encuentras bien?
-Si, perfecto, no podría encontrarme mejor.
-Deja el sarcasmo a un lado.
-No los viste?
-Ver qué?.- no entendía nada.
-Mira en las capas de los demás.
-.... Serpientes rastreras de alcantarilla.- murmuró con  asco al ver los pins que tenían los demás alumnos.
-Tengo que decirte algo que me enteré.
-Y qué es?
-Busquemos a Cedric y les digo a ambos, es respecto al torneo...

-Cedric!.- llamó Christal.
-Hola Chris, hola Potter.- saludó ignorando a sus amigos.
-Podemos hablar?.- preguntó Harry.
-Si, claro.
Se alejaron un poco y Harry comenzó a contarles sobre lo que sabía de la primera prueba.
-Vaya, eso no lo esperaba.- murmuró la chica.
-Yo tampoco... Gracias por avisar Harry.

Ambos jóvenes de catorce años se marcharon, pero pasaron por donde estaba Malfoy y su pandilla de perros falderos que aparentemente no tenían vida.
-Hey Potter, hicimos una apuesta con mi padre.- bajó del árbol.- Él dice que no duras diez minutos, yo dije que no tardarás ni cinco.
-Sabes qué Malfoy? Tu padre es un idiota, y tu un bufón.- amenazó Harry, por lo que la rubia enojada sacó su varita, pero no pudo decir ni un hechizo ya que el profesor Moody lo convirtió en un hurón.
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La primera prueba ya había ocurrido sin muchos problemas, a excepción de Harry que había salido levemente herido.
Christal se hallaba cada vez más en su mundo, apenas si prestaba atención en las clases, y su caracter era cada vez más frío, haciendo que los de su alrededor comenzaran a preguntarse que le sucedía, pero ni ella misma tenía la respuesta.

-Christal....- oyó en alguna parte. Cuando volvió a la realidad se percató que todo el salón la estaba mirando y Minerva tenía una seria preocupación en el rostro.- Te encuentras bien?
-Y-yo.... y-yo....- tartamudeó y agachó la cabeza algo avergonzada.- Si, en perfecto estado.- murmuró, aunque era notable que no era cierto. Tenía grandes ojeras bajo sus opacos ojos de los cuales antes desprendía un bello brillo, su cabello reluciente y cambiante, ahora estaba completamente apagado y sin vida, su hermosa tez padecía de un tono grisaceo por la falta del sol, la voz melodiosa que tenía al responder de manera sarcástica o al simple hecho de hablar, se volvió completamente seco y cortante.
Minerva miró a los amigos de la chica de forma preocupada, pero en vez de encontrar una respuesta, se encontró con el mismo interrogante. Ni siquiera sus más cercanos podían saber que era lo que le ocurría y eso les preocupaba. La mujer decidió acercarse y murmurarle que vaya con su padre que seguramente necesitaría ayuda, y, a regañadientes, se levantó y marchó al lugar mencionado.
Su forma de andar era como la de un alma en pena, silenciosa y vacilante, siempre andando entre las sombras, como si tuviera miedo de salir a la luz.
Finalmente llegó a uno de los tantos salones de las mazmorras y con un leve golpe en la puerta, entró en la habitación para dejar ver a todos los integrantes de la casa de Slytherin a partir de cuarto año. En el medio de la habitación se encontraba Snape con su típica vestimenta negra y su duro tono de hablar. Este se encontraba de espaldas, por lo que cuando oyó la interrupción, no ablandó su voz, sin embargo, eso cambió al darse la vuelta y ver a su hija, tan débil que parecía que se rompería con cualquier tacto.
- La profesora Mcgonagall me dijo que quizás necesitarías ayuda con algo.- susurró a modo de disculpa por la interrupción. Le resultaba muy incómodo que todos la estuvieran mirando, los de cursos superiores la miraban con una enorme tristeza, los de su mismo año la miraban con aire de superioridad, aparentemente ella no era tan fuerte como había aparentado.
-La clase se termina por el día de hoy.- ordenó Severus e inmediatamente todos se retiraron de manera ordenada.- Sígueme.- ambos caminaron en la penumbra hasta la habitación del mayor. Christal creyó que iban a estar a solas, pero se equivocó. Allí mismo se encontraban sus primos junto con su madre. Sus rodillas comenzaron a temblar al igual que todo su cuerpo, no podía verlos directamente a la cara, no después de lo que había hecho, comenzaron a salir lágrimas de una manera brutal, finalmente se permitió llorar luego de la última vez, se estaba descargando, sentía tanto dolor, tanta rabia, tanto rencor, se sentía tan estúpida por no haberse resistido o haber luchado para salvar a su primo, estaba avergonzada de su acto. Se sacudía de manera cada vez más violenta, no podía parar y si es que lograba decir algo, solo negaba con la cabeza y pedía disculpas, pedía que pudieran perdonarla por aquel terrible acto.
Luego de unos segundos de haber estado de ese modo, sintió unos cálidos brazos a su alrededor.
-Por favor Chris, no llores, no es tu culpa, nada de lo que ocurrió ese día fue tu culpa.- le susurraba Meredith al oído mientras dejaba salir unas cuantas lágrimas.
-De verdad lo siento mucho, soy una terrible persona, lo siento.- decía de manera entrecortadas Christal.- Debí dejar que me mataran ese día... de esa forma Jason seguiría aquí, es todo mi culpa.
-Christal, quiero que me mires y me escuches muy bien- hizo una pausa antes de continuar- eres la persona más valiente que he conocido, has pasado por mucho para ser tan joven, la muerte de Jason no fue tu culpa, si no de los mortifagos- Severus se tensó un poco al oír esas palabras- y estoy segura de que a mi hijo le hubiera encantado verte convertir en una bella y talentosa mujer, él hubiera querido lo mejor para tí...
- él se sacrificó por mi!- gritó histérica- lo asesiné para salvarme! Me obligaron a matar a una de las personas que más quiero y no hice nada al respecto!
- Ya se que se sacrificó por ti, linda. Y crees que estando en este estado le alegraría? Su muerte no fue en vano, fue injusta, pero no en vano...
Christal tomó asiento, estaba asimilando las palabras, estaba en shock.
Luego de estar unas horas hablando fueron al comedor, entrando todos juntos. Meredith fue con Severus y Christal junto con sus primos a la mesa de Gryffindor. Ella aún tenía rastros de lágrimas y su estado era deplorable, aún así, nadie hizo preguntas, algo que agradeció.
De regreso en la sala común, a punto de retirarse a la cama, una mano la detuvo.
- Orión- murmuró levemente sorprendida.
-Se que no es un buen momento ni que la estas pasando bien y que algo te sucede pero no lo dices, y lo que te voy a preguntar esta muy fuera de lugar y quiero verte sonreír,  así que te pido por favor que no me golpees- dijo de manera rápida antes de tomar aire y soltarlo lentamente- irías al baile conmigo?
Orín estaba nervioso y ella no respondía. Luego de unos minutos,  sonrió, era una pequeña sonrisa pero por lo menos era algo.
-Claro que sí,  idiota. Ven aquí, dame un abrazo.
El chico estaba realmente aliviado, sentía que, con esfuerzo y paciencia, poco a poco recuperaría a la chica que estaba enterrada bajo una gruesa capa de dolor, odio, temor y rencor.... Él haría lo que fuera necesario por ella, por la chica que quería.

La Hija de Severus Snape [Cancelada temporalmente]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora