Capítulo XXVII

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"Azabache como las sombras que acechan en la noche"

Annelisse miró al magnifico corcel y con ayuda de Cristopher subió sobre el animal. Se acomodó de lado y preguntó: — ¿Por qué no me acompañarás? El sol ya no es ningún impedimento para ti.

Christopher mantuvo un silencio perturbador, desde la pasada noche y la visita inesperada de su hermano, su humor cayó en picada y lucía tremendamente preocupado. Además, su decisión de no acompañar a su querida Annelisse se debía al terrible inicio que tuvo con su padre y no deseaba ver su rostro de nuevo.

  — No creo que sea agradable para tus padres y hermanos el verme de nuevo, además, para mí tampoco lo es, prefiero ahorrarnos molestias a todos. 

La joven asintió y miró al sirviente de Christopher que la acompañaría, asintió para indicarle que podrían marcharse. El hombre de cabello blanquecino y ojos azules no titubeó, con una sacudida, hizo andar al caballo y comenzaron su travesía.

Annelisse guardó para sí la indescriptible emoción en su interior, se sentía eufórica y quería ver a su hermanos, les añoraba muchísimo. 

Cabalgaron en medio de la brisa y los enormes árboles, la naturaleza les envolvía satisfactoriamente y resguardó el corazón de Annelisse. El relicario golpeaba contra su pecho ante el galope del animal  y ella respiró profundamente.

Pero, en el castillo, Christopher se paseaba una y otra vez frente al felino, Celic, quién lo observaba exacerbado. 

  — ¡Ya basta! ¡Tu malévolo hermano no vendrá! — soltó Celic antes de crisparse para luego lamer una de sus patas delanteras, como si nada ocurriera — Además, a esa niña ingenua y boba no le pasará nada — aseguró. 

 El vampiro rodó los ojos acostumbrado a la diatriba constante del minino y se dejó caer en el sillón de la biblioteca. 

  — ¡Stephan Jakov es capaz de cualquier cosa! Y está detrás de lo que me pertenece, no dejaré que le haga daño a Annelisse. 

El gato se mostró sorprendido por el tono alterado de la voz de Christopher, el jamás perdía sus estribos de esa manera. Suele mostrarse impávido, como si nada le perturbase.  Celic dejó  de lamer su pata y sonrío.

  — Ella dijo que no tardaría — agregó.

Annelisse se bajó del caballo con ayuda del sirviente de Christopher e hizo un ademán para que él supiera que podía marcharse por ahora. La joven se acercó titubeante a la puerta del que solía ser su hogar. 

Sus manos temblaban ligeramente mientras tocó y miró las nubes arremolinándose en el cielo.  

Dos golpes ligeros resonaron en el interior... La puerta fue abierta rápidamente con un chirrido oxidado y la mujer que abrió se quedó sin palabras. Era como ver un fantasma, etéreo, como un recuerdo. 

  — Annelisse — susurró  Nicolette Anghel sin creer realmente que su hija estuviera ante ella, cuando la había dado por muerta hace mucho.

Ella sonrió, parecía la misma curiosa, inocente e intrigante chica que había criado y amado, aunque sus ojos poseían un brillo conocedor, abrumador... que solo puede ser adquirido con la experiencia. Y aunque fuera de su carne y sangre, no podía aceptarla, seguramente su cuerpo había sido profanado y su mente ahora debía estar plagada de artimañas oscuras, supuso Nicolette.

 Iba a cerrar la puerta con prontitud cuando la joven se interpuso y entró sin mediar en la estancia. La mujer comenzó a retorcer las manos en el delantal que llevaba, estaba terminando de preparar una dichosa comida... Cuando la joven que solía considerar su hija llegó e irrumpió en su morada.

No pudo evitar sentirse nerviosa.

Su hija fue robada por un ser diabólico.

Un vampiro.

Ya no era su hija.

La mujer comenzó a recitar en su mente una plegaria una y otra vez... Abrió la boca para pedirle que se marchara cuando una conmoción se escuchó desde la escaleras. Los ojos de la mujer y de Annelisse se movieron en busca del sonido. 

Lucas había soltado un vaso y este estaba hecho añicos en los escalones.

  — ¡Annelisse! — soltó el joven alarmado, comenzó a retroceder en las escaleras, sacó de su camisa suelta un dije en forma de cruz y lo apretó firmemente en su mano derecha. 

Annelisse sintió el rechazo como una amargura espesa en su interior. Frunció el ceño y miró el suelo, con la esperanza de que su familia la viera como la niña que solía ser... Aunque era demasiado tarde. A sus ojos debía pertenecer a la oscuridad y la maldad, se sentía como una intrusa, como un criminal que esperaba su sentencia en la horca. 

Annelisse alzó la mano para tocar el hombro de su madre, pero la mujer se apartó, casi tropezando. La joven miró su pálida mano, las lágrimas reuniéndose en sus ojos grises. Alzó la mirada y vio el terror reflejado en los ojos de su madre, la mujer que le había dado la vida. 

Su corazón se marchitó.

Una oscuridad dolorosa se asentó. 

Annelisse le dio una última mirada al lugar que había considerado su hogar, las paredes que la había visto crecer, los antiguos retratos que adornaban las paredes. Todo tan peculiar  y propio... Ya no era parte de eso. 

Ella giró sobre sus talones y caminó hacia la puerta lentamente con la esperanza de que su madre o hermano tuvieran un momento de lucidez y la detuvieran... Pero no ocurrió y la puerta se cerró sin sonido alguno tras su salida. 

Annelisse observó al caballo que había atado a las afueras de la casa, se trataba de una lúgubre despedida, era momento de decir adiós. Jamás en su vida se había sentido repudiada, no querida y... hasta temida. 

Una solitaria lágrima descendió por su mejilla.

Sería la última que derramaría por haber abandonado a su familia.

Era hora de despedirse de su humanidad, decidió con firmeza la joven al subirse, por primera vez, sin ayuda al enorme caballo. La aflicción de su corazón fue reemplazada por la cólera y guió al caballo hacia las afueras del pueblo sin esperar al sirviente de Christopher. 

Sus pensamientos estaban llenos de tristeza y odio.

El animal tomó velocidad y se adentró en el frondoso bosque, zigzagueando entre troncos gruesos. El viento causaba que las ramas de los árboles chocaran entre sí, además de eso, solo había un silencio sepulcral y de un momento a otro, un gruesa cortina de lluvia cayó. Como si la naturaleza reflejara los ánimos decaídos de la joven, el viento rugió y la lluvia estremecía el bosque sin piedad. 

Annelisse intentó controlar al animal, pero este había adquirido una actitud inquieta, hostil e incontrolable. 

Tomó con fuerza las riendas, pero el animal corría despavorido y no prestaba atención al peligro que se avecinaba. 

Annelisse notó una figura difusa en la distancia, aunque se aclaraba conforme el corcel avanzaba. Parecía tratarse de una mujer, más aún, parecía un demonio, oculta por una túnica oscura en medio de la tempestad. 

El caballo se detuvo en seco y Annelisse se lastimó gravemente al sostenerse para no salir despedida por los aires. Ella gimió de dolor y vio como su muñeca comenzaba a hincharse. La mujer se inclinó sobre ella como un ángel de la muerte y Annelisse solo pudo gritar al ver su ojos carentes de color, solo una espesura blanca. 

N/A: ¡Hola! ¿Qué te pareció el capítulo? Espero les guste, recuerden comentar, votar y seguirme <3 ¡Besos! 

Oscura Obsesión (Corazones Oscuros #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora