63. Sueños de gran ciudad

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—Lo sé, pero es tan difícil —me quejé como niña pequeña y luego gruñí como un ogro siendo apuñalado con una motosierra (no sé porqué pensé eso, pero así es como gruño, como zombie muriendo en una trituradora...no debí ver películas de terror)— . Es que lo veo, y sabes que es un escorpio porque tiene todo ese magnetismo alrededor de él, es tan...—gruñí sexualmente (les estoy dando una clase de gruñidos, ¿no?)— pero si sólo fuera eso, sería sencillo. Me siento tan rara, como cuando quieres comerte toda una cubeta de helado porque sabes que lo amas, pero sabes que si lo haces, te hará daño...y terminarás vomitando...o quizá te desmayes, y el doctor dice que eres intolerante a la lactosa...

—Estás tan enamorada —Joan sonrió y yo le di otro empujón casi gruñendo de la ira.

—Puede que sea verdad...puede que no...nadie merece que le digan "Te amo, creo" —me tapé la cara con ambas manos y negué con la cabeza— . Por el amor de Afrodita, ¿por qué soy así?.

—Le tienes miedo a perderte en alguien y que luego termine alejándose, como ha sucedido antes —Joan me hizo levantar la cabeza para mirarla, me sentía como una niña hablando con su madre.

—Él ya no me quiere, sería patético querer regresar con él...voy a salir con alguien más —gruñí al techo como si fuera a llorar como bebé— . Al demonio.

—¿En serio? Entonces, hagamos algo —Joan puso su mano encima de la mía para que le pusiera atención— . No sé cómo tienes tanta suerte, pero Megan dijo que irían a la playa para celebrar no lo sé...creo que el equinoccio de primavera que va a auspiciar, ya lo adivinaste, Nikki.

—Genial, últimamente ya no me invitan a nada porque ya no soy la misma "salvaje" —hice comillas y luego comencé a murmurar en voz baja los pocos insultos que había aprendido en ruso de la niñera de quince que tuve cuando tenía cuatro, los gritaba a su teléfono, al televisor y a June cuando terminaba haciendo un desastre.

—Esta noche, seremos como dos policías de incógnito —Joan se levantó y le guiñó a su reflejo en el espejo detrás de mí— . Vamos detrás del sospechoso al que tanto has buscado.

—No creo que sea lo ideal, mejor me quedo en casa —me quedé mirando mis zapatos como solía hacer en la escuela, y Joan me haló del brazo para que me levantara— . Creo que ese tema de ir para mostrarle de lo que se pierde, está mal, es algo sexista, algo bajo, algo que no haría, sé mi valor...

—No te estoy diciendo eso —Joan rió y comenzó a jugar con mi cabello— . Sé tú, es lo genial de ser Alexandria, un carisma brillante, único.

—Bien, pero lo hago para cerrar el ciclo —sonreí a Joan y ella dio saltitos de alegría, comenzó a halarme con ella hacia su habitación, sin duda quería que se lo dijera todo, aunque no sea tan comunicativa cuando se trata de sentimientos. Tenía los dientes apretados en una sonrisa de caricatura, pero al menos me descargué de tantas cosas que no entendía y Joan sí.




—Tengo tantos nervios, tiemblo, tiemblo, tiemblo, moriré —dije con voz agitada a Joan, ella me abofeteó, pero luego me abrazó porque creía que era agresivo...ni siquiera lo sentí, tiene las manos muy suaves— . Iré al Hades de la amistad.

—Y si eso sucede, resurgirás como un hermoso fénix —Joan miró detrás de mí y sonrió— . Todo estará bien, no te preocupes. Aún vas a tenerme aquí, y vas a tenerte a ti, sé que eres fuerte, por eso es como si tuvieras una gemela espiritual que te ayuda a levantar, como una dualidad.

—Genial, debería quedarme aquí a escucharte —dije con una sonrisa nerviosa. Megan entonces apareció detrás de Joan y me empujó.

—¡Anda, cangrejito! —Megan seguía empujándome y empujándome, hasta que vi a Matt solo mirando el mar. Megan se acercó a mí oído, comenzó a susurrar— . Nia está con nosotras, vas a estar bien. Buena suerte.

Single as a Pringle: Tierna pero pesadaWhere stories live. Discover now