Cap. 26

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Ya ha pasado un día desde conocí a ese hombre. Y sinceramente, supongo que es que no tiene dignidad ya que, otra vez, está aquí como que si fuese el rey. ¡Por Dios! ¡Pero si herí su orgullo!

Supongo que quizá se creyó que soy la sobrina del dueño o algo así porque quizá pensaría que solo le hice un favor a mi tío y que en realidad, no trabajo en este lugar.

Su cara al verme me da la certeza de que, en realidad, esperaba mi presencia en este lugar. Me pregunto qué se traerá entre manos. Supongo que nada bueno si realmente está en este lugar otra vez. Tiene una sonrisa maquiavélica en su rostro. Ya le veo la cara de engreído aún sabiendo que lo he herido en donde más le duele.

- Buen día, señorita...

- ¿Qué desea? -pregunto ignorando el hecho de que no le he dicho mi nombre o apellido.

Bien, creo que debí de hacerlo ya que, simplemente, no me había dado cuenta que el hombre buscaría en mis senos la pequeña placa donde aparecen mi nombre y apellidos. Lo lindo es que el hombre, no disimula que está mirando mis senos en vez de la placa que está en uno de ellos.

- Señor, por favor, ¿Podría dejar de mirar mis pechos?

- En realidad, si podría pero no quiero. -comenta con una sonrisa burlona a lo que solo puedo rodar los ojos.

- Mire, va a tener que dejar este lugar antes de que llame a la seguridad.

- No me haga reír, con tan solo mover un dedo yo puedo hacer que a usted la pongan de patitas a la calle y que no vuelva a trabajar en su vida. Puedo dañar su vida con tan solo una sencilla y simple llamada que me tomará solo un minuto, quizá menos.

- Pues no me haga reír. Si usted me está chantajeando es simplemente porque no tiene nada más que hacer. Usted bien podría ir a otra cafetería.

- Y es que sigue haciéndose creer que usted es mejor que yo.

- ¿Quién se cree USTED para creerse mejor que yo?

- Pues yo soy Bastian Evans. Soy el dueño de uno de los más importantes edificios de este estado.

- Pues lamento decirle que en California -comienzo pero soy interrumpida por ''Brian
Evans''

- Solo un café, por favor.

Lo miro de mala manera y me dispongo a ir a la barra a buscar su estúpido café. Es un idiota.

¡Si yo nunca lo interrumpí! Es un completo idiota. Pero bueno, soy una simple empleada y debo atender a ese idiota, porque es un cliente.

No puedo creer que viajé Washington hasta California por creer que aquí no habrían idiotas. Pero, al parecer, ese tipo de personas están regadas por todos lados.

Le digo a la muchacha de la barra que me entregue un café y luego de que eso pase, me dirijo nuevamente al idiota. Le dejo la taza del café y antes de que me pueda ir, abre la boca por donde salen solo estupideces.

- Supongo que me vas a ver todos los días porque voy a venir diario a este lugar, a mirarte.

- No soy Megan Fox, pero si quieres te puedo dar una foto para que dejes de venir a molestar.

- No te preocupes. Me gustan cosas frescas. Nada como admirar tu trasero. -dice él a lo que yo abro los ojos como platos y me sonrojo.

Enojada, me retiro de ahí. Continúo haciendo mi trabajo dándome cuenta de la penetrante mirada del hombre sobre mi cuerpo. Me quema la espalda.

Al final del día, me voy. Hoy me voy lo más rápido que puedo, sin dar tiempo a que me inviten a un club. No me interesa. Me dirijo a casa y entro a mi pequeño piso. Cocino algo, veo una película y me acuesto a dormir luego de un tiempo.

Lo malo es que no puedo dejar de pensar en ese hombre. Es tan guapo y apuesto como estúpido e idiota. Suspiro y sin darme cuenta, me quedo dormida.

























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Besos Psicológicos

Maldito Jefe © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora