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Noah

Tiré de las cadenas con todas mis fuerzas. Aullé de dolor cuando la plata me abrasó la piel de las patas y un gruñido feroz se escapó de mí. Escuché atentamente como se partían aquellas cadenas y, con furia, empleé aún más fuerza para deshacerme finalmente de ellas. Aterricé en el suelo sin a penas fuerza para quejarme e intenté relajarme.

Roy me miró y se acercó a mí.

-Ese es el lobo que yo conocía. Este es el alfa de la manada más fuerte.

Mientras recuperaba mi respiración, escuché, a lo lejos, un aullido suave y relajante. Un sonido que erizó mi pelaje completamente. Era melodioso y dulce, aunque la ferocidad de la llamada le daba un toque amargo. Makayla.

No necesitas a nadie. Eres fuerte, demuéstralo. Demuéstramelo a .

Aquellas voces lejanas me relajaron por completo. Iba a demostrarle que realmente era un alfa fuerte. Iba a demostrarle que podía ser tan libre como ella, y que, por lo tanto, no necesitaba apoyarme en alguien para ser yo.

Me levanté, ya en forma de humano. Miré a Roy, el cual asintió.

-Hazlo por todos nosotros, salva a tu manada. Pero, Noah, sobre todo, hazlo por ti. Se consciente de tu fuerza y seas lo que los demás esperan de ti.

Tenía razón. Había estado demasiado pendiente de los demás y me había descuidado. Todos habían hecho conmigo lo que les había dado la gana.

Con los colmillos sobresaliendo por mis labios, me dirigí a las rejas de metal y, sin dilación, las doblé. Me sentía verdaderamente fuerte. Avancé por las escaleras hasta llegar a la puerta, la cual tiré con un solo golpe. El guardia que la vigilaba me miró algo desconcertado, pero enseguida se abalanzó sobre mí. Le empujé y le agarré del cuello. Amenacé enseñando los dientes y le miré a los ojos fijamente.

-Esta es mi manada, las reglas las pongo yo -rugí con voz ronca y grave.

Su cara comenzaba a cambiar de color debido a la presión que ejercía con mis manos sobre su cuello. Le solté en cuanto asintió, luego cayó al suelo y se llevó las manos a la zona lastimada.

Le dejé allí y me di la vuelta. Agucé el oído y el viento me trajo la voz de mi padre. Comencé a andar hacia su voz. Aceleré mi paso. Comencé trotando y acabé corriendo hacia su repulsiva voz. Antes de que pudiese verle, divisé al primer guardia. Esta vez no le servirían de nada. Aceleré todo lo que pude y embestí contra el guardia pillándole desprevenido. Caímos al suelo y él trató de quitarme de encima, me dio un golpe en el costado y se lo devolví en la cara. Su nariz comenzó a sangrar y cuando consiguió ponerse encima de mí, su sangre goteó en mi camiseta. Mis garras crecieron y de un zarpazo, le había arañado toda la garganta. Uno menos. La sangre del hombre comenzó a salir sin descanso. Sacudí la nieve que se había quedado en mi ropa y luego limpié mis garras en ella.

Pasé mi lengua por los colmillos y me fui a seguir el rastro de mi padre. Como era de esperar, alguien le había avisado ya de que yo me había escapado y se había metido en casa. Probablemente había puesto a todo un ejercito en la puerta para esperarme, por desgracia para él, yo no usaría la puerta. Cuando llegué a la zona de las casas, antes de salir al claro, trepé a un árbol. No lo hice con la misma facilidad que Makayla, pero llegué a la cima. De allí, pasé por una rama que caía justo en el tejado de la casa donde estaba la ventada de la buhardilla. Entré sin que nadie me viera y, en la casa, escuché la voz de mi padre. Hablaba con alguien.

-Tú no tienes el derecho de venir a decirme nada, eres una simple humana.

-Tu hijo sabe lo que hace, fue un buen Alfa, no como tú.

She wolf [SHE 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora