5

32.5K 2.6K 101
                                    

Noah solo había estado con él un par de minutos y no le soportaba. Estaba intentando controlarse, pero sabía que llegaría un momento en el que sería incapaz de no lanzarse sobre él. Y ahora encima llevaba a Ian en brazos.

Iba unos pasos tras ellos, resoplando e intentando llamar la atención de Makayla. Por lo visto, aquel chico contaba cosas más interesantes que él.

-Ya casi hemos llegado, dejé a todos los demás en el refugio y vine a buscarte -decía el chico de ojos marrones entusiastas.

-Tienes una pinta horrible, deberías haberte quedado allí -se burló Makayla, levantando una ceja.

Makayla miraba de reojo a Noah de vez en cuando, tan solo para confirmar que seguía ahí.

A lo lejos se podía ver como el paisaje empezaba a cambiar. Los bosques húmedos se volvían blancos y el frío podía sentirse desde la distancia. El más pequeño había empezado a tiritar y la nariz de Mak estaba empezando a coger un color rojizo al igual que sus mejillas. Jack, el amigo de Makayla se acercó más a ella, con la piel de gallina y una sonrisa temerosa en la cara.

-No quiero que tu novio me descuartice, pero hace un frío que pela -sonrió él, tras escuchar la risa suave de la chica.

-Estás de suerte, nadie va a comerte porque no tengo novio.

Y entonces Noah rugió y, en su forma de lobo, empujó levemente a Jack, colocándose en el medio, al lado de Makayla. Su garganta parecía estar tragándose todos los gruñidos, ya que no paraba de hacer ruidos amenazantes hacia Jack, el cual solo se burlaba de él. El lobo respiraba con fuerza y hacía esfuerzos sobrenaturales para no abrirle la garganta al chico. Makayla se apiadó de él y puso una mano sobre su lomo, aunque no le miró. Siguieron andando en silencio, con los labios más congelados a cada paso que daban.

El viento gélido comenzó a soplar. La respiración fuerte de Ian era lo único que se escuchaba. El pequeño comenzó a temblar, su piel pálida casi resaltaba al lado del color de la nieve y su sangre contrastaba a la perfección con los tonos blancos del bosque.

-Ma... má -consiguió susurrar antes de perder el conocimiento.

Y todo pareció venirse abajo. Makayla, tambaleándose un poco, arrancó a Ian de los brazos de Jack.

-Ian, pequeño, no. Ian vuelve. Por favor, lo siento muchísimo diablo. Abre los ojos.

Noah se había quedado congelado, no literalmente, pero poco le había faltado después de ver la desgarradora imagen de Makayla acunando entre sus brazos a aquel niño. Consiguió transformarse y, con lágrimas en los ojos abrazó a Mak y a Ian.

Los tres tiritaban. Dos de ellos lloraban. Uno estaba a punto de alejarse.

-Tenemos que llegar al refugio. Allí podrán curarle -dijo Jack, temeroso de destrozar un momento familiar. Aun así, era la opción más sensata.

Por primera vez en todo el viaje, no recibió una mirada asesina de Noah, si no que este volvió a transformarse en lobo para no pasar frio y asintió. Makayla dejó a Jack tomar de nuevo el cuerpo del pequeño y esta, destrozada y sin fuerzas, se dejó caer en el lomo de Noah, el cual la recibió con cariño.

Probablemente este había sido, era y sería, el viaje más duro de sus vidas. Bajo una tormenta de nieve, avanzaban lentamente hacia el refugio. Ya no les quedaba nada, pero el poder y la fuerza del verano helado comenzaba a llegar a las partes más internas de su cuerpo. Al cabo de unas horas, llegaron a una puerta grande, muy alta y cubierta de hielo. Admiraron la puerta un gran periodo de tiempo. Al fin habían llegado.

Jack abrió las puertas y una brisa de aire caliente chocó contra sus rostros. Avanzaban. Cada paso era más lento que el anterior. El interior de aquel lugar era cálido, de tonalidades naranjas y rosas. La paredes parecían de hielo, al igual que el suelo. Tras seguir el pasillo de la entrada, llegaron a una sala con una mesa bastante grande en el centro.

—Necesitamos un médico —casi gritó Jack al entrar.

El temor de Noah se hizo real en un momento. Tres personas llegaron y tomaron a Ian y a Makayla en  brazos. Les alejaron de él y se quedó solo bajo la atenta mirada de todas esas personas que se encontraban en la sala. Todos allí eran lobos negros, él lo sabía por la mirada acusatoria y de odio que le regalaban la mayoría de los presentes. No se movió del sitio. Jack pareció darse cuenta de su nerviosismo, ya que con cuidado, dio en su lomo unas palmadas.

-Vamos Noah, busquemos la habitación de Makayla.

El lobo blanco accedió y siguió al chico. Al parecer, aquel refugio era mucho más grande de lo que parecía. Recorrieron muchos pasillos, bajaron alguna planta y fueron mirando los letreros de las habitaciones que había escritos en las puertas. Todos los lobos negros parecían tener su sitio allí y se preguntó por qué no vivían allí. Era un lugar seguro, acogedor siempre y cuando fueses un lobo negro, hacía calor y parecía haber comida. Jack pareció leerle los pensamientos.

-Cuando sabes las aventuras que puedes vivir ahí fuera, cuando te has burlado de la muerte más de una vez y sientes que puedes con todo, quedarte encerrado es una tontería. A pesar de no ser aceptados, correr riesgos y ser libres es mucho mejor que esconderse.

Y tuvo sentido. De un momento a otro, se sintió como uno de ellos. Él también quería ser libre. Les entendía a la perfección. Noah recuperó su forma humana.

Jack paró frente a una puerta.

Makayla -Encargada de la alimentación-

-Ella trae comida todos los meses. A pesar de querer ser libres, muchos lobos pasan las noches aquí.

-¿Por eso saqueaba manadas?

-Así es. No lo hace por venganza, simplemente necesitamos comer.

Abrieron la puerta y en seguida una pálida luz azul les cubrió. Era una habitación bastante grande donde se almacenaban muchas cosas, tanto en una mesa pegada a la pared como por el suelo. Un terremoto parecía haber pasado por ahí.

-Voy a buscarte ropa. Ahora vuelvo.

El lobo asintió y se quedó mirando la habitación. La inquietud que corría por sus venas no le dejó mantener su forma humana por más tiempo. Se subió a la cama. Observó los carteles que había pegados en la pared en la que se hallaba apoyada la cama. Había algunas fotos suyas de cuando era pequeña, con su familia, pero luego todos esos momentos bonitos se convertían en periódicos que anunciaban tragedias. Todas ellas tenían un mismo tema. Muertes de lobos negros. Era consciente de que la chica se había pasado mucho tiempo intentando conseguir el respeto merecido hacia los hombres lobos.

Se dejó caer sobre la almohada y se permitió llorar. Hundió el hocico en las sábanas. Aun tiritaba un poco y el calor de la habitación no parecía ser suficiente para él. Necesitaba otra cosa. Necesitaba a una persona en especial que ahora mismo no estaba con él.

Dos golpes en la puerta hicieron que se asustase por unos segundos. Jack entró y le vio allí. El antiguo alfa de la manada más fuerte, llorando. Se le revolvió el estomago al darse cuenta de lo destrozado que estaba aquel chico en aquellos instantes. Pero él no podía hacer nada. Dejó la ropa en el suelo y se retiró, dejándole ahí solo, con sus demonios atacándole cada vez que quería levantar la cabeza.

Y así pasaron las horas, entre llantos y rugidos, aullidos y un dolor en el pecho que no le dejaban moverse. Al final, alguien se pasó por la habitación y le dejó una bandeja con comida. Este se levantó y consiguió volver a ser humano. Se vistió con la ropa que seguía en el suelo y observó las heridas en su cara. El mordisco que Jack le había dado cruzaba su nariz y gran parte de su mejilla derecha. Tenía arañazos en los brazos y un rastro de lágrimas quedaba a la salida de sus ojos.

Comió sin ganas y se preguntó qué iba a hacer cuando volviese Makayla con Ian en brazos. Pensó en lo que harían cuando aquel verano gélido terminase. ¿Se irían a vivir aventuras juntos? ¿Podría ver a Mak todos los días? ¿Tendría el placer de ver crecer a Ian? No lo sabía, y había llegado a pensar que no quería saberlo.

Tras comer desganadamente, se acostó en la cama. Se cubrió con el edredón que su chica habría utilizado alguna vez y se quedó dormido. Y no soñó nada. No tuvo pesadillas. Y se despertó al día siguiente con un ángel llorando en su pecho. Un ángel que llevaba una venda en el abdomen y no mostraba su rostro por miedo a hundirse más. Este ángel se abrazaba a él, así como él se abrazaba a ella.

She wolf [SHE 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora