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Empezaba a hacer calor en aquel lugar gracias al sol que entraba por una pequeña rendija. Era medio día y ella estaba rezando para que alguien bajase y le diese de comer. También tenía ganas de ir al baño y nadie se había molestado en sacarla de allí solo dos minutos.

-¿Puedes acercarte un momento? -preguntó él.

Llevaba todo el día así, ya lo había preguntado, exigido, rogado, suplicado, gritado y susurrado.

-Mira, te voy a pedir por favor que te calles -contestó ella de mala manera, hasta que se dio cuenta de que había dejado de actuar.

-Yo te pido por favor que te acerques -suplicó él, apretando la mandíbula, ignorando las últimas palabras de la chica.

Ella se dio la vuelta para verle la cara y se dio cuenta de que estaba llorando, apretando la mandíbula y cerrando los puños con fuerza. Entonces vio la oportunidad perfecta para retomar su actuación. Se deslizó hasta fundirse con las rejas y se tapó la cara. Frotó sus ojos para que estos se pusieran rojos. Negó con la cabeza para responder al lobo. Movió la boca como si estuviese tiritando.

-Dime que necesitas y acércate, te lo ruego -pidió él aguantando la respiración.

Entendió lo que estaba haciendo. Eran las primeras técnicas para evitar el cambio.

-Te daré todo lo que quieras -volvió a pedir.

-Quiero... Irme de aquí -respondió con voz temerosa-, por favor -susurró.

Él frunció el ceño. Aquella respuesta no le había gustado nada. Dejó de hacer esfuerzos para convertirse, finalmente, en un lobo. Se quedó en su sitio, mirando a la chica. Tras un par de minutos, abrió la boca y aulló. Poco a poco, ella, se dio cuenta de que estaba llorando. No puedo evitar sonreír mientras se volvía a dar la vuelta. La puerta se abrió de inmediato. Tres hombres que aún no habían pasado por allí y una mujer. Dos de los hombres se transformaron y se acercaron a aquel lobo comido por el dolor. Mientras, la mujer se acercó a la chica. El otro hombre se quedó guardando la puerta.

-Hola, ¿necesitas algo? ¿Va todo bien?

-Quiero salir de aquí, por favor -respondió ella, mientras una lágrima falsa rodaba por su mejilla.

-No puedes por ahora, así que si quieres algo a parte de eso... Me gustaría poder ayudarte.

-Necesito ir al baño -susurró la chica, mirando como el gran alfa gruñía a su propia manada. Les estaba amenazando-. Y comer...

-Bien, ahí hay un baño -dijo señalando un lugar sumido en la oscuridad, demasiado cerca de las cadenas del chico- No vayas hasta que se calme. Te traeré algo de comer dentro de media hora más o menos.

Y entonces el hombre que no había cambiado y la mujer se fueron. Vio como los tres lobos seguían mirándose amenazantemente entre ellos y supo que no iba a poder ir al baño si no se largaba, y no traerían la comida hasta que aquel lobo volviese a ser un chico. Se levantó, poco a poco, y dio un par de pasos hasta acercarse un poco.

-Yo... ¿podéis iros ya? -dijo la chica, casi de forma intimidante.

Uno de los lobos que había venido a ayudar volvió a ser un hombre, aunque esta vez se encontraba desnudo.

-Mira niñata, estamos aquí para que este no te pegue un bocado y se arrepienta luego. Vuélvete a llorar a una esquina y deja de hacerte la fuerte.

-No... No vais a... Conseguir nada -replicó ella, llevándose una mano a la boca.

-Bien. Avísanos cuando te falte una pierna. O puedes hacerlo cuando te entre el miedo mejor, no nos perdonaríamos nunca que te pasara algo. Estamos en la puerta.

She wolf [SHE 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora