6. Todo por un beso (Mavis)

859 91 20
                                    

Después de nuestra cita de ayer me da vergüenza mirar a Zeref y estoy enfadada con mi hermano. Es todo perfecto.

Zera está a mi lado con una sonrisa bobalicona, seguramente fantadeando sobre lo que pasó en la cita. Aún no me puedo creer de que no me diese cuenta de que Natsu, mi hermano y ella estaban espiando.

El que Zera tenga un equipo de espionaje profesional me da un tanto de miedo, la verdad.

A pesar de que no estoy atendiendo tampoco me importa mucho porque Ichiya sigue dando gritos sobre mujeres hermosas y perfumes exquisitos. El día que imparta una clase normal será el fin del mundo. Habrá muchos zombies Ichiya gritando «men» por las calles.

Saco una hoja de papel a parte para no arruinar mis apuntes y empiezo a enredar dibujando en ella, necesito distraerme con algo y esto es mucho más efectivo que hacerle caso a muestro pervertido profesor.

Ay, no puedo creer que llorase de forma tan infantil delante de Zeref. ¡Qué vergüenza!

Miro disimuladamente hacia atrás. Oh, no. Zeref me está mirando, nuestros ojos se han cruzado. Me giro de forma un tanto brusca e intento tapar mi sonrojo con las manos.

Me ha sonreído, Zeref me ha sonreído.

Realmente no quiero, pero los recuerdos no dejan de bombardear mi mente.

Cuando nos sentamos en el parque, en frente de la pequeña laguna, empezamos a hablar de hadas. Me sorprendió que a Zeref también le interesara el tema. Todo vino a raíz de nuestra conversación de literatura, que se desvió a Shakespeare, de Shakespeare a Titania y de Titania a las hadas.

En mitad de la conversación sentí un escalofrío bastante desagradable y sé que Zeref también lo sintió, pues en su neutra cara apareció algo parecido a una mueca de molestia.

Sin embargo no le dimos demasiada importancia y seguimos hablando.

Al poco rato, y de tanto hablar, mi boca se secó. Zeref propuso ir a tomar algo a algún lado. Y como en mismo parque hay una cafetería muy mona, fuimos a esa. Nos sentamos en la terraza para ver mejor los cerezos en flor. Habíamos cambiado de tema y ahora hablábamos de música. Fue toda una sorpresa saber que a Zeref le gusta el rock y el metal, yo me lo imaginaba un poco más de jazz.

El pidió un café solo y yo un batido de vainilla.

Estuvimos solamente hasta terminar nuestras bebidas. Pagó él, en contra de mi voluntad pero terminó pagando. Esa tengo que devolvérsela.

Y aquí es cuando llega la parte por la que me da vergüenza mirar a Zeref y estoy enfadada con mi hermano.

En nuestro paseo por el parque nos paramos frente al lago y miramos como la luz se reflejaba en él. Era precioso. La cosa se puso sentimental y empezamos a hablar de nuestros sueños.

Yo quiero ver mundo porque nunca he salido de Magnolia. Él quiere seguir viajando y aprendiendo.

Somos tan parecidos y a la vez tan opuestos que da miedo.

Sigo sin saber cómo y por qué pasó, lo único que recuerdo con claridad son los ojos de Zeref. No me di cuenta de que nos estábamos acercando, no me di cuenta de que me puse de puntillas y no me di cuenta de que Zeref se inclinaba hacia mí.

Tampoco sé en qué momento cerré lo ojos, ni cuando juntamos nuestros labios. Se me hizo eterno, mas era una buena eternidad.

Si hubiera sido mi primer beso, sería totalmente perfecto.

De repente sentí como aportaban a Zeref bruscamente de mí. Al mirar y ver que había sido mi hermano no supe que sentir con claridad. Y no, no fue un sentimiento nada bonito.

Zera y Natsu aparecieron para evitar que Laxus golpeara a Zeref a tiempo, pues lo único que fue capaz de hacer mi hermano fue separarnos.

Zeref estaba en el suelo, mirando fijamente a Laxus. Ahora que lo pienso más fríamente pude notar que no estaba sorprendido.

Le reclamé a mi hermano qué estaba haciendo y su respuesta hizo que mi enfado disminuyera un poquito:

«No quiero que un chico vuelva a hacerte daño»

Entendía su preocupación, pero no la compartía. No creo que el mayor de los Dragneel sea como mi ex y sé cuidarme solita. Me disculpé con Zeref y me fui, llevándome a mi hermano a rastras. La gente tuvo que reírse de la situación, pues yo soy muy pequeña y Laxus es enorme.

Una vez llegamos a casa me fui a mi cuarto y nada más salí para cenar. Tal vez preocupé al abuelo.

El timbre suena y me saca de mis recuerdos. Empiezo a recoger y miro a Zera. Bueno, más bien mi intención era mirar a Zera, si no hubiese desaparecido sin decir palabra alguna.

—Mavis, ¿podemos hablar? —su voz suena muy tranquila, yo no me atrevo a girarme—. Por favor.

Creo que no tengo otra alternativa que hablar con Zeref, aunque me dé una vergüenza espantosa.

Zera, traidora.

—Claro, vayamos a la azotea —soy consciente de lo roja que está mi cara.

Lo miro de soslayo, él se da cuenta y me sonríe otra vez. Quiero morir.

Termino de recoger mis cosas y me levanto. Zeref me sujeta de la mano y tira de mí para ir un poco más rápido y aprovechar al máximo el tiempo del recreo.

Unos minutos más tarde, llegamos a la azotea. Siempre está vacía porque la gente prefiere los jardines.

—Lo primero, quiero que sepas que a pesar de que hace apenas días que nos conocemos voy en serio —comenta Zeref antes de soltarme, mi corazón va a salirse del pecho—. Lo segundo es que no estoy enfadado con tu hermano.

Eso es un gran alivio.

—Yo... siento haberme ido de repente —me disculpo, creo que actué como una cría.

—No es nada —Zeref se sienta en el suelo y me hace un gesto para que me siente a su lado, lo hago—. No obstante, por muy en serio que vaya, creo que antes de llegar a ser algo más que amigos, deberíamos conocernos un poco más. Claro si tu quieres.

Le miro fijamente, asombrada por sus palabras. Es buen momento para poner las cosas en claro.

—Creo que me gustas, pero estoy confusa —le observo fijamente—. En esencia, estoy de acuerdo contigo, antes de que tengamos algo ms serio es mejor conocernos un poco más.

Intento parecer tranquila, pero el corazón se me saldrá por la boca de un momento a otro y tengo rojas hasta las orejas.

Zeref parece conforme con mi respuesta. Se acerca poco a poco a mi cara y yo cierro los ojos. Sin embargo, siento el beso en la mejilla, muy cerca de la comisura del labio. A Zeref le hace gracia la expresión que tengo en estos momentos.

—Bueno, hemos quedado en que íbamos a ir despacio —se excusa.
Asiento enérgicamente, sin decir nada de nada.

—Por cierto, Mavis.

—Dime.

—Me gustaría preguntarte sobre el comentario de tu hermano.

Me pongo un tanto seria y miro al frente. No es algo de lo que gustaría hablar, sin embargo Zeref me transmite confianza.

—Es una larga historia, ¿qué te parece si quedamos y te la cuento tranquilamente? —vuelvo a mirarle, sonriendo levemente.

—Está bien. Esta tarde tengo que ayudar a mi madre en la librería, ¿te apetece venir?

—¡Por supuesto! ¡Adoro la librería de tu madre!

—Decidido. Bueno, Mavs, hay que volver a clase.

Tiene razón, el timbre está a punto de sonar.

Lo que nunca pudimos serWhere stories live. Discover now