Capítulo 23 (Acceso restringido)

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Volví a presionar algunos botones del panel de control, esta vez con más fuerza: la plataforma permaneció inmóvil. ¿Finalmente habrían cortado los suministros energéticos de la Colmena? Miré hacia arriba, al rectángulo metálico que se deslizaba hacia un costado para permitir la llegada de los artículos a los diferentes establecimientos. Si Nadia se subía en mis hombros, tal vez podría alcanzarlo y empujar. Podríamos regresar al Sexto.

―No funcionará ―exclamó Nadia―, se necesita que alguien haga un pedido desde arriba para que esa cosa se abra. Además, están calibradas para que sólo suba el artículo que el cliente solicitó. Alguien tendría que pedir algo que tuviera aproximadamente tu peso; luego, de ahí ―señaló unos cuadrados en el techo―, saldrían unas tenazas robóticas que tomarían lo deseado y lo colocarían sobre la plataforma. Sólo así podrías subir.

―¿No hay trabajadores de la Central aquí?

Nadia se encogió en hombros.

―No había ninguno cuando llegamos. Supongo que el sistema no los necesita.

Regresé a su lado. Iba a preguntarle cómo es que sabía eso, pero opté por tratar de obtener más información de ella.

―Entonces, ¿cómo llegamos aquí en primer lugar?

Fiel a su costumbre, me contempló durante algunos segundos antes de responder a mi pregunta. Era como si en esos instantes valorara si valía la pena o no darme esa respuesta.

―Apenas salimos de la pizzería, Teresa nos condujo a una tienda de ropa muy cerca del Descensor. La mayoría de las personas que encontraste al despertar ya estaba ahí cuando llegamos ―se detuvo. Los dos creímos escuchar algo; pero luego continuó―: Vi a Antonio transferirle créditos a una muchacha y le ordenó que siguiera comprando en la ventana digital, si es que quería que la salvaran también a ella. La plataforma subía con cajas enteras de ropa, las retiraban, y cuando volvía a bajar, aprovechábamos para que algunos se dejaran caer y llegaran hasta aquí.

―¿Había más personas conscientes?

La chica sonrió y estuvo a punto de reír.

―En el pasillo, los guardianes ejecutaban a quienes veían despiertos o que apenas empezaban a moverse. Los que podían trataban de huir o defenderse con lo que tenían a su alcance. A la muchacha que hacía los pedidos para que nosotros pudiéramos escapar supe que le dieron aquí ―se apuntó en la sien derecha―, directo en la cabeza ―con el dedo índice trazó algunas líneas en el suelo, escribiendo o dibujando algo que no supe reconocer―. Seguramente en el Sexto ya están todos muertos. Si tan sólo su muerte hubiera servido para algo más...

Nadia dijo algo más, sin embargo se detuvo al percatarse de que ya no la escuchaba. Yo sólo podía pensar que más y más personas estaban despertando, y quizás mi hermana era una de ellas. No podía recordar si había puesto o no el seguro en el refrigerador. Si Denisse había despertado, lo más probable es que se habría asustado y salió de ahí para ir a buscar a mis padres o a mí. Y si ese fuera el caso... No. Negué con la cabeza. "Mi hermana está a salvo", pensé. Si salió del escondite, no tendría posibilidades de sobrevivir. "Mi hermana está a salvo". La imagen de un guardián abriendo el refrigerador. "Mi hermana está a salvo". El guardián apuntando directo al corazón de Denisse...

―Mi hermana está a salvo... ―murmuré. Como si pronunciarlo lo hiciera un poco más convincente,

―¿Era tu hermana? ―quiso saber la chica y palidecí al oír sus palabras. Sentí el rojo de su mirada fijarse en mí―. Lo siento. La pequeña que escondiste en la pizzería, ¿es tu hermana?

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