Capítulo 17 (Una voz)

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Me oculté la pluma holográfica en la parte baja de mi espalda, entre la camisa y el pantalón, y marqué el número de teléfono de Iván. Esperé. Esperé. Nada. El tono de llamada sonaba una y otra vez con un segundo de silencio. La línea se cortó. Intenté de nuevo.

La última vez que había hablado con él, parecía estar en el sótano de la escuela, al sur de Vitrubio, en donde Gobierno enviaba a vivir los huérfanos. La imagen de Iván malherido, escoltado por cuatro guardianes, cruzó mi pensamiento. La deseché sin problema. Si alguien sabía en dónde esconderse en esa zona de la ciudad, era él. Además, su teléfono celular seguía encendido, lo que sólo podía significar dos cosas: no podía contestar o prefería no hacerlo. En ambos escenarios, el peligro estaba latente.

Me guardé el aparato en un bolsillo y respiré profundo tres veces para tranquilizar mi pulso.

―¿Qué es lo que sé? ―pregunté en voz alta, sólo para ahuyentar un poco el silencio que me envolvía.

Miré a mí alrededor y me preparé para contar con los dedos cada hecho que pudiera mencionar. Sabía que las personas estaban sumergidas en algo llamado Sueño ligero; también, clavé mi atención en el cadáver de una mujer de cabello naranja brillante, que los guardianes tenían la orden de eliminar a cualquiera que estuviera despierto. ¿Por qué? Sólo tenía dos dedos levantados. Los moví atrás y adelante varias veces, como si llamara a alguien. Suspiré y volví mi vista hacia el Faro. Por unos momentos, contemplé el azaroso danzar de las llamas, e imaginé que el fuego me calentaba un poco, relajando mis músculos y aclarando mis ideas.

―El Sueño ligero, sea lo que sea... ―tenía la garganta reseca. Carraspeé―, comienza con la explosión y se propaga un nivel a la vez.

Un hecho más. Tres dedos. "Más, más...". Necesitaba más información.

Me puse de pie. Mis miembros seguían aletargados, de modo que tuve que apoyarme en la pared para no caer. Pisé fuerte con cada pie y flexioné las rodillas. Sentía como si hubiera tenido todo el cuerpo adormecido y la sangre volviera a circular poco a poco. Casi arrastrando los pies me encaminé hacia el muro de cristal.

Cuatro reflectores ardían.

Según lo que había entendido, los LTs habían estado también en el Séptimo, y era fácil deducir que sus acciones habían sido las mismas que en el Sexto. Ahora imaginé a mis padres, tendidos en el suelo, tomados de la mano, cada uno con un disparo de electricidad a la altura del pecho. Palidecí. "No". Negué fuerte con la cabeza y cerré los puños.

―Papá es un LT también ―traté de convencer a mi débil reflejo en el cristal―, y no permitiría que algo le pase a mamá.

Saqué el celular de nuevo y tecleé el número de mi padre, pensando que él sabría qué estaba pasando y qué debíamos hacer. Ya después buscaría la manera de justificar por qué tenía yo un celular. Nada. No hubo respuesta. La línea sonó doce veces antes de cortarse.

Derrotado, Incliné mi cabeza hacia el frente hasta que mi frente tocó la fría superficie del cristal.

Abajó, en el Nivel de Acceso, las cosas parecían transcurrir con normalidad. Los clientes entraban al mismo ritmo que de costumbre, se separaban según sus intereses e iban a ocupar sus lugares en la filas de cada nivel, indiferentes a la presencia de los guardianes que custodiaban el Faro, y de los ocho cadáveres de los trabajadores de overol blanco que seguro cayeron a causa de las explosiones.

Como era de esperarse, las filas más largas eran las del Séptimo, el Sexto, el Quinto y el Cuarto, los niveles que estaban ya bajo el influjo del Sueño ligero. Los trabajadores de la Central de Mercaderes estaban delante de las puertas cerradas de los ascensores y movían las manos para pedirle paciencia a la creciente multitud. Me pregunté qué pasaría cuando ya no cupieran en las zonas de espera.

Sueño ligeroWhere stories live. Discover now