Capítulo XIII

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II PARTE 


XIII

CUANDO TE HAYAS ENAMORADO

En un mundo lleno de miseria y continua destrucción, un chico y una chica trataban de sobrevivir viviendo a través de la parte marginada de la realidad.

Él amaba jugar con fuego, y ella también. Aunque el mundo poblado por inhumanos prohibía esos juegos, ellos seguían jugando porque sabían que solo le estaban siendo fieles a sus propios sentimientos. 'No quemar' no significaba que dejaban de sentirlo, así que simplemente seguían haciéndolo. Casi olvidaron, que aunque odiaban siquiera pensarlo, vivían en este mundo y tenían que afrontar que ser 'muy humano', 'muy real' era antinatural.

El fuego seguía creciendo en el suelo donde realizaban sus juegos diarios y hasta llegaron a olvidarse del dolor que sentían, podían evadir sus vidas cotidianas con tan solo encender una chispa de fuego. Él la encendía cada mañana y ella lo apagaba cuando no podía soportar más el calor.

Los días pasaban así como el fuego continuaba creciendo. Seguían jugando cada día en las profundidades del bosque por tanto tiempo, que comenzaron a perder esas percepciones humanas que una vez los habían unido. El humo creía como una enfermedad, tan rápido y tan profundo que dejaron de poder diferenciar la realidad de la ficción. Ella pensó que era resistente y fuerte pero a medida que el tiempo pasaba, comenzó a darse cuenta que era tan pequeña que cabía en el ojo de una aguja. Cuando apagaba el fuego todas las noches, empezaba a sentir el choque de la diferencia que le producía salir del bosque y enfrentar los duros rayos de sol quebrando en el mundo, le dolía horrores. Todo se estaba transformando en algo más difícil de lo que una vez pensó. No podía seguir quemando porque se dio cuenta que ese mundo egoísta le importaba demasiado a pesar de no ser un sentimiento compartido. Ella era parte de ese mundo y por más de que odiase recordarlo, dentro suyo sabía que era igual a todos los demás. Aunque el sentimiento del fuego era hermoso e intenso, ella decidió dejar ese lugar. Le hizo una promesa al universo de hacerle saber a él que no quería que nada entre ambos cambiase, excepto encender la fogata todos los días.

El sol amaneció anunciando otro día y entonces se encontraron en el lugar de siempre. Antes de irse, ella sentía la necesidad de decirle cuanto le importaba todo esto.

Él parecía impaciente, era hora de encender la fogata. Entonces ella miró profundamente las cenizas y le susurró 'mira lo que creamos'. Esperó que el le devolviese la mirada. Los segundos tardaron meses y los minutos, años. Ella podía sentir el tiempo correr por su sangre, como nunca antes lo había sentido. Cuando él observó a través de las cenizas y las últimas señales de humo, comenzó a recordar todas esas fogatas que había quemado durante toda su vida. Comenzó a recordar una por una, observándolas como quien observa esas películas que dice ver antes de morir. Tantas que había perdido la cuenta. Pudo sentir las quemaduras en su piel cansada y entonces un pequeño pensamiento que creyó haber callado al principio de aquellos primeros años, apareció en la parte trasera de su cabeza. Fue ese sentimiento nostálgico el que le hizo comprender que no debía cargar con el peso del mundo en sus hombros. El fuego era bueno, pero al final pudo sentir esas quemaduras a pesar de creerse invulnerable. Él, más que nadie en el mundo podía sentirlo.

Finalmente abrió sus ojos y mientras levantaba la vista algo extraño sucedió.

Podían sentir el mundo girar, podían escuchar sus huesos temblar mientras el viento se colaba rápidamente entre sus cuerpos. Se sentían más vivos que lo que el fuego podía causar en ellos. Mientras su intensa mirada cargada de pensamientos inconscientes e indignante sensibilidad, suspiró vencido sus temores. Finalmente, comprendió, que él también era parte del mundo.

Una canción para Alex - II libro de Más allá de la realidadWhere stories live. Discover now