"Hmm?". Él animó.

"Y-yo quería hacer algo p-por ti." Hablé en voz baja.

Las cejas de Miguel se vinieron abajo, frunciendo el ceño ligeramente. Volqué la cabeza, mis mejillas ruborizándose. Sus dedos largos aún sostenían mi barbilla mientras me guió de vuelta a verlo.

"¿Qué?"

"Bueno, tú has hecho cosas por mí, y solo..." Mi voz se apagaba.

Me callé, sin saber muy bien qué decir. La boca de Miguel formándose en "o" cuando se dio cuenta de lo que quería decir. Él sonrió, pasándose el pulgar por sus labios entreabiertos. Pero él no dijo nada. Sentí un cosquilleo de calor en la cara.

"¿N-No quieres que lo haga?" Tartamudeé.

Él sonrió.

"Me encantaría que hicieras eso por mí." Miguel hizo una pausa besando la palma de mi mano. "Pero no sientas como que debes hacerlo.", Agregó.
Todavía me sentía un poco desconfiado de su respuesta.

Tal vez estaba diciendo eso para hacerme sentir mejor. Creo que se dio cuenta de mi incertidumbre. Sus brazos me trajeron más cerca, sus labios sobre la piel justo debajo de mi oreja.

"Sólo el pensamiento de tus lindos labios envueltos alrededor de mí, me emociona." Él susurró sexymente.
Sostuvo mis caderas mientras movía las suyas contra las mías.

Gemí un poco sintiendo el bulto prominente presionado en mí. Su pulgar pasó sobre mi boca mientras sonrío. Mordí ligeramente su pulgar cuando lentamente lo empujó entre mis labios. Él se retiró, dándome un beso fuerte.

"En otra ocasión". Susurró.

Grupos de personas habían comenzado a caminar de regreso a los coches. Algunos de ellos caminando al lado del nuestro y hacia el que estaba aparcado junto a nosotros. Yo no había pensado en esto. Por supuesto, no podía hacerlo aquí, me sentí tan tonto. Fue ese maldito algodón de azúcar de color rosa.

Aprovechó la oportunidad de sumergir su cabeza en mi cuello mientras mi atención se desvió momentáneamente fuera de la ventana. Sus dedos largos volcando mi cara, labios gruesos poniendo besos al azar por mis mejillas, frente, nariz y boca. Me reí empujándolo. Miguel frotó su nariz contra la mía antes de que me ayudara a salir de su regazo y tomar lugar en el asiento del pasajero.

"No te daré más algodón de azúcar.", Se rió Miguel.

Una cálida mano se posó en mi rodilla antes de que lentamente se deslizara hasta mi muslo.

"O tal vez debería." Me guiñó un ojo.

Golpeé su mano en cuanto él se echó a reír. Un segundo después se inclinó, besando mi mejilla.

***

"Bebé". Susurró una voz.

Un beso ligero fue presionado en mi boca mientras yo intentaba abrir los ojos. Mi lengua pasando sobre mis labios, pasando por la humedad. Oí a Miguel reír en voz baja.

"Despierta, Bello Durmiente".

Me acurruque a su calor en cuanto me levantó del coche. Mi brazo levantándose para envolverse alrededor de su cuello. La puerta se cerró con el pie de Miguel.

"¿Qué pasó?" Murmuré.

"Yo estaba hablando contigo y cuando voltié estabas dormido.", Sonrió. "Duermes profundo."

"Lo siento."

Los dedos de Miguel agarraron mis zapatos que me había quitado en la parte delantera de su coche. Puse mi índice en el cuello de su camiseta, tirando de ella hacia abajo un poco para que yo pudiera darle un beso en la base del cuello. Estábamos a mitad de camino a mi casa cuando me di cuenta de que había olvidado algo.

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