12° Sentirme incluida

Start from the beginning
                                    

Cuando mamá dejó de trabajar vivíamos de una pequeña herencia que nos dejó mi abuelo. El dinero era limitado, así que no podía gastar en prácticamente nada que no fueran alimentos o medicinas. Ese año crecí bastante y como no podía comprar un uniforme nuevo, cada día revisaba el cajón de objetos perdidos, y así fui juntando pieza a pieza un par de uniformes.

Al salir de la oficina de la regenta le pregunté a uno de los encargados de limpieza dónde ponían las cosas perdidas. Él me llevó a un pequeño depósito y rebuscando encontré una falda. Me quedaba muy ancha, pero tenía el largo requerido y podía acomodarla con un gancho. Rosa se dio cuenta cuando la lavó y vio unas iniciales bordadas. Le avisó a Henry y él se enfadó conmigo. Fue la única vez que me regañó, diciéndome que si necesitaba algo él iba a pagarlo. Me hizo sentir como una pordiosera que busca comida entre la basura.

Al recordar lo ocurrido esa vez me entran unas ganas terribles por pintarme las uñas de negro y confrontar a la regenta, así tal vez me ganaría un castigo, no saldría al patio en el recreo y no tendría que ver a Arturo tan feliz como siempre, demostrándome que no me necesita. Capaz hasta me gane una expulsión... A quien engaño, jamás me animaría a eso.

Me quito un calcetín y abro el esmalte, puedo pintarme las uñas de los pies, no hay ninguna norma en contra de eso y aun así tendré "las uñas pintadas" ¿puedo ser más ridícula?

Intento pasar el esmalte con cuidado y pinto una franja negra hasta el dedo índice de la mano con la que sujetaba mi pie al escuchar la puerta de mi habitación abrirse de forma brusca.

—¿Qué haces? —Matías consulta.

—Me pinto las uñas—digo sobre saltada, aunque debería preguntarle si acaso sabe tocar.

—O sea, nada. Ven, me deprimes. —Irrumpe en mi habitación y me jala torpemente, haciéndome caer a tropezones de la cama. Me levanta jalándome de un brazo y me arrastra escaleras abajo, yo le sigo el ritmo agarrando mi calcetín en una mano— ¿Sabes jugar póquer?

—No.

—Mierda... igual te enseño, necesito una más.

De pronto me deja estacionada en el living principal de la casa, uno que se mantiene muy limpio e inamovible, porque solo lo usamos cuando tenemos visitas (o sea nunca) o cuando Henry trae a algún cliente (o sea, casi nunca). Hay un sillón largo con tapiz rojo y negro, dos sillones pequeños a juego, una mullida y hermosa alfombra con diseños persas al medio del suelo de parquet y una mesita de ébano. Sentados de piernas cruzadas están dos chicos que mantienen la atención en mí mientras sostienen cada uno un juego de naipes.

—Ella es Emma —Matías me presenta de forma casual y se sienta en el suelo—. Él es Itu. —Señala al de su izquierda—, y él Santiago—señala al de su derecha, sin siquiera mirarlo.

—Hola Emma, ven, siéntate. —Itu me jala a su lado.

—¿Y al final el Fernando no va a venir?—pregunta el otro chico.

—No, ya sabes cómo es, desde que anda con su novia que no se junta con nadie. Ella no lo deja y el muy imbécil le hace caso.

—¡Bah! Mejor que no venga, cuando viene siempre trae a su mujer y me cae peor que una patada en los huevos. Ella está muuuucho mejor. —Itu me mira de arriba abajo—. Ya podemos jugar strip poker.

—No seas imbécil, respétala. —Antes de que yo pueda decir algo en mi defensa (como si lo hubiera dicho), Santiago se adelanta—. No le hagas caso, es así de idiota y muy pervertido, ya te vas a acostumbrar.

Santiago me da la impresión de ser serio, e Itu tiene un no sé qué que lo hace parecer divertido.

—Ya barajen de una vez —les ordena Matías.

—Espera siquiera a que nos conozcamos mejor —le reclama Itu.

—No vas a conocer nada de ella, no de la forma que piensas —le dice Matías, sin desprender la vista de las cartas que ha comenzado a barajar con mucha habilidad.

—¿Y qué? Somos casi de la misma edad.

—No para mi padre, que es abogado, ya sabes cómo es, hasta los dieciocho es ilegal siquiera mirarlas. A mí no me deja ni acercarme mucho a su cuarto —le cuenta. Eso no lo sabía, ¿de verdad Henry le ha impuesto a Matías alguna norma respecto a mí?

—Si yo fuera su padre o tutor a ti te hubiera mandado a vivir a otra casa, en otro país —interviene Santiago.

—Bah, como si ella fuera a querer algo con éste, seguro Emma tiene mejores gustos ¿no? —Itu me mira y yo no sé qué responderle—. Ya, Emma, seriously, ¿quién de los tres te parece más guapo?

Matías no le presta atención, pero los otros dos esperan mi respuesta. Los miro detenidamente. Itu es alto y muy delgado, tiene un rostro simpático y dulce, casi como el de un niño. Su cabello es negro y muy rizado, algo largo y sujetado hacia atrás con una vincha. Santiago parece un poco mayor que él, tiene el cabello castaño, ondulado y bien peinado hacia atrás; lentes de montura flotante tras los cuales distingo sus ojos color miel, está vestido con una pulcra camisa celeste y tiene una barba en forma de candado bien delineada. Ninguno es de mal ver, pero si soy completamente honesta, Matías es el más atractivo de los tres, de hecho creo que es el chico más atractivo que conozco, aunque eso no lo admitiré ni en un millón de años, luego se va a creer cualquier cosa.

—Mi novio —respondo con la voz ahogada—. Él es el chico más guapo que conozco, así que no me ando fijando en otros. —Intento hacerme a la interesante, pese a que a estas alturas dudo mucho que tenga un novio.

—¡Ay por Dios!—exclama Matías—. Cualquiera de estos esperpentos está mejor que Arturito. —Señala a sus amigos con desprecio.

—Ya, yo creo que Emma nos quiso dejar en claro que tiene novio. —Santiago trae la paz nuevamente. Me cae bien, parece alguien razonable y jamás en la vida hubiera imaginado a una persona como él siendo amigo de Matías.

—Eso lo dices porque como te vas a ir igual no tienes posibilidades —Itu suena un poco ofendido.

—¿Te vas a ir?—pregunto. La historia de mi vida, conozco a alguien con quien creo que tengo una mínima posibilidad de congeniar y aparentemente no lo veré más.

—Santiago se ganó una beca en Taiwán, va a irse mañana, por eso hicimos reunión de emergencia. Solo amigos de colegio, aunque uno nos falló por andar de baboso con su novia demente —explica Matías.

—Bueno, qué pena —expreso con sinceridad. Santiago asiente.

Dejando la conversación de lado, Itu parte la baraja y comienza a repartir. No tengo idea de cómo jugar al póker, solo levanto mis cartas cuando el resto lo hace.

—¿Sabes jugar al cacho?

—Claro que sí —le contesto a Matías.

—Ya, es igual pero con cartas.

No creo que su explicación me sirva para saber qué diablos tengo que hacer, de todas formas es lo de menos. No la estoy pasando mal, me gusta la idea de pasar el rato con los amigos de Matías; me gusta más que Matías me incluyera, que se acordara que yo estaba sola ahí arriba y me bajara, aunque fuera de forma un poco obligada.

 No la estoy pasando mal, me gusta la idea de pasar el rato con los amigos de Matías; me gusta más que Matías me incluyera, que se acordara que yo estaba sola ahí arriba y me bajara, aunque fuera de forma un poco obligada

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Cada vez avanza más y cada vez estoy más cerca de subir cosas nuevas, ando escribiendo y pues tendrán más novedades pronto. igual ya saben que estoy participando en los Watty con esta novela, si creen que merece un Watty por favor, voten, comenten y compartan la novela a sus amigos de wattpad para que la lean también.

Por tu amor al ArteWhere stories live. Discover now