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Capítulo 9

Sonó el celular de Jack, Marylin solo lo observó.

— Tengo que atender —dijo el joven y lo agarró.

— Hola.. —contestó nervioso— Si si, está bien. Adiós

— ¿Quién era? —preguntó la muchacha, se dio cuenta que su novio estaba inquieto.

— Mamá. Dijo que compre algunas cosas para la merienda

— ¿Adónde? —frunció el ceño.

— En un mini mercado que hay aquí cerca, en el centro del pueblo. Solo serán unos minutos amor

— Claro, no hay problema —sonrió.

Maldita zorra, pensó Marylin, pero se equivocaba, no había sido la chica con que su novio un tiempo atrás salía, era mucho peor.

Estacionó frente al mediano almacén y se bajó sin su novia, le dijo que solo iba a tardar unos pocos minutos, nada más.

Marylin observaba a unos niños jugando frente a una casa de color amarillo claro. Uno era moreno y el otro pelirrojo, tendrían unos diez años. Con sus manos, empujaban a los pequeños autos de juguetes hacia un hoyo en la tierra. Sonrió para adentro. Se veían tan felices, sucios pero felices.
De repente, un fuerte viento frío inundó el pueblo, obligando que la señora que los estaba vigilando les dijera que entraran adentro.
Marylin, extrañada por ese cambio repentino, miró hacia el almacén, Jack todavía no salía y comenzaba a hacer mucho frío.

Cerró los ojos y pensó en su abuelo, en la sopa que siempre hacia en invierno y los guisos espectaculares que lograba hacer para ella, solo ella.
Ese anciano la había visto crecer y la ayudó con todo lo que podía.
Algún día, le devolvería todo.

Alguien golpeaba la ventanilla de su lado, así que abrió los ojos y deseó no hacerlo.

Ensangrentada, se encontraba al otro lado, con una sonrisa en sus labios, su tía, Melissa Scott.

Marylin la miró con los ojos como platos, no entendía que quería, pero se dio cuenta que a alguien había lastimado.

— ¡¿Qué has hecho?! —gritó.

— El que avisa, no traiciona —susurró en su cabeza y seguidamente, se limpió su mano en el vidrio, dejando una línea de sangre difuminada en el cristal.

Y se fue. Caminando como si nada, dejando a Marylin llorando sin entender por qué lo hacía. Jack todavía no regresaba, lo cual la alteraba aún más. Le había hecho daño a alguien y quería saber quién. Rezaba por que no sea su abuelo. Y tampoco su novio.

Decidida, abrió la puerta del automóvil y salió. Luego de secarse las lágrimas, metió sus manos en los bolsillos del pantalón y entró al local.

Mercadería adornaba el almacén, estantes y más estantes, hasta que vio adonde estaba.

Una chica de unos quince años, pelirroja y de ojos verdes, lo miraba como si fuera la primera gota de agua que veía caer en un vacío desierto. Lo peor, él le sonreía como un galán, recostado al mostrador. Hablaban de un tema bastante interesante, eso parecía.

— Amor, ¿Has tomado mis galletitas favoritas? —preguntó, acercándose a él, sonriente y con ganas de asesinarlo allí mismo.

— Oh, cielo... No sé cuáles son —respondió más nervioso de lo normal.

La chica miró a Marylin con cara de pocos amigos.

— ¿Algo más vas a llevar, Jack? —le dijo seductora.

Te arrancaré los pelos de una vez, maldita guarra, pensó Marylin, furiosa.

— Si Carmen, un paquete de galletitas pepas, para mi novia —comentó el joven, sonriendo, esta vez, para Marylin.

Carmen, de mala gana, puso sobre la mesa el paquete y sumó.

— Veinte dólares

— Gracias por todo —agradeció, y le guiñó un ojo— Nos vemos —tomó la bolsa con la mercadería y salió junto a su novia.

— ¡¿Por qué haces siempre lo mismo?! —lo increpó en la vereda.

— Estábamos charlando, nada más. Es mi amiga desde la infancia —alzó las cejas— Deja de ser tan celosa

— Sigues siendo el mismo inmaduro que salió a escondidas con Catherine —una lágrima cayó por su mejilla derecha— Se terminó

— Amor —le dijo tomándola por los hombros— No veas cosas donde no las hay. Yo solo te amo a ti, y te lo voy a demostrar

— ¿Cómo lo harás? ¿Te pondrás una venda cada vez que salgamos a la calle? —preguntó con poca paciencia— ¿Ya no te gusto?

— No es eso, me encantas Marylin —respondió sorprendido.

— ¿Por qué no quisiste dormir conmigo? —sollozó.

— Quería que nuestra primera noche juntos sea especial, y te juro que lo será

— ¿Cuándo?

— En San Valentín en un lugar que será sorpresa - avanzó hacia ella y se puso frente a frente— Haremos el amor

— Sabes que no me gustan las sorpresas —se quejó.

— Es bonito cuando te ilumina la luna mientras...

— ¡¿Ya has estado ahí con otra chica?! —abrió la boca en forma de O— ¡Eres un idiota!

— Joder Marylin —bufó impaciente— Me lo ha contado mi padre, yo nunca he estado ahí de noche. En serio. Cálmate

— Ti..tienes razón —respiró hondo— Debo tranquilizarme

— Vamos al auto —sonrió y la abrazó.

Eran unas pocas cuadras así que llegaron rápido, Jack hacia cualquier cosa para no bajarse y Marylin lo notó.

— ¿Qué pasa?

— Nada, solo pensaba en mi futuro

— ¿El de los dos? —frunció el ceño.

— Si. Quiero ser padre Marylin

— Yo... Yo.... No puedo. Tengo que terminar mi carrera —le dijo justificándose.

— No dije ahora mismo, pero me encantaría —suspiró— Ese es mi sueño.

— Te lo concederé en diez años

— ¿Por qué tanto tiempo?

— Necesito acostumbrarme a la idea —rió.

— Eres una loca, Stuart —se mordió el labio inferior— Pero así me gustas

— Eres un imbécil, y así me gustas —asintió Marylin, sonriendo.

Jack se bajó y Marylin hizo lo mismo.
Ningún ruido se escuchaba en la casa.
Su novio abrió la puerta y entraron. Un raro aroma inundó sus fosas nasales.

— ¿Qué es ese olor? —preguntó la muchacha, mientras se dirigían a la cocina. No había nadie.

— Papá hoy no trabaja —comentó el chico.

— Quizás estén en su habitación, ya sabes...

— Tienes razón, vamos

Se dirigieron hasta allí y vieron que la puerta estaba entre abierta.

— ¿Mamá? —preguntó Jack antes de abrirla por completo, y encontrarse con el peor de los escenarios.

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