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Los días pasaban y Patrick ya no estaba en casa. Desde aquella conversación no lo había vuelto a ver. En ciertos momentos lo echaba de menos, el recuerdo de varios años juntos no se podían olvidar de la noche a la mañana.

Seguramente estoy loca por dejar escapar a un chico como él. Es guapo, atento, cariñoso, bueno... Infiel, mentiroso.

Llegó el día de su partida y me llamó por teléfono, quería que fuera al aeropuerto, necesitaba despedirse de mi.

-Por fin ha llegado el día -dijo Patrick algo apenado.

-Deseo que te vaya muy bien, y que puedas lograr todas tus metas.

-Mabel, quiero que sepas que no hay ni un solo día que no me acuerde de ti, te sigo amando, y lamentaré mi error durante toda mi vida.

-¿Por qué me dices eso ahora?

-Quiero que lo sepas. Que sepas que ya estoy pagando por ese error que no recuerdo al 100% haberlo cometido. Y no sabes de qué manera -dijo bajando la mirada.

-Patrick no quiero que estés mal, sabes que yo también te quiero, pero es mejor que tu rehagas tu vida y yo la mía.- Dije mientras una finas y delicadas lágrimas caían sobre mis mejillas- cuídate vale? -dije dándole un beso en la mejilla. Patrick soltó su maleta, con sus manos cogió mi cara y me beso. No lo rechace, en verdad yo también quería ese beso. Los añoraba demasiado. En el fondo de mi corazón aún recorre un sentimiento por él.

Volví a casa y Pelusa me esperaba con gran entusiasmo, como todos los días. Decidí sacarla a pasear, cogí su collar y salimos. En mis ojos había una piscina llena de dolor. Y como si abriera un grifo, las lágrimas brotaron, recorriendo mi mejillas hasta perderse por mi cuello. Sin darme cuenta pelusa estaba vaciando encima de un maletín de aspecto caro. Sin levantar la mirada en mi mente solo pensaba en la pasta que iba a gastar por ese maletín

-¡Oh por dios disculpe! lo lamento tanto, deje que lo limpie.

-¿Mabel? -Mi cabeza reconoció automáticamente esa voz. Miles de recuerdos invadieron mi mente.

-¿Bruce? No puedo creerlo ¿Eres tú?

-Sí, soy yo. Mirate ¡que guapa estás!

-¿Yo? ¡mírate tú! ¡Estás estupendo! Los años te sientan estupendamente.

-Tú tampoco te puedes quejar. Estás preciosa.

-Bueno no sigas que me vas a sacar los colores. ¿Dime qué haces aquí?

-Pues iba a tomarme un café, pero el perrito de una señora maleducada ha meado en mi maletín.

-Lo lamento tanto, te compraré otro. Parece caro... Pero no me refería aquí en el parque, sino aquí en Londres.

-No hace falta que me compres nada. Invítame a un café y te perdono.

-Ok, vamos.

Fuimos primero a mi departamento ya que debía dejar a mi bebé en casa. Bruce lucía un traje azul marino, camisa de botones blancos sin corbata. Como el café, donde iba siempre, no estaba lejos, llegamos enseguida.

-Bueno dime, ¿que te trae por Londres, negocios o placer? -Por lo que sabía Bruce vivía en Barcelona-España.

-Desgraciadamente negocios jejeje

-Hombre tener un trabajo en estos tiempos es todo un logro.

-En eso tienes razón y yo tengo la suerte de tener un trabajo que me gusta y me permite viajar y conocer varios países.

-¿Así? ¿Y de qué trabajas?

-Soy mánager de exportaciones.

-Wow -dije exagerando mi expresión. Una sonrisa se dibujó en su rostro.

-Me encargo de organizar y planificar las exportaciones que hace mi empresa con maquinaria industrial. Ir a reuniones con nuevos posibles clientes, y eso implica viajar bastante -dijo sin quitar su mirada de mis ojos.

-Wow, parece bastante interesante -dije bajando la mirada sonrojada. Vi como sonreía de manera coqueta.- ¿Entonces te han destinado aquí no?

-Más o menos. La oficina central está en esta ciudad, y de momento me tengo que instalar aquí. ¿Conoces de algún departamento cerca de esta zona?

-Pués... Tengo un amigo que está alquilando el suyo. Está a dos calles de donde vivo.

-Vale, si me das su número podré llamarlo -dijo mientras sacaba de un bolsillo interno de su americana, una agenda electrónica.- Bueno dime, ¿Tienes pareja? ¿Quizás esposo?

-Oh no, esposo no. Creo que aun no estoy preparada para eso -dije mirando mis dedos inquietos.- Tenía novio pero ya paso -dije, y esta vez miré hacía ventana.- ¿Y tú? ¿Hay alguna chica esperando por ti en Barcelona?

-Había, lo hemos dejado. No aguantaba mis continuos viajes. Y cuando le dije que tenía que mudarme a Londres, me dijo que era mejor dejarlo y continuar por caminos separados.

-Lo siento -dije, aunque por una extraña razón, me alegraba de que no tuviera novia.

-Oh no tranquila, estoy bien. ¿Recuerdas cuando de pequeños soñábamos con casarnos y tener tres hijos?

¿A que venía esa pregunta? pero sí, lo recordaba. Estábamos en el parque del pueblo, ese día cumplíamos 6 meses de estar juntos, como novios. Nos conocíamos de toda la vida, pero jamás ninguno tuvo el valor de decirle al otro sus sentimientos, así que los camuflamos con cariño, fruto de una gran amistad. Un año después me dijo que me amaba, y que me escapara con él. Pero dije no. Más tarde me arrepentiría, pero ya fue tarde. Ya se había marchado. Era el único chico que me importaba. Pero era muy joven y no podía saber qué era lo que quería en mi vida. No tenía nada claro. Y marcharme de mi casa sin saber hacer nada, sin tener unos estudios de por medio, no facilitaban en la decisión.






Mi Fugitivo PlacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora