—¡¿Y cómo mierda sabremos lo que pasa?! ¿CÓMO PODRÉ PROTEGERLA ASÍ?

—Tony, tranquilízate —esta vez fue Pepper quien habló— encontraremos la manera.

—Lo lamento mucho, señor.

Amelia no resistió más y se hizo ver detrás de aquellas paredes sorprendiendo a los tres presentes en la sala. Aunque la que sin duda estuvo más sorprendida fue ella misma, pues se encontró con el extraño aspecto del portador de la conocida voz de Jarvis, ¿quién era ese hombre de piel morada?

—Hay una mujer que dice ser el reemplazo de Jarvis —comentó para aligerar el ambiente— es de lo más extraño...

—Señorita Amelia —se inclinó aquel sujeto— yo porto la voz conocida como Jarvis, en esta forma se me hace llamar La Visión.

Amelia no tenía palabras de tan extraño momento que pasaban. Nadie más habló después de la intervención de Jarvis... o Visión. Entonces recordó la conversación de unos minutos atrás donde habían mencionado su nombre tanto como el de la Bruja Escarlata.

—No preguntaré porque sé que se pondría más extraño de lo que es —todos asintieron— ¿de qué hablaban?

Ella los miró con los ojos entrecerrados, por supuesto que sabía de lo que hablaban, aunque haya escuchado a medias la conversación podía deducir el tema principal, pero no se lo dirían.

Pepper, después de intercambiar una rápida mirada con Tony, se acercó a la pelinegra y le brindó un cálido abrazo dejándola confusa y entonces miró a Tony.

—Lo he visto en las noticias, y Tony me ha contado el resto —asintió devolviéndole el abrazo— vamos —tenía la intención de hablar, pero Pepper la calló y se dirigieron a la salida para dirigirse a la ciudad.

Una vez que se fueron ambas chicas Tony retomó la conversación con Visión, tenían que encontrar a los que buscaban a Amelia y para hacer eso tendrían que saber sobre el pasado de aquella.

—Señor, he dado con una localización no muy lejos de aquí, tal vez sea útil para el caso de la señorita Amelia.

—¿Ubicación?

—En la 1407 Graymalkin Lane en Salem Center, Westchester aproximadamente a 93 kilómetros al noreste de la Ciudad de Nueva York

—Visión, nos vamos ahora mismo —exclamó mientras se ponía la armadura y salía del edificio siguiendo la dirección que Friday les otorgó.

[...]

H

appy conducía mientras ambas chicas hablaban de los acontecimientos sucedidos y la más joven contaba la razón de su estado de ánimo. Pepper enserio esperaba que lo que iba a enseñarle no empeorara la situación; Amelia sintió el auto detenerse, estaban en un estacionamiento subterráneo y no podía deducir el lugar en donde se encontraban. La mujer de cabello rojizo ordenó a Happy que se quedara en el vehículo mientras guiaba a Amelia dentro de las instalaciones.

Paredes blancas y cuidadosamente limpias, personas vestidas de blanco iban y venían a cada instante, civiles llorando tanto de felicidad como sufrimiento.

Estaban en un hospital.

Pepper se dirigió con la recepcionista e intercambiaron un par de palabras que Amelia no pudo escuchar pues estaba distraída con el llanto de una mujer mayor, era detestable como las personas sufrían en esa escala y muchas veces no se podía hacer nada para detener ese sufrimiento.

Pepper se acercó a ella y le dijo que la siguiera, subieron a un elevador que contenía esas melodías irritantes para la joven y ascendieron al décimo sexto piso. Las puertas de metal se abrieron lentamente dando en el último segundo un fuerte golpe que hacía rebotarlas con la pared. El pequeño letrero frente a ellas dictaba "Cuidados Intensivos", Amelia miró confusa a Pepper y esta solo le dirigió una pequeña sonrisa y siguió caminando.

Avanzaron por el extenso pasillo al principio vacío, pero que conforme avanzaban, más gente se encontraban, lo mismo que abajo solo que en este caso había más lágrimas de sufrimiento que de otra cosa.

Llegaron a la habitación seiscientos treinta y seis donde no había nadie más que una enfermera saliendo por la puerta, nadie lloraba y nadie esperaba ahí. Amelia se quedó mirando aquella puerta preguntándose quién estaría detrás de ella y porqué nadie esperaba de ese lado.

—Henry Lancaster —susurró Pepper poniéndose a su lado y esta la miró. Amelia ya sabía quién se encontraba ahí.

Sin dudar caminó hasta la puerta y tomó el picaporte con la intención de abrirla, pero una mano se la impidió.

—No puede pasar, señorita.

—¿Alguien ha venido a visitarlo? —la enfermera negó.

—Nadie más que ustedes dos —Amelia intentó abrir la puerta una vez más, pero la enfermera se lo volvió a impedir— nadie, a menos que sea familiar puede pasar.

—¿Acaso no sabes quién soy? —preguntó con impotencia.

—No —contestó con firmeza aunque podía ver en sus ojos un estado de alerta— y poco importa a menos que seas familiar, son normas del hospital.

—Podría hacer una excepción —añadió calmada Pepper.

—No lo creo. Normas son normas y no pueden romperse.

—¿Sabes que si puede romperse? Tu brazo si no me dejas pasar —explotó Amelia agarrando fuertemente el brazo de la enfermera y esta se quejaba.

—Tendré que llamar a seguridad, señorita.

—Amelia, suéltala —y lo hizo— ¿podría decirnos la gravedad de sus heridas?

La enfermera dudó unos segundos y miró rencorosamente a Amelia, pero al final ablandó la mirada y dirigiéndose únicamente a Pepper, alzó la carpeta con la documentación del paciente y leyó.

Nombre del paciente: Henry Lancaster, 7 años.

Informes: Accidente ocurrido en edificio abandonado, toma de rehenes. Costilla rota y bala en pecho izquierdo.

Estado: Inconsciente, coma desde hace doce horas.

—Le han hecho la cirugía para la fractura y la herida de arma de fuego, todo ha salido bien.

—¿Despertará?

—Es cuestión del paciente, nosotros hicimos el trabajo, solo queda esperar —y se retiró.

La Nueva Vengadora: AmeliaWhere stories live. Discover now