1. Reclutamiento

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|Reclutamiento|


Las muñecas se tornaban de color morado, comenzaban a doler tanto que estaba segura de que las marcas se quedarían ahí por un buen tiempo.

Ellos sólo observaban. Tenían aquella siniestra sonrisa de haber logrado lo que querían, pero si algo debían aprender de mí es que yo nunca pierdo.

El hombre se acercó lentamente y me acarició la mejilla que se encontraba manchada de una línea roja que caía desde mi ceja. Sus ojos reflejaban un sentimiento deseoso lleno de una lujuria indecorosa que me provocaba asco de solo pensar y lo único que pude hacer fue mirarlo de igual manera, sabía lo que buscaba y pude confirmarlo cuando pidió a sus hombres retirarse; se aproximó aún más a mi colocándose en frente con su rostro a pocos centímetros del mío.

Me besó. De una manera deseosa y repugnante intentaba aprovecharse mientras yo estaba atada sin poder defenderme, de no haber sido por mi entrenamiento habría vomitado ahí mismo, pero su acto solo me sirvió para morderlo hasta sentir el sabor de su sangre y aprovechando esa distracción le di una patada en su entrepierna, lo que me dio tiempo para tirarme hacia atrás provocando que la silla de madera se rompa a pedazos.

El hombre gritó provocando que los demás entraran. Mis muñecas seguían esposadas a dos pedazos de madera de la ya inservible silla. Como un día dijo mi maestro —"Cualquier objeto puede ser un arma si sabes cómo utilizarlo"—. El combate cuerpo a cuerpo siempre se me dio bien y digamos que con un par de látigos de cuero, mi especialidad, acabaría con todos ellos en un segundo y aunque aquellos trozos de madera parecían poca cosa, era lo que tenía y era más que suficiente.

Eran siete.

Un golpe en la cabeza, otro en el estómago y el primero había acabado; en un salto acabe en los hombros del segundo hombre, tomé un extremo de la madera de mis muñecas y lo apoyé con fuerza en el cuello de mi atacante dejándolo inconsciente. Tres vueltas y unas cuantas patadas acabe con tres hombres más.

Quedaban dos.

Visualicé a unos metros de mí, corrí para alcanzarlo pero un ardor en la pierna derecha me lo impidió, me habían disparado. Miré atrás y el hombre, el mismo que me había besado, sonreía con satisfacción.

La herida dolía, pero no me impedía correr. Agarré un tubo de metal y luché contra él hasta hacer que se pusiera de rodillas frente a mí casi rogando por su vida.

—Así que te gusta aprovecharte de chicas inocentes —le susurré acercándome cada vez— pues yo no soy una de ellas.

Y con el arma que lo había hecho arrodillarse, terminé de firmar su sentencia. El segundo hombre se acercó al mismo tiempo que daba la vuelta y con el mismo tubo pude arrebatarle el revólver de las manos, corrí, me deslicé para alcanzarla y disparé.

Había sido entrenada para matar, ¿una asesina a sueldo? Algo parecido, solo que un poco más grande que eso. Sabía que esos hombres eran malos, y este era mi trabajo, no había espacio para remordimientos ni dudas.

Matar o morir.

Era mi elección y para ser sincera, me gustaba la vida, aún cuando no tenía nada.

Mis padres habían muerto cuando apenas tenía tres años en un accidente de auto según recuerdo, según me indicaron. No tengo memoria de ellos, una simple fotografía era lo que me recordaba que alguna vez tuve padres. Me enviaron a un orfanato, nada grato para ser sincera; el trato hacia los infantes era de lamentar y eso sin mencionar las áreas designadas para cada uno de nosotros, amontonados con la mitad de camas necesarias para la cantidad de niños que habían.

Observé la fotografía que se encontraba en el guardapelo, eran ellos y ahí estaba yo también con apenas meses de nacida. Lo cerré y coloqué debajo de la ropa.

Salí del abandonado edificio dejando atrás los cuerpos inertes de aquellos sujetos. Me costaba un poco caminar pues la bala comenzaba a hacer el efecto esperado.
Una camioneta negra se aproximaba a gran velocidad, la policía era lo último con lo que podía lidiar en ese momento así que corrí para evitar problemas. Escalé por la pared y estando a unos dos metros del piso una punzada en el brazo izquierdo hizo que pierda todo sentido de la orientación provocando que caiga. La sustancia era verde y fue todo lo que pude ver, un hombre con un parche en el ojo se acercó a mi rostro y antes de que pudiera decir algo, cerré los ojos.

[···]

¿Había dicho cuánto odio los hospitales? Al parecer estaba en uno. Las paredes blancas y ese pitido molesto me daban a esa ligera idea de donde estaba.

Y sí, me encontraba atada a la camilla. Novedoso, ¿no?

Observé a mi alrededor y me di cuenta de que no me encontraba sola, el mismo hombre del parche estaba sentado en la esquina izquierda de la habitación y una mujer pelirroja de pie a su lado. Intenté levantarme, pero la espalda me dolía, debía ser por la caída de dos metros de la cual ellos fueron causantes. Ambos me observaban hasta el punto de sentir que podían ver a través de mí. Con un poco de dificultad, sin contar mis muñecas fijas a la camilla me acomodé y les devolví la mirada.

Pasaron varios segundos, tal vez minutos y nadie decía una sola palabra. La pelirroja sonrió de lado y se acercó a la máquina a mi lado para verificarla, el hombre del parche se levantó y se adentró aún más acercándose a mi costado izquierdo, estaba vestido de negro, completamente. Levanté una ceja mientras lo observaba de arriba hacia abajo. Era extraño.

—¿Quiénes son ustedes? —pregunté en seco, sin una gota de emoción en mi rostro demostrando que no tenía miedo.

—Bienvenida a SHIELD, Amelia.

Y lo único que cruzó por mi cabeza era ¿Qué demonios era SHIELD?

La Nueva Vengadora: AmeliaOnde as histórias ganham vida. Descobre agora