36

18.4K 957 362
                                    

—¿Cuál es el tuyo?— pregunta Camila desde la puerta del armario.

Ambas estábamos con una bata cubriendo nuestro cuerpo, teníamos que vestirnos ya. Sólo nos bañamos, Camila no quiso repetir por lo que paso, pero estoy bien con eso. Nuestros dedos estaban como unas pasas de arrugados. Había dos vestidos, los dos de colores totalmente desabridos, marfil y coral, no eran unos feos vestidos,   los colores no eran los mejores.

—No sé, los dos son insulsos y me da igual. Escogelo tú— lancé mi bata al suelo para poder poner mi calzoncillo.

—Me hubiera gustado un vestido del color de tus ojos— se volvió hacia mi. Sus ojos me recorrieron a pesar de haber estado hace nada con ella en la bañera de la misma manera—. Creo que el marfil es mucho más fino que el coral— cuando me agaché a subirme el calzoncillo sentí su mano en mi nalga, impactándola.

—¡Atrevida!— me sobe, quedó cosquillando mi nalga— Entonces tu deberías llevar el marfil.

—No haremos una gran cosa de esto, yo llevare el coral y tu el marfil. No dejo de pensar que uno vinotinto te hubiera sentado espectacular— ella estaba tras mio, abrazó mi cintura y depositó un beso en mi hombro. Sentí sus senos en mi espalda y su mano andaba algo juguetona.

—Karla Camila Cabello Estrabao, hace un momento no querías nada, no intentes algo ahora— ella quería provocarme, y ciertamente no teníamos más tiempo.

—Con esta luz te ves mucho más irresistible. Eres mi manzana del árbol prohibido, te ves muy jugosa justo ahora y quiero morderte una, quizás dos o tres, o muchas veces— susurró en mi oído.

—Ahora no podemos— detuve sus manos que se aproximaban a bajar mi calzoncillo y la encare—. Quizás luego preciosa mía, ahora tenemos cosas que hacer— le besé los labios un rato largo sin moverlos —. Déjame ayudarte a vestirte.

Tomó el vestido color coral y lo metió por sus piernas, subiéndolo. Estos broches y cierres de los vestidos se han vuelto muy complicados, sobre todo con el corsé que apretaba hasta el punto de quedarte sin aire. Le amarré la parte de atrás, uniendo cada tira en forma de zigzag, lo estiré lo menos que pude para no apretar tanto a Camila y deje un pequeño lazito al final. Me puse enfrente del corsé, era de tres capas, solamente le ataría dos para no asfixiarla. En la última capa ya se notaba su escote, este vestido hace que se le pronuncie mucho, por eso lo quite y lo puse unas dos veces.

—No lo estas haciendo mal ¿Por qué lo deshaces?— levantó una ceja en signo de pregunta.

—Está muy pronunciado no quiero que te anden mirando— confieso con vergüenza. Era algo absurdo, pero no quería que miraran todos esos hombres a mi Camila.

—Yo soy la que debía estar preocupada, tu escote va a ser mil veces más pronunciado que el mío— lo sabía, aún así no podía evitar hacerlo.

—Quizá las muchachas que nos atendieron tengan algún truco para que no se note tanto— dije  para mi consuelo.

Hale a la cuerda que hacía que una campana sonara en el área de servicio para que alguien viniese a atendernos. Yo me puse el vestido y Camila comenzó a amarrarlo por detrás.

—¿Está bien así? ¿No esta muy apretado?— habló a mis espaldas con su suave voz.

—Está perfecto— no se sentía incómodo ni nada parecido, creo que ella podía poner un vestido mejor que yo.

Pasó a la parte de adelante, ella no dejó ninguna capa sin atar, estaba realmente concentrada en lo que hacía y yo estaba concentrada viéndola a ella. Al último tirón ella lo hizo un poco fuerte, lo que me hizo irme hacia adelante y pegar un pequeño gritito de sorpresa.

Mar Dorado | Camren.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora