Tras la cena, se quedaron en silencio, y comenzaron a levantarse rápidamente.

-Bueno, nosotras nos vamos que tenemos que madrugar mañana. Os queremos. –Dejaron un billete de cincuenta dólares en la mesa y salieron corriendo, dejándonos a Camila y a mí solas en el restaurante.

Ella me miró algo confundida, y luego agachó la cabeza mirándose las manos.

-No... No te preocupes, no te voy a secuestrar ni nada de eso. –Comenté teniendo en cuenta que el primer encuentro que tuvimos yo estaba en su cama. Ella sonrió un poco y negó.

-No pasa nada, entiendo lo que quieren. Pero... -Ella hizo una mueca, encogiéndose de hombros. –No estoy segura de que me gusten las chicas.

-No voy a intentar enamorarte ni nada de eso. Perdí a mi novia y a la mujer con la que iba a pasar el resto de mi vida, esa es la realidad. –Me crucé de brazos mirando la vela que se consumía en el centro de la mesa, quizás, como mi vida.

-Lo siento mucho. –Se disculpó ella, pero me encogí de hombros.

-Tú no tienes la culpa. –Y el silencio nos invadió. Era una de las pocas veces que el silencio con Camila era incómodo. –Te acompañaré a casa.

-No, no importa. Vivo cerca. –Sonreí negando, porque sí, Camila, sé dónde vives.

*

Lo mandé a la mierda todo, y decidí que me iba a Boston. Había pasado un mes desde que Camila salió del hospital, y sólo me preocupaba mi madre y Mike. A la mierda con mis amigas también, no podía estar viendo a Camila cada dos por tres, no podía soportar siquiera tener que verla.

Me dediqué en aquellas semanas restantes a ayudar a mi madre en casa, en lo que podía, a aprovechar el surf en Gloucester y a pescar con Mike. De vez en cuando, hacíamos barbacoas en el jardín sólo para nosotros, y como yo me iba a Boston, él se fue a vivir con mi madre. Aunque no lo dijese, necesitaba a un padre, y a pesar de que lo llamase Mike, para mí él lo era.

Así que, con la tarea de ayudar a mi madre, me mandaron al supermercado, era el único que había en todo el pueblo, pero era agradable.

¿Qué necesitaba? Bacalao fresco, sardinas, un poco de queso cheddar, carne picada y una garrafa de agua.

En el supermercado todo eran señoras de más de cuarenta años con el carro de la compra, mientras yo tenía diecinueve recién cumplidos y llevaba mi cesta y la lista de mi madre. Las estanterías estaban repletas de color, latas, paquetes, botes, frascos preparados sólo para cogerlo.

Me acerqué a coger el queso cheddar e iba tan concentrada en la lista que ni siquiera me percaté de que me iba a tropezar con Camila.

-Cuidado. –Dijo ella sonriendo, y entreabrí los labios bajando la cabeza.

-Lo siento. –Mascullé y no sabía cómo reaccionar ante ella. Era demasiado incómodo para mí aquella situación.

-¿Sabes dónde están las judías? Mi madre dice que me encantan y quiere hacerme eso para comer. –Solté una risa pasándome los dedos por la frente.

-Camila... No... No te gustan las judías. –Me froté el labio con los dedos y ella se me quedó mirando con los labios entreabiertos.

-¿No? –No tuve más que reírme y negar.

-No, odias las judías. –Ella sonrió aunque luego ladeó la cabeza con el ceño fruncido.

-Vaya, ni siquiera de mi madre me puedo fiar. Gracias. –Sonrió y asentí aceptando el agradecimiento de la que hace un mes era mi novia.

-De nada.

*

Las noches eran largas, pesadas la mayoría de las veces. Quería dormir pero no lo conseguía, nunca lo conseguía. Ella seguía con su vida, y yo... Yo simplemente me quedé anclada en ella, porque me la arrebataron de un plumazo. Me pesaba el pecho, y mis ganas de llorar aumentaban a medida que las horas pasaban, y en mi habitación Camila seguía sin estar.

Eran las tres de la mañana y me levanté sin hacer ruido, despacio, caminando por el pasillo hasta llegar a la puerta de mi madre. Mike aún no se había mudado del todo, así que ella aún dormía sola.

Me recosté a su lado, y como dormía, pasé su brazo por encima de mi cuerpo y comencé a sollozar en voz baja, desmoronándome a su lado. Noté cómo sus brazos se apretaban, conscientes de mi presencia, y me abrazó contra ella dándome un beso en la frente.

-Todo estará bien, cariño. –Susurró en mi oído, mientras mi llanto se escuchaba en la habitación entera.

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» green is the warmest color || camrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora