UNA ULTIMA VEZ

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Después de años a su servicio, era sólo cuestión de tiempo para que le tomara cariño; Y es que él no había tenido una figura paterna a quien seguir para convertirse en un hombre hecho y derecho. Supo lo que difícil que era atravesar la adolescencia sin un guía; una mano que sujetar si se sentía perdido en el camino. Pero, por fortuna lo tenía a él, su fiel y leal mayordomo, Sebastian.

Fue él quien estuvo ahí cuando en ocasiones las recurrentes pesadillas atormentaban sus sueños, fue él quien en las noches de tormenta llegaba a tranquilizar su cuerpo tembloroso y cohibido debido a los horribles truenos que retumbaban su habitación.

Fue su maestro en todo momento, su guía y esa mano que necesitó a falta de su padre.

En una de esas ocasiones mientras le daba sus usuales clases como tutor, y el tema central era la sexualidad, misma clase que terminó por abrumar al conde, Haciéndolo experimentar la sensación esa misma noche bajo sus sábanas. Pensó en su demonio, inevitablemente por que gracias a él, se encontraba en tremenda situación, segundos después se encontró arrepintiéndose por haberlo dicho su nombre en su cabeza pues Sebastian apareció rápidamente a través de la puerta, mirándole sentado en la orilla de su cama con un bonito sonrojo y cubriendo con sus manos el bulto creciente entre sus piernas. Una sonrisa ladina se hizo presente en el rostro del mayor y sin decir nada se acercó a él, sentándose a su lado. Con una vergüenza latente el conde levantó la mirada y miró el rostro del otro.

Sebastian sólo le dedicó una sonrisa acompañada de un suspiro en un intento por reprimir la risa.

-¿Recuerdas lo que hablamos ésta mañana?- Comenzó a decir el mayor- Bueno, pues ahora lo estás experimentando. Trata de no pensar en lo que sea que lo haya provocado y centra tu atención en otra cosa. Claro que si no quiere, bien puede experimentar la masturbación.- finalizó mirando su rostro pero el conde no podía prestar atención, no pensado en todas esas cosas que su fiel mayordomo podría hacerle sentir.

-¿Bocchan?- La voz grave de ese demonio lo sacó de sus pensamientos- ¿Qué pasa?, hace minutos que está viendo a la nada, pero su erección no deja de crecer.-

-Ya lo sé, idiota. No es necesario que lo repitas.- dijo tomando uno de los cojines y cubriendo aún más su entrepierna.-

-No es necesario que se avergüence, es una reacción normal de su cuerpo. Considero que la mejor opción es que duerma y mañana no habrá rastro de esto.- Le dedicó una sonrisa.

-P-pero tu...-

-¿Yo?, no se preocupe por eso. Yo no diré nada.- Ciel suspiró - ¿Bocchan?-.

-Sebastian.- Dijo el conde tartamudeando.- yo... tú... ¿Podrías quedarte?- Dijo bajando la mirada, sonrojada a más no poder y sin saber por qué razón le había pedido aquello a su mayordomo.

-¿Justo ahora?, es decir, ¿Está seguro de querer dormir en ésta situación conmigo dentro de la habitación?.-

-Sí, ¿porqué no habría de hacerlo?-.

-Bueno, no olvide que soy un demonio. Además de comer las almas de los humanos, otra manera de alimentarnos es con el semen y otro tipo de fluidos humanos...-

-Nunca me harías nada, ¿Cierto?- dijo dirigiendo su rostro hacia su mayordomo.

- No, nada que usted no me pida. Pero...últimamente me ha dado mucha hambre- dijo acercándose lentamente al rostro del pequeño, éste al sentir la cercanía giro su rostro rápidamente. Sentía cómo su aliento rozaba su mejilla, y esto lo estremecía. Sólo logró que la presión en su ropa interior aumentara y de la nada sintió un suave roce en su mejilla, Sebastian lo había besado. Cuando sintió como su demonio se alejó levemente, volvió a verlo, ésta vez directo a los ojos. Esos ojos carmesí en los que cualquiera se puede perder y que, por desgracia, ciel ya estaba perdido en ellos.

~Una Última Vez~ <Finalizada>Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu