C22

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─Alexander, ¿Por qué no has ido a verme? -Dijo Alicia con su voz voz sutil.

─Esto no puede estar pasando. ─Agarré mi cabeza con desesperación y cerré mis ojos con fuerza. Estaba volviéndome loco. Pero en la fracción de segundo en la que cerré mis ojos, me di cuenta de que cuando abriera los ojos Alicia podía desaparecer, y yo quería verla. Lucía exactamente como la última vez que la vi en la casa de Pricila mientras golpeaba a Paterson. Decidí arriesgarme y abrí mis ojos.

Ella seguía allí, viéndome con su rostro tan perfecto.

─Necesito que me veas, Alexander.

No podría hablar, las palabras no me salían por más que intentara. ¿Acaso Alicia quería que la viera en la caja? No Alicia, no puedes pedirme eso.

─No es necesario que hables, tan solo con ver tu rostro sé en lo que piensas. Cada mínimo movimiento tuyo me lo sé de memoria. No te rehúses.

─Alicia... ─fue lo único que logré decir de nuevo. ¿Qué rayos estaba pasando conmigo? ¿Por qué no podía decir una palabra? Necesitaba decirle que se quedara conmigo, que me diera el secreto para poder verla todas las noches, para poder hablarle, contarle como estuvo mi día y hacerle saber lo mucho que la extraño. Necesitaba decirle tanto, pero simplemente no podía.

─Sé que no puedes decir una palabra. Por favor, solo mírame.

─No puedo, Alicia. ─¡Joder! ¡Hablé!

─Claro que puedes, amor. Sé que me verás.

─Alicia, no... ─Ella se fue desvaneciendo como un fantasma, tal y como había sucedido en la casa de Pricila. No pude decirle adiós, no pude darle un beso, no podía hacer nada. Quería morir.

Me tiré al suelo y comencé a llorar en silencio. Era un llanto tan reprimido por miedo a que alguien más te escuche, pero es necesario sacarlo porque si no lo haces, sientes que explotas. Lavé mi rostro, salí del baño y caminé decidido.

"Alicia Collins, amada mía, estoy aquí porque me lo has pedido. Quería quedarme con un último recuerdo tuyo como la última vez que te vi. Viva. Llena de alegría. Con esa sonrisa despampanante que adoraba. Ese cabello negro y liso. Esos ojos que brillaban maravillosamente. Esa Alicia. Con una blusa morada y jeans apretados. Esa Alicia que me dio un último beso sin decirme que sería el último, pero lo fue. Ahora estoy aquí, viéndote con tus delicadas manos sobre tu pecho inmóvil. Si pudiera pedir un deseo en este instante, sería que tu pecho comience a moverse de arriba hacia abajo. Eso me haría el hombre más feliz del planeta. No dejas de verte hermosa mi querida Alicia. Tus ojos perfectamente cerrados, tus labios gruesos, tus mejillas sin color, pero sigues viéndote igual de hermosa. Tus manos... ¿Tus manos?"
En las manos de Alicia había algo nuevo, algo que ella jamás tuvo en sus manos. Era un diminuto tatuaje que no con facilidad podía verse, pero yo la estaba admirando tan minuciosamente que pude ver a través del cristal de la caja un pequeño tatuaje cerca de la muñeca de su mano derecha. C22.

¿C22? ¡Alicia! No me hagas esto. ¿Estás dejándome una clase de pistas? Sabes que no soy tan inteligente. No podré dar con el paradero de nuestra hija si me dejas pistas tan complicadas.

─Alexander...

─Profesora Brooks.

─No sé ni como reaccionar a esto. ─Dijo. Levanté la mirada y ella estaba llorando.

─Usted ha sido mencionada en su carta.

─Sí, Alexander.

─¿Tiene alguna idea de por qué lo hará hecho?

─No. ─Dijo solamente.

Ella sabía algo. No sé qué relación tenía la profesora Brooks con Bárbara, y por qué Bárbara también estaba mencionada en la carta de Alicia, siendo ella la persona que Alicia más odiaba en la preparatoria. Había algo raro aquí. Y el idiota de Paterson tenía la carta. No recordaba con exactitud qué era lo que decía sobre la profesora Brooks cuando Paterson la leyó frente a todos. Solo podía recordar que mencionaban el salón 109. Tenía que ir a la preparatoria.

La Carta Suicida de AliciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora