La Mañana del 22 de Septiembre

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Una llamada al 911 el 22 de Septiembre de 1998, a las ocho horas con veinti seis minutos, una señora con la voz quebrada diciendo que su hija había muerto, o mejor dicho, se había quitado la vida. 

En el vecindario, ambulacias, policías, cinta amarilla al rededor de la casa 24. Margaret lloraba en los brazos de su esposo Aleph. Explicaba a los policías lo que había pasado ese día. Aleph estaba desconsertado, en shock. 

Los vecinos curiosos al rededor de la casa de los Collins, rumoraban y secreteaban a cerca de lo que había ocurrido esa mañana. Nadie sabía la verdad absoluta, sin embargo, sacaban sus conclusiones.

─¿Discutieron con ella la noche anterior? ─Preguntó el oficial de policía.

 ─No, señor. ─Dijo indignada Margaret. 

─Señora, no podemos ayudarle si no nos habla con la verdad. 

Margaret parecía enloquecer de furia. Ella no sabía nada sobre lo que había pasado. 

 ─Oficial, le hemos dicho toda la verdad. ─Dijo Aleph un tanto alterado.  ─No podemos decirle lo que desconocemos.

 ─Es extraño que su hija no haya dejado una carta de suicidio, o pistas para dar con el paradero o causa de su muerte. 

Margaret seguía rompiéndose en llando, mientras los policías y paramédicos indagaban dentro de la casa de los Collins, tratando de encontrar pistas sobre el suicidio de la joven. 

Un frasco completo con un contenido de 20 pastillas para dormir, totalmente ingerido en una noche por una joven de 17 años.

Sangre en las sábanas blancas de la cama, y también salpicada y regada en el suelo. 

Y el cuerpo de Alicia Collins competamente frío y pálido sobre el suelo de madera de su habitación. Ella tenía puesto un vestido blanco cuando los paramédicos entraron. Sus labios estában embarrados de lápiz labial rojo y sus ojos estaban untados con maquillaje negro, el cual se había corrido debido a las lágrimas que ella había derramado unos instantes antes de morir.

En la mesa de noche de la jóven había una una nota, no era una carta. Era una nota adhesiva amarilla, la cual decía: "Busquen, indaguen. Aquí está la razón de mi muerte".

─¿Encontraron algo? ─Preguntó llorando Margaret al oficial, mientras éste salía de la casa con una cara de haber encontrado victoria, cuando en realidad solo había encontrado el principio de un total enrredo en el cual estaría metido.

 ─Encontré una nota. ─Dijo el oficial entregándole el cuadro de papel color amarillo a Margaret. 

Margaret frunció el ceño. Estaba confundida. Su hija estaba jugando con su muerte. 

 ─¿Por qué lo has hecho Alicia? ─Dijo Margaret, conciente de que no le hablaba a nadie. Estaba hablándole al aire, al cielo, a las nubes, a la nada. Nadie le respondería. 

 ─Buscaremos en la habitación de su hija hasta encontrar lo que la nota dice. Es algo tan contradictorio, pero no imposible de resolver. Yo, el oficial Bernard Paterson, me comprometo a llevar el caso de su hija, hasta dar con el paradero de su muerte. 

La Carta Suicida de AliciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora