Capítulo 33 | Pescar disculpas

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Tomo aire y exhalo.

—¿Está despierto? ¿Podemos verlo? —pregunto, ansiosa.

—Claro.

Enfoco a su madre, quien asiente.

—Ve tú, querida. —Su susurro quebrado me hace tragar saliva, ella adora a su hijo, lo ama. No puedo imaginar el dolor y la angustia que debió sentir al enterarse. Estoy tentada a decirle que lo vea primero, pero no soporto un minuto más.

Me dejo guiar, más pronto que tarde, me quedo quieta afuera de su cuarto; respiro profundo antes de girar el picaporte. Está mirando a la nada, pensativo, cubierto solamente por ropa quirúrgica. Su cabello rojo hace contraste, todo el conjunto lo hace ver más pálido, pero puedo ver un poco de color en sus mejillas. Tiene unos cuantos golpes en su rosto, el labio partido; pero nada grave ahí.

Su vista rueda y se clava en mí, aspira aire al verme.

—Maggie —murmura, quedito. Yo me descontrolo, corro hacia la camilla y lo abrazo con fuerza, cuidando mis movimientos para no lastimarlo.

Sus brazos se abren y me reciben como si me hubieran estado esperando, me encarcelan con dureza. Los sollozos brotan desde mi garganta, lo extrañé tanto, su olor, su piel, su respiración olfateando mi cabello. Lo extraño, maldita sea, y lo tengo en frente.

—Estaba tan preocupada, Jamie, tenía mucho miedo. —No dejo de lloriquear y sorber por la nariz, se echa hacia atrás y limpia con sus pulgares mis lágrimas, acunando mi cara e impidiendo que aparte los ojos de su penetrante mirada.

—Tranquila, cariño, está todo bien, fue una herida superficial. Ese hijo de perra va a recibir su merecido, luna. Vas a estar bien, yo voy a cuidarte siempre, mi cielo.

Me siento ridícula porque él es el que necesita atención, no yo; pero incluso sabiendo eso, tiemblo y me refugio en su cuello, en mi sitio favorito. Tengo que decirle tantas cosas, confesarle otras, sin embargo, lo único que quiero hacer por el momento es abrazarlo.

Voy a decirle que lo amo, que me perdone, pero un carraspeo interrumpe nuestro abrazo. James me suelta bufando, indignado, y con un ceño fruncido que se suaviza en cuando ve a la persona a mis espaldas.

Me doy la vuelta y el alma se me va a los pies, debo recordar cómo respirar de nuevo. ¿Por qué ella? ¿Por qué justo ahora? Me da una corta sonrisa y enfoca toda su atención en él.

—¿Cómo está el enfermo? Sabes que tuviste suerte, ¿verdad? —pregunta con una comisura alzada, un hoyuelo se forma en su mejilla. Su voz es dulce, sus gestos amables, toda ella desborda tranquilidad. Siento mis ojos escocer, ya sé por qué la eligió, sé por qué se fijó en ella. Yo solía ser así, antes era calmada y un tanto aniñada, ahora soy distinta.

—Muy bien, doctora —responde y guiña, logrando que se me arrugue un poco más el corazón, ¿acaso es eso posible?

Kristen se acerca y revisa sus signos vitales, bromean y parecen llevarse de maravilla. ¿Para qué volvió? ¿Para qué vine si iba a tener buena compañía? Seguro podrá cuidarlo, no será ella la consolada, solo... estorbo.

—Creo que es mejor que me vaya —murmuro. Voy a darme la vuelta para marcharme, pero su mano se aprieta alrededor de mi muñeca.

Lo miro, esperando, luce ansioso, preocupado. No quiero importunarlo más de lo que ya lo he hecho.

—No te vayas, quédate —pide, mi corazón da un vuelco, aun así, no puedo ignorar a la mujer que me mira con curiosidad—. Por favor, Maggie.

Me acerco, sin poderme resistir a su mirada y me doblo por la mitad. Sus párpados se cierran, suspira cuando siente mis labios en su mejilla. No sé por qué tiene que doler tanto algo que fue tan hermoso.

Begonia © ✔️ (TG #2)Where stories live. Discover now