-¿Camz? –Pero Camila no contestó, quizás estaba en la ducha, aunque ella no me había dicho nada. -¿Camila? –Volví a preguntar, pero como antes, Camila no respondió. –Vas a quedarte aquí un momento. –Susurré a Karla, dejando un beso en su cabecita antes de dejarla en la cuna, y subí las escaleras hasta nuestra habitación.

Cuando la abrí, Camila estaba tumbada en la cama una de las manos en los laterales del vientre, y la otra tapándose los ojos. Parecía retorcerse de dolor, pero no como en el coche.

-¿Camz? ¿Qué te pasa? –Casi corrí hasta acercarme a ella, quitándole el brazo que tenía puesto en la cara. Estaba llorando, y justo al verme apretó el cuello de mi camiseta tirando de esta.

-Me duele mucho. –Susurró a duras penas, volviendo a cerrar los ojos y apretó aún más los dedos en la tela.

-¿Qué tienes? ¿Estás de parto? ¿Qué puede ser? –La mirada de Camila se fijó en la mía mientras apretaba los dientes.

-SI LO SUPIESE NO ESTARÍA AQUÍ, JODER. –Gritó apoyando de nuevo la cabeza en la almohada, y yo estaba realmente asustada por ella.

Simplemente me quedé a su lado, sujetándola de la mano y le pedí a Sofi que viniese a cuidar de Karla. Pero yo, ayudé a Camila a que se levantase de la cama, que casi se colgó de mi cuello y bajamos hasta el coche con cuidado. Los quejidos y gruñidos de dolor de Camila eran insoportables hasta para mí, desde lo más profundo de su garganta, casi incontrolables.

-¿Estás segura de que no estás de parto? –Pregunté mirándola rápidamente mientras conducía, acelerando un poco más al ver cómo Camila curvaba la espalda en el asiento.

-LAUREN SÉ CÓMO DUELE UN PARTO Y ESTO NO LO ES. –Asentí rápidamente tragando saliva e intentando mantener la calma.

Aparqué en el hospital, y dejé a Camila dentro para buscar una silla de ruedas. Una vez la conseguí, me apresuré para llegar al coche y la levanté como pude hasta sentarla de nuevo.

Cuando los médicos nos vieron entrar, instantáneamente se quedaron algo petrificados porque Camila no tenía pensado dar a luz hasta dentro de un mes, pero sin embargo se estaba retorciendo de dolor. No me hizo falta explicar ni decir nada, porque simplemente se llevaron a Camila y yo me quedé allí sola, sin una explicación coherente para aquello que estaba pasando.

-Lauren. –Me llamó Dinah desde el final del pasillo, y le sonreí un poco aunque en realidad no tenía ninguna gana de hacerlo. -¿Qué ocurre?

-No lo sé. –Respondí algo apagada, intentando encontrar una explicación en mi cabeza para todo aquello que estaba pasando. –Le duele y dice que no es como en el parto.

-Seguro que es una tontería. De todas formas, voy a entrar yo a ver qué ocurre. –Dinah me dedicó una sonrisa alentadora, dándome un golpecito en el hombro antes de entrar a la sala donde estaba Camila.

Pasaron quince minutos y Camila no salía, y yo terminé por sentarme en aquellas sillas del pasillo, frotándome el cuello con la mano. Media hora, los nervios iban aumentando, y nadie salía a decir nada. Comencé a andar por el pasillo de arriba abajo mirando el suelo, intentando pensar en otras cosas, pero era imposible.

Pasada una hora y media, Dinah salió y alcé la cabeza para mirarla, porque estaba sentada de nuevo en la silla.

-¿Cómo está? –Dinah metió las manos en los bolsillos de su bata.

-Creen que tiene una infección de orina y con el embarazo hace que le duela a rabiar. La van a dejar esta noche aquí para que se recupere y mañana os podréis ir. –Volví a respirar, relajé los hombros y casi me desplomo en la silla después de tantísima tensión acumulada.

-Gracias. –Ella hizo un gesto con la mano para quitarle importancia al asunto, y desapareció por el pasillo como si nada.

En la habitación, Camila estaba en la cama con los ojos entreabiertos, un gotero al lado que conectaba con la vía de su brazo. Debía de tener calmantes como para dormir a un elefante, porque de un momento a otro Camila iba a quedarse dormida.

-Hey... -Susurró aturdida, casi abatida en la cama.

Me senté al lado de ella, dándole un beso en la mejilla que la hizo sonreír un poco. Era una de aquellas sonrisas en las que Camila mostraba sus dientes, sus pómulos subían y hacían que sus ojos también sonriesen. Esas sonrisas que Camila odiaba, pero que sólo aparecían cuando era feliz.

-Laur... -Adoraba cuando me llamaba así, sobre todo por el tono que utilizaba para ello.

-Estoy aquí. –Respondí al escuchar mi nombre, y Camila soltó una suave risa humedeciéndose los labios.

-Le gusta tu voz. –Su sonrisa disminuyó un poco, pero seguía sin abrir los ojos y subió una de sus manos a mi rostro. Estaba cálida, tersa y suave. Giré el rostro y le di un beso en la palma de la mano, antes de que siguiese hablando. –Si algo me ocurre a mí en el parto...

-No, Camila.

-Si me ocurre algo, prométeme que lo cuidarás. –En su rostro ya no había una sonrisa.

-Camila, dime que es broma y que no hay riesgos. –Ella negó, apretando los ojos al escucharme. Su mano acariciaba mi nuca, intentando tranquilizarme, pero aquellas palabras me habían dejado para el arrastre.

-No, no los hay. Pero... -Suspiró pesadamente, ladeando la cabeza en la almohada. –Has visto que todo puede pasar de un momento a otro, ya lo has visto...

-Camz... -Susurré preocupada, y ella volvió a sonreír un poco al escuchar mi voz, pero antes de contestar, se quedó dormida.

Era demasiado para Camila todo lo que estaba soportando, aquél embarazo la estaba matando poco a poco, y no veía la hora en la que aquello terminase.

* * *

Camila's POV

Lo sabía, lo sabía y por eso me casé con Lauren, porque era la persona con más empatía del mundo. No creo que la palabra egoísmo figurase en su vocabulario, ni siquiera en su mente, y eso era una de las cosas que de verdad me atraían de ella. Podría tener varias facetas, la Lauren ejecutiva, seria y fría. La Lauren romántica y adorable, que sólo sacaba conmigo, y la Lauren madre, bromista y divertida, pero en todas estas facetas de Lauren, siempre lo daba todo por los demás.

Después de pasarse la noche entera conmigo en el hospital, llegamos a casa. Yo debía estar en la cama, y Lauren... Lauren cayó rendida a mi lado, aunque sólo intentaba cuidar de mí. Acaricié su rostro con ternura, dándole un beso en la frente mientras dormía. Estaba llevando el peso de mi propio embarazo, me estaba soportando a mí siendo una neurótica, con cambios de humor constantemente y gritándole a cada instante. Era la mujer más encantadora y dedicada del mundo.

De soslayo, pude ver cómo Karla aparecía por la puerta. Daba pasos cortitos y descoordinados, con el chupete puesto y el pelo castaño alborotado. Si comparabas una foto de Lauren de pequeña y ella, eran dos gotas de agua. Karla me miró a mí y sonrió, pero dio la vuelta para ir en busca de Lauren.

-Oye. –Dije en voz baja, moviendo el brazo para que no se fuese con Lauren, porque sin duda iba a despertarla. –Sh, Karla. –Apenas podía moverme porque aquella tripa era más grande que yo.

La pequeña comenzó a reírse, y lo que ahora me preguntaba era, ¿cómo se había bajado de la cuna?

Se cansó porque Lauren no le hacía caso, y con los mismos pasitos cortos vino hacia mí. No sé cómo me incorporé, pero la cogí en brazos y pude tumbarla a mi lado, aunque se le cayó el chupete.

-¿Has echado de menos a mami? –Susurré en voz baja, colocándoselo de nuevo en la boca con cuidado. Ella se revolvió un poco para quedar aún más pegada a mí, y con su manita se cogió a mi dedo pulgar. –Te quiero mucho. –Tomé su manita para darle un beso en esta, viéndola dormir de la misma manera que Lauren.

Y sí, todo lo que estaba sufriendo valía la pena por esos pequeños momentos.

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room 72; camrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora