CAPITULO XXVI: Mi primera vez

189 18 12
                                    


Siento su aliento poderoso en mi cuello, su lengua voraz sintiendo el sabor de mi piel, pareciera que un animal hambriento trata de comer mi carne. Sus manos juguetean con mis ropas violentamente, intentando quitármelas lo más rápido posible. Mi cuerpo se llena de pavor tan solo al imaginar lo que este desquiciado está a punto de hacerme. Sus manos masajean mis glúteos, que ya están prácticamente a su merced, un fuerte escalofríos sacude mi cuerpo de pronto. Un recuerdo, una mera imagen hace que todo mi ser colapse de pronto, mi imaginación fluye intempestivamente, abriendo de mis más oscuras memorias aquello que más dolor me ha provocado.

Aquel era solo un pequeño cuando las crueles manos de ese desgraciado le quitaron todo sueño futuro, todo anhelo de convertirse en adulto. No era él quien debía sufrir aquellas barbaries, sino que yo, a quien verdaderamente quería abusar. Pablito me salvó de ser vejado por aquel asqueroso hombre en el orfanato, sacrificó su propia felicidad con tal de verme a salvo y no puedo creer que ahora, muchos años después, vaya a ocurrirme lo mismo que él trató de evitar. ¿Todo el esfuerzo de Mateo fue en vano? De haberlo sabido hubiese sido mejor que me dejara botado en aquel infierno, merced de las pasiones insanas del esposo de Mamá Alicia.

Así, rememorando todo lo que aquel pequeño hizo por mí, siento como una llama magnificente se enciende en lo más profundo de mi alma y comienza a propagarse por cada centímetro de mi cuerpo, pronto todo mi ser se arma de valor para impedir este ataque. Tengo presente en mi mente la sonrisa inocente de Pablito y es eso lo que me da ánimos para defenderme, para no solicitar más ayuda y darme cuenta que si no soy yo quien ataque a este animal, nadie más lo hará. Soy tan capaz como cualquiera de tomar mis propias acciones con tal de protegerme, porque juro que no dejaré que el esfuerzo de Mateo sea en vano. Ya no me muevo más, no pataleo y solo dejo que Rodrigo siga con su actuación. Cuando me percato que es el momento preciso tomo con mis dos manos el rostro de mi agresor y le paralizo, le obligo a ver las llamas del infierno reflejados en mis ojos, le insto a probar el más ferviente de los odios que se han producido en mi interior, a demostrarle que ya no está en frente de un humano, sino que de un demonio. Sin mover demasiado los dedos comienzo a incrustar lenta, pero certeramente mis uñas en su piel. No sé cómo, pero es tanta la fuerza que he juntado en mis manos, que el alemán es incapaz de zafarse. Así, comienza lentamente a gemir por el dolor que le produzco. Como si intentara descascarar una naranja, así mismo propino mi ataque, sutil pero profundamente doloroso. Mis dedos escurren sangre como si se tratase de agua. Por fin veo el temor en sus pupilas, al darme cuenta que he logrado vencerle, dejo de insertar mis uñas en su piel, para ocupar mi rodilla propinándole un certero golpe en sus genitales. Le veo encorvado, sufriendo, pero aun así decido golpearle con mis puños en su horrendo rostro. Veo en él las facciones de aquel asqueroso abusador de mi pasado, y sin poder controlarme, desahogo tantos años de ira acumulada en mi alma con este ser humano. Luego de mis puños, utilizo mis pies, dejando a Rodrigo maltrecho en el polvoriento suelo de aquel mirador, su rostro se muestra desfigurado, ensangrentado sin mayor remedio.

–Detente... No sigas...- Son algunas de las palabras que me dirige, implorándome para que deje de atacarle. Veo la desesperación en su mirada, la misma que tal vez yo también produje a causa de su ataque. Detengo mis acciones y contemplo detenidamente mi resultado, ciertamente he logrado defenderme, pero también me he excedido, he descargado en él muchos años de frustraciones. No soy capaz de formular palabras, así es que simplemente me marcho del lugar, tratando de dejar atrás aquel momento tan desafortunado.

Intento caminar normalmente mientras bajo del monte, pero luego una imperiosa necesidad de huir se apodera de mí y comienzo a correr, temo que el alemán se haya recuperado y ahora mismo venga en mi búsqueda, pretendiendo terminar lo que comenzó. Todo el poderío logrado hace un rato se desvanece de pronto y me percato recién de lo que acabo de hacer. Nunca antes en mi existencia había atacado a alguien de esta manera, me convertí en un verdadero animal, pero ¿qué más podía hacer si estaba en peligro? Ciertamente mi actuar me entristece, pero no tenía otra opción.

El Chico PerfectoМесто, где живут истории. Откройте их для себя