CAPITULO XI: El presidente del Centro de Alumnos.

173 31 2
                                    


¡Rayos! Me estoy besando con Felipe sin querer y ahora no sé cómo debo reaccionar. El accidente ha ocurrido en fracción de segundos, pero para mí ha sido una eternidad. Estando así me percato que alguien ha corrido detrás de mí por las escaleras y ahora nos observa en el suelo, con nuestros labios unidos y espera ver nuestras reacciones. ¡Es Iris! Nadie más está en el colegio a estas horas, y temiendo que intente seguir con su tortura, decido levantarme rápidamente y seguir corriendo. No me preocupo de pedirle disculpas a Felipe, solo deseo escapar de aquel demonio de cabellos rojizos.

Cuando logro salir del colegio me siento un poco más aliviado. Termino caminando lentamente mientras me acerco cada vez más a mi hogar. No me permito llorar, de lo contrario mi madre se dará cuenta que algo malo ha ocurrido. Todo este tiempo he tratado de ocultarle mi pesar. Ingreso a casa y saludo sin saber dónde se encuentra aquella mujer, simplemente grito un hola al vacío esperando que sus oídos logran captar la señal. Debe estar en su habitación haciendo ejercicios para bajar de peso y es que detesta pesar aunque sea unos gramos más que mi padre. Quiero tenderme en mi cama y desaparecer de este plano, inducirme en lo más profundo de mi mundo privado como lo hacía en el cuarto de baño cuando era un pequeño huérfano en casa de mamá Alicia.

-¡Nos invitaron!... ¡nos invitaron!... ¡Por fin nos invitaron!- Tan solo al abrir la puerta de mi habitación logro percatarme que Ignacia no estaba haciendo ejercicios, sino que me esperaba expectante sentada en mi cama. Tiene sus ojos abiertos a más no poder por la emoción, me observa expectante, creo que desea que la abrace y saltemos juntos por todas partes, contentos por haber sido premiados a asistir a no sé qué lugar. -¿De qué estás hablando?- Es todo lo que le pregunto, aun en el umbral de la puerta sosteniendo la manilla con mi mano. -¿Cómo que de qué estoy hablando? De la fiesta de fin de año que organiza tu colegio. No sé por qué todos los años no recibía una invitación, pero esta vez es distinto, por fin ha llegado por correo a mis manos y no puedo contenerme de la felicidad... Ahora regresaré a la escuela y celebraré como una quinceañera, pero lo mejor de todo es que es una fiesta de disfraces...- ¡Oh por Dios! No puedo creer que tenga tanta mala suerte, ¿qué le dio al centro de padres este año por enviar las invitaciones a esta fiesta directamente a los apoderados? Siempre nos las entrega a nosotros, directamente a nuestras manos. Como a mí no me gustan este tipo de encuentros, lo que siempre hago es romper aquel papel y decirles a mis papás que no hemos sido invitados. Por suerte siempre me han creído y en todos los años que he asistido a Fernández de Castro jamás había tenido que ir, pero ahora no me salvaré de aquel calvario.

Trato de convencerla que no vayamos, que nos quedemos viendo alguna película, pero está tan emocionada con asistir, que ni siquiera escucha mis súplicas. –Martín, no te preocupes, no iremos disfrazados como para la otra fiesta. Te prometo que seremos sobrios y no llamaremos mucho la atención... aunque con este rostro y cuerpo, será una verdadera odisea.- Y haciendo galas de su espectacular figura, intenta hacerme creer que todo será normal, aunque ni siquiera ella misma se lo cree. Me deja solo en mi habitación, camina a saltitos por el pasillo de lo contenta que está, de seguro ya está pensando en cómo confeccionará nuestros disfraces.

¿Cómo voy a lograr que mis padres desistan de ir a aquella celebración? Lo pienso tal vez unos dos minutos, porque rápidamente me percato que aquello será imposible, lo único que me queda es lograr que los que allí asistirán no se den cuenta de mi presencia y no puedan por ende molestarme. No quiero que Ignacia y Alejandro sepan lo infeliz que he sido en el colegio este último mes, no es algo de lo cual deban preocuparse, es mi problema y soy yo el único que debe enfrentarlo, no deben haber heridos colaterales en este asunto, no es algo que pueda permitirme con las dos únicas personas que siempre han velado por mi felicidad.

El Chico PerfectoWhere stories live. Discover now