-Sí, sí. Voy de camino, ven a recogerme en cinco minutos. –Colgó el móvil y se terminó de abrochar la camisa, soltando un suspiro mientras me miraba. –Lo siento, tengo que irme.

-¿Qué ha pasado? –Dejé a Karla en el parque con los juguetes y me acerqué a ella, parecía preocupada.

-Una reunión con el presidente de Apple en Nueva York. –Se colocó la chaqueta y Lauren se acercó a mí, cogiéndome de las mejillas. –Lo siento, lo siento cariño.

-No te tienes que disculpar. –Le dije dándole un beso algo más lento para tranquilizarla, aunque acabamos abrazándonos, y ella, dándome un beso en la coronilla.

-Estaré aquí en dos días. –Dijo dándome un beso tras la oreja, que me hizo suspirar un poco.

-Por lo menos son las dos semanas de Rusia. –Me dio un par de besos más, seguidos, aunque el último fue más lento.

-¿Quieres que te traiga algo de Nueva York? –Negué arrugando la nariz, abrazándome a ella con más fuerza intentando pasar aquellos inesperados últimos minutos con Lauren.

-A ti de vuelta. –Respondí escuchando su risa, y sintiendo sus labios besar mi frente.

-Por eso no hay problema. –Se separó de mí para coger a Karla, dándole besos por aquellas mejillas escuchando la risa sonora de la pequeña. –Cuida de mamá, ¿vale? –Lauren intentaba encontrar la mirada de su hija hablándole en serio. –Con eso de que va a tener a tu hermanito, se le va la cabeza... Te quiero mucho. –Abrazó a la pequeña entre sus brazos, dándole un beso en la cabecita, girándose de nuevo hacia mí. –Si pasa algo llámame y vendré. –Puso a Karla en mis brazos dándome un último beso, que fue alargando hasta que no tuvo más que apartarse.

-Te quiero, llámame cuando llegues, ¡y cuando estés en el avión! –Lauren cogió su pequeña maleta que siempre tenía preparada para aquellos casos en los que salía corriendo, y ella estiró la mano antes de salir.

-¡Lo haré cariño! –Y desapareció en aquél coche negro.

*

No podía dormir con Karla al lado, era como un pequeño torbellino. Me tiraba del labio inferior con la manita, hundía el dedo en mi ojo hasta que consiguió despertarme.

-Dios mío Karla... -Susurré en voz baja, apartando mi cara de sus manos para que dejase de hacerme daño, y la puse sobre mi pecho con un suave suspiro, acariciando su espalda con cuidado para que se calmase un poco. Por suerte, lo hizo, y pude tumbarla a mi lado bajo la manta, pegándola a mi pecho, aunque comenzó a removerse y dar patadas. Probablemente si Lauren estuviese aquí, la habría cogido en brazos y lanzado al aire, y hacerla reír, pero yo simplemente le daba besitos en las mejillas escuchando su risa, cantándole alguna canción bajito como estaba haciendo en aquél momento.

Simplemente se relajaba cuando escuchaba mi voz, y así hasta quedarse dormida entre mis brazos, con el chupete en la boca apretando la manita en mi camiseta. La forma en que Lauren y yo éramos madres era totalmente diferente. Yo lo hacía de una forma más calmada, le cantaba Hey Jude, aquella canción que había cantado para calmar a Hayley la primera vez que la vi, y que al parecer tenía el mismo efecto en mi hija.

Tras dormir un par de horas más, no fueron sus manitas lo que me despertaron, fueron las ganas de vomitar de aquél embarazo pero antes de salir corriendo, dejé a Karla en la cuna, precipitándome casi corriendo por el pasillo hasta tropezar en el baño y llegar de rodillas al váter. Se me había casi olvidado lo que era estar embarazada, pero aquello era lo más fácil dentro de lo que cabía.

Cuando salí del baño, el móvil sonaba y lo cogí al instante, sonriendo al ver a Karla de pie en la cuna dando pequeños saltitos.

-¿Sí?

room 72; camrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora