Senderos Pedregosos

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Llegué a casa.
Estaba derrotada.
Dejé mi cartera y abrigo en el perchero,caminé unos pasos y arrojé toda mi existencia sobre el mullido sofá.
Rompí en llanto cual niña pequeña a la que le habían sacado su juguete favorito.
Durante las siguientes tres horas,me abandoné a los brazos de los dulces y el helado,compañero infaltable y espectador silencioso de numerosas decepciones amorosas.Si me levantaba,era únicamente para saquear la heladera y envolverme en una cobija,dando un clavado directo hacia la cabecera del sofá adornada impecablemente con varios almohadones.

De fondo la teve sonaba con algún programa pago y mis ojos,ya rojizos e hinchados se clavaron en el reloj.En su incesante tic-tac,en los minutos, que segundo a segundo, se iban consumiendo.

Dieron las doce...luego las doce y media...esa noche no dormiría.
Estaba segura de ello.
Cerré mis ojos unos momentos,intentando alejar todos los pensamientos que me invadían ,sin piedad alguna.
Me acurruqué de costado en la suave cobija tapandome con ella y el calor atrapante y reconfortante que despedía me calmó.
Me recordaba a sus brazos.

"Basta."
Suspiré.
No podía seguir así.
Temí que de continuar me quebraría nuevamente y,esta vez,mucho mas fuerte que la vez anterior.
Y,realmente,era algo que no deseaba hacer.
Pero aquellos pensamientos comenzaban a consumirme,en una espiral destructiva de autocompasión.

De pronto,el timbre de entrada sonó.
"Quizás sea el chico de la pizza"
Había ordenado algo de comida rápida para cenar,puesto que ya,casi había saqueado enteramente la heladera.Aunque tampoco había mucho dentro de ella,a decir verdad.

-Voooy-dije agarrando mi cartera y caminando a paso lento y descuidado hacia la puerta de entrada.
Cuando la abrí,mi mandíbula casi cae al piso.Y de no ser por que me había sujetado al marco de la puerta,estaba segura de que yo también lo habría hecho.

El hombre frente a mí alzaba una pequeña bolsa blanca a la altura de su pecho que al mirarme no pudo evitar soltar una sonora carcajada.

-Vayas pintas traes-dijo con voz socarrona.
-Edward...¿Qué haces tú aquí?-dije sonrojandome al recordar lo que llevaba puesto.
Una remera gris gastada con algunos agujeros,un short rosa y unas medias sueltas blancas.
Para completar mi tan desastroso look,una cola de caballo que dejaba muchos mechones de cabello fuera.
-Te dije que vendría,¿no es así?-respondió con una radiante sonrisa-además-dijo sacando un pequeño objeto del bolsillo interno de su traje-te mandé un mensaje,pero no recibí respuesta-.

Mierda.

Busqué dentro de mi cartera y encontré mi celular.Notando que la pantalla se encontraba rota.
Se lo mostré.

-¿Qué le sucedió?-dijo alzando una ceja
-un pequeño accidente,nada más-desvié la mirada.Estaba segura de que si nuestras miradas se cruzaban,él podría descubrir la .mentira y todo detrás de ella.Después de todo,era un hombre muy perspicaz.
-¿Interrumpo algo?-preguntó acercándose unos pasos hacia mí.

-"Oh, dioses apiadense de mí sí él se decide a hacer algo" rogaba interbamente cual mantra,puesto que en las condiciones en las que me encontraba no tenía la fuerza ni voluntad suficiente para detener uno de sus poderosos ataques de lujuria.
No deseaba sucumbir a sus encantos.

Pero,realmente,¿había alguien del otro lado escuchando?

Negué hacia ambos lados.
-Nada realmente-.
-¿Puedo pasar?-dijo inclinándose hacia adelante un poco más y pude sentir el aroma de su colonia y, ligeramente, el calor que emanaba de su perfecto cuerpo.

Asentí.
-Claro,adelante-.
El apartamento lucía pulcro y ordenado,quitando el lugar donde me había pasado gran parte de la tarde noche y donde asumí que me pasaría el fin de semana,acompañada de donas,muffins y mucho mucho helado.Todo eso sumado a una botella de tequila o vodka y baladas ochentosas y deprimentes para maduros de más de treinta.

My Sexy Guardian Donde viven las historias. Descúbrelo ahora