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Una semana ha pasado desde que me encuentro viviendo en la casa de Marcus, hace seis días comenzaron a entrenarme. Por un momento pensé que los entrenamientos serían fáciles e igual que los de mi pueblo, me equivoqué. Tenía que entrenar de igual manera que los lobos, ellos se estaban tomando todo realmente de manera seria y yo sufría las consecuencias. 

Terminaba los días agotada. Fulminada.

Gracias a los entrenamientos podía tener mi mente despejada y tranquila sin mencionar que me sentí crecer en mis habilidades y como persona.

Duster estuvo todo el tiempo cerca de mí, observándome a una distancia prudente y estando a mi lado en el momento necesario. Todo ello se lo agradecía aunque no se lo dijera personalmente. Puedo decir que en estos seis días ha habido un pequeño acercamiento de mi parte y eso lo hacía sonreír a veces.

En este momentos los dos estábamos volviendo a la casa de Duster, los dos en silencio pero el tomando mi mano como se había acostumbrado a hacerlo. Sonaba raro cada vez que lo pensaba, pero el tomar su mano me sentía sentir segura, a gusto y confiando que en lo que fuera a pasar él estaría allí.

   – ¿Ether? – de reojo veo que me mira y hago lo mismo.  

   – ¿Hmm?  

   – ¿Qué te parece una cena? Nosotros dos solos – su respiración se ve agitada mientras con su pie juega con una piedra. No me mira y eso me hace reír. 

Él se sentía tan nervioso como yo sé sentirme a veces.

– Eso me gustaría... – aprieto un poco su mano y me mira, dándome una sonrisa de lado que marca uno de sus hoyuelos. Estiro mi mano y lo acaricio.

Era la primera vez que yo hacía algo así, nunca había iniciado yo tal contacto. Nunca había acariciado a ningún chico. Pienso que sería adecuado apartar mi mano pero sus ojos se cierran. Está disfrutando el toque y yo estoy disfrutando la pequeña electricidad que me provoca el hacerlo.

Esto se sentía bien. 

De a poco aparto mi mano. Sus ojos brillan con tal intensidad que no puedo dejar de verlos. No quiero dejar de hacerlos. 

Estaba olvidando cómo respirar y de a poco siento quedarme sin aire. 

Por el bien de mi salud tomo su mano y lo obligo a seguir caminando. 

Sabía que con ese pequeño momentos los dos nos habíamos acercado un poco más y no tenía miedo.

Al llegar a la casa los dos nos despedimos brevemente y cada uno se fue en silencio. En la despedida había evitado mirarlo a los ojos, de cierta forma me sentía avergonzada de tal atrevimiento que me había tomado. 

Pero quizás eso le hacía falta a "esto".

Al llegar a mi habitación y cerrar la puerta puedo respirar con calma mientras mis músculos se relajan. Todo esto lo provocaba él. 

Hacía que todos mis sentidos se sintieran vivos.

Al observar mi cama hay un vestido sobre ella, de un color pálido y con decoraciones con hilo azul. Era bellísimo. Al darme cuenta que tengo una sonrisa en mi cara la tapo con mi mano y niego.

Tomo unas toallas  y me doy un rápida ducha. Estaba ansiosa por ponerle el vestido y ver cómo me quedaba. 

Si Jules estuviera acá estaría orgullosa por mis pensamientos. Estaría feliz de verme en este precioso vestido. 

Intento lucir lo mejor que puedo y una vez lista escucho a Duster tocar la puerta. Doy una profunda respiración y me armo de valor para salir. 

Abro la puerta y me quedo sin aire con lo que mis ojos están apreciado. Duster está apoyado contra la pared mientras viste unas elegantes ropas color negro. Su cabello está ligeramente despeinado dándole un aspecto salvaje mientras su sonrisa le da un aspecto dulce.

Tiende su mano y la acepto. Dejo que me guíe hasta llegar al jardín. Habían algunas farolas encendidas que iluminaban todo el lugar mientras en el centro de él había una mesa decorada y llena de comida. 

Me guía hasta ella y tomamos asiento. Esquivamos la mirada del otro por vergüenza.

Apreciaba cada detalle. 

   – Esto es increíble – me atrevo a comenzar la conversación.  

   – Me alegra que te guste – responde sonrojado  – ¿Quieres?  – sostiene una botella de vino y asiento. 

Quizás un poco de eso calmaba un momento el torrente de nervios que habían en mi abdomen.

Tomo un sorbo y siento el liquido arder en mi garganta. Por un momento pensé que sabría mejor. 

Estaba equivocada.

   – Es mejor que comamos – dice señalando la comida.

La cena transcurrió en su mayor parte en silencio mientras en los otros hablábamos de cualquier cosa que se nos ocurriera. Podía sentirlo relajado y sin ningún tipo de preocupación. 

Me gustaba verlo de esa manera. 

– Hoy vi a Allen y a Lea – dice sonriendo.

– ¿Y cómo están? ¿Por qué no han venido a verme ni ellos ni Jules?

Toma mi mano y acaricia. 

– Todos ellos están bien, pero tienen que adaptarse. En este momento están viviendo un momento agradable para ellos pero estan felices, eso te lo puedo asegurar como también te aseguro que pronto los vas a ver.  

No puedo evitar no sentir nostalgia por ellos.

Siento sus manos acariciar la mía y no puedo evitar relajarme. Degusto la sensación y el hormigueo que pasa por todo mi cuerpo con su simple toque.

El día había sido agotador y los dos estábamos cansados. Duster se ofrece a llevarme a mi habitación y acepto.

Todo el tiempo me había sentido extraña por las sensaciones que provocaba en mí pero al estar delante de la puerta no podía descifrar lo que estaba pasando en mi interior.

Todas eran sensaciones nuevas.

Quería actuar bien, quería dejarme llevar con lo que comenzaba a sentir. Pero mi falta de experiencia era grande y me hacía una inutil.

Ese era mi miedo quedar como tal delante de él.

Se aclara la garganta  –Gracias por lo de esta noche  –juega con sus zapatos pero a mí no me mira  –Es vestido es tuyo, pero si no te gusta...

  Lo interrumpo – Me encanta, gracias.  

Sus ojos están llenos de indecisión y su cuerpo emana nerviosismo.

Resignado de que ninguno de los dos dirá nada más da media vuelta. Tomo su brazo y hago que me mira. 

Había esperanza en sus ojos. 

Si quería armarme de valor no podía ver sus ojos. Me concentro en sus labios  poco a poco me voy acercando. Se veían tan cálidos, suaves, rosas... Mojo mis labios y corta la distancia. 

Era un beso simple, sencillo.

Era mi primer beso. Lo estaba compartiendo con él y me encantaba la idea. 

Aunque no quedo satisfecha me separo de él y entro a mi habitación, sin mirarlo, sin decir nada.

El sentimiento de quererlo iba en aumento. 

No quiero ser tu lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora