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  – Todos los días me arrepiento haber dicho esas palabras en el bosque. 

Se acerca un poco más y no me alejo. Sus palabras siguen repitiéndose y lo único que puedo hacer es mirar fijamente el fuego. 

Trago con dificultad y me aclaro la garganta –: Últimamente he aprendido muchas cosas Duster, todo esto ha sido difícil y nadie me ha preguntado en cómo me he sentido, ni siquiera saben lo que me ha tocado vivir en casa de Darius, creo que en este momento tengo muchos asuntos con los que lidiar... Pero creo que puedo perdonarte.

Lo veo observar mi perfil y quedarse en esa posición mirándome. Finalmente suspira.

  – Lo siento, soy un idiota. Lamento todo por lo que estás pasando y por abrumarte más.

Intenta ponerse en pie pero lo detengo tomando su brazo. Me mira y fuerzo una sonrisa.

– Te perdono.

Me observa detenidamente y sé que estoy haciendo lo mismo, algo extraño estaba pasando dentro de él y su mirada me lo demostraba. Por un instante quise sumergirme en ella y averiguar cada uno de sus pensamientos.

Sonríe a medias – Sin dudas voy a esperarte.

Da un rápido beso en mi frente y se aleja. 

El resto del tiempo había sentido su mirada en mí y podía confirmarlo cada vez que lo miraba. Siempre estaba allí, en el mismo lugar, con la misma posición y la misma mirada.

  – Ven, tienes que dormir – lo veo tenderme su mano desocupada mientras en la otra tenía algo que parecía ser una manta. 

Se lo agradecí mentalmente. La noche había refrescado mucho y el único abrigo que tenía era la prenda de ropa que llevaba.  

Duster me guía hasta un lugar cómodo y tiende la manta. Me indica que me recueste y lo hago. Tomo lugar en la orilla de la manta mientras él me arropa con la misma. 

Acaricia mi cabello y se sienta a mi lado. Algo me decía que pensaba quedarse allí toda la noche, o al menos hasta que yo me durmiera.

Mi cuerpo a medida que los segundos pasaban se iba sintiendo más pesado sin importar los pequeños temblores que aún seguía teniendo por el frío. El sueño era más grande.

  – Buenas noches mi luna...



Por la mañana todo había tomado un mejor aspecto, el sol brillaba con intensidad y calentaba mi cuerpo de la fresca noche. Me sentía relajada y a gusto de haber podido dormir lo suficiente. A solo unos metros podían escucharse los chistes de batallas seguido de las fuertes carcajadas de los lobos.

No había signo de que algo fuera a ir mal.

Después de haber comido algunas frutas era el momento de recoger todo y ponernos en marcha de nuevo. 

Observo a Allen y a Lea y me uno a ellos. Sus sonrisas eran radiantes. Ellos se veían radiantes. 

Habíamos pasado horas caminando, tomando solamente pequeños descansos para poder comer algo y beber. En el momento en que llegamos al pueblo ya noche ya había caído sobre nosotros. 

Apenas logré despedirme de mis amigos y fui a casa, a pesar de las dudas que habían en mi cabeza no podía evitar necesitarlos. Ellos siempre estuvieron allí y yo los necesitaba. Abro la puerta principal de casa y los observo sentados al rededor de la mesa, callados sin hacer nada. Al escucharme levantan la vista y se ponen de pie.

Cautelosa me acerco a ellos y me uno a su abrazo.

   – Mi niña, ¿cómo estas? –pregunta mamá.

   – Estoy bien mamá, ¿ustedes cómo están? ¿papá y tu herida?

Me sonríe y niega  –No tengo ninguna herida por la que preocuparme, así que tu tampoco lo hagas.

   – Estuvimos tan preocupados. Queremos que nos cuentes todo...  –agrega mamá.

Y eso fue lo que hice, comencé a contarles todo por lo que había pasado y por último quería ponerlos a prueba, sabía que estaba mal pero tenía que hacerlos.

   – Todo estará bien de ahora en adelante, ¿no? Todo va a volver a la normalidad – La sonrisa de ambos de apaga y esquivan mi mirada fijándola sobre un punto perdido –Todo estará bien, ¿no?  –vuelvo a insistir.

   – Esta es una despedida Ether, nosotros nos iremos.

Los miro perpleja – ¿Cómo que se van? ¿A dónde?

  – No te preocupes, cariño. Nosotros debemos hacer un viaje que nos mantendrá unos días lejos. Duster te explicará todo, te quedaras en su casa mientras nosotros no estemos.

   – ¿Por qué no pueden contarme ustedes el motivo de su viaje? – les pregunto con voz ronca. 

   – Todo es por ti mi niña, todo lo hemos hecho por ti y lo seguiremos haciendo  – dice papá con notable tristeza.

   – Van a ser muchos días los que estemos alejados, estarás en su casa pero no significa nada, ¿de acuerdo? – asiento – Ahora ve a preparar tus cosas que pronto nos marcharemos. 

Obedezco su orden subiendo a mi habitación y agregando en una mochila todo lo necesario mientras el tiempo que esté viviendo en la casa principal. 

   – ¡Ether, debemos marcharnos! 

Coloco el bolso en mi brazo y tomo mi almohada colocándola debajo de mi brazo. Ambos niegan al verme pero no dicen nada. 

Caminamos hasta la casa del Alpha de nuestro pueblo donde nos encontraríamos con Marcus y Duster. Al verlos a estos dos el primero hace un asentimiento en forma de saludo y el segundo me sonríe. Sonrisa que no fue correspondida.

Después de despedirme con mis padres, Duster tomó mi bolso y comenzamos a caminar. Tardaríamos una hora aproximadamente caminando hasta el pueblo de Haworth. Por suerte no eramos los únicos que hacíamos este viaje caminando. 

Sentía el cuerpo pesado. Cada paso que daba me costaba más que el anterior. Por momentos la vista se me nublaba y tenía que parpadear repetidas veces.

Al estar casi arrastrando los pies, un ligero bulto hace que pierda el equilibrio. Duster me toma antes de caer.

   – ¿Estás bien?

– Solo fue un tropiezo. Estoy bien. 

   – Estás cansada Ether... 

Lo interrumpo  –Estoy bien, Duster.

   – Suena bien mi nombre si tú lo dices – esquivo su mirada al sentir cómo mis mejillas comienzan a calentarse. Con su dedo toca mi mejilla – Una vez que me haya transformado, súbete a mi lomo.

Lo veo retroceder unos pasos. No era la primera vez que lo veía transformarse pero sin embargo era algo irreal y asombroso. Perdida admirando al animal que tenía frente a mí siento un leve empujón y veo su hocico acariciando mi mano, señala su lomo y doy unos pasos hasta estar a su lado. 

Él era enorme.

Se inclina un poco y tras impulsarme me subo en él. Apoyo mi rostro en su suave pelaje y con mis manos rodeo su torso. Suavemente cierro los ojos y me dejo llevar por las maravillosas sensaciones que esto me provocaba.


No quiero ser tu lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora