1

25.7K 1.5K 46
                                    


Comienzo a visualizar que de a poco el sol comienza a iluminar la habitación. Con un poco de pereza decido que la mejor opción es levantarme antes de que papá lo haga.

Tomo unos jeans gastados, una remera y par abrigarme una chaqueta de lana. Es estos momentos nuestro pueblo estaba pasando por pleno invierno.

Bajo las escaleras para encontrándome a mi padre desayunando,  mi tazón con cereales, leche junto a un vaso de jugo de naranjas exprimidos y algunas tostadas.

Mamá se sienta en frente de nosotros con su desayuno y lo tomamos con calma. Ellos charlan y yo solo me limito a escucharlos. A pesar de que sean personas trabajadoras y estén casi todo el tiempo agotados, seguimos siendo una familia, ellos siguen sintiendo amor el uno por el otro.

Terminamos de desayunar y con mi padre salimos de casa para ir a cazar.  Nuestra rutina en las mañanas es ir con papá y los demás cazadores es ir por animales al bosque. Gracias a ello conseguíamos la carne necesaria para alimentar a todo el pueblo, y exportar a los pueblos cercanos.

Desde pequeña papá hizo enamorarme de su oficio, de cierta manera de utilizar el arco. El haber aprendido a defenderme, y de la manera en la que me sentía cuando corría. La manera en la que mi espíritu se sentía libre.

Vivo en un pueblo llamado Arunder , y por decirlo teníamos el bosque sólo a unos pasos de distancia.

Después del mediodía tenía la obligación de tomar clases, que eran dadas en una pequeña escuela que habían fundado hace unos cuantos años. Y por las tardes siempre iba a acompañar y ayudar a  mamá en las plantaciones. Me gustaba ayudarla a sembrar, cosechar y cuidar el cultivo de posibles plagas.

Las tareas de caza y la siempre, no eran una obligación para aquellos que eran menores de edad. Al cumplir la mayoría de edad cada quien podía elegir al labor que se quería dedicar, por supuesto, estos no eran los únicos labores, habían más. Pero lo habitual era que las mujeres tomaran las responsabilidades más caseras y menos forzadas, a diferencia de los hombres.

El pueblo era manejado por un hombre lobo, el Alpha de su manada pero gobernante para nosotros. Nosotros teníamos a quien diera la cara por nosotros, pero aún así el Alpha era quien tomaba las decisiones. 

Aunque nunca me gustó tal idea, la toleraba. No era mal gobernante, al contrario, había hecho crecer demasiado al pueblo. Trayendo siempre nuevas ideas del exterior, y brindándonos armas y herramientas para poder tener un oficio digno.

Entre ambas razas, se había creado una ley. Una regla donde ellos no podían dañarnos y nosotros mostrando nuestro respeto hacia ellos. Porque si así lo quisieran, ellos podrían tenernos como esclavos pero nos trataban como tal.

Todo esto pasó hace aproximadamente siglo atrás, cuando hubo una casería entre hombres lobos y humanos. Las muertes habían tomado un numero tan grande, que por el bien de ambas razas, decidieron hacer un "tratado de paz". Donde compartiríamos, territorios, comida, responsabilidades, etc.

Tenía todo preparado, estaba en mi posición. En la mira tenía justamente un ave. 

Lleno mis pulmones de aire, lo contengo y cuando estoy segura de mi puntería, suelto el aire a la misma vez que suelto la flecha.

. Justo en la cabeza, una muerte segura. Y sin sufrimiento.



No quiero ser tu lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora