13. No más dudas

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Me puse las gafas, ya que no deseaba seguir viendo incoherencias.

Rubius seguía arrodillado a un lado de la cama, sosteniendo a Raspberry contra su cuerpo y acariciándola con manos temblorosas. Me preocupé al verlo tan nervioso, y a la vez aliviado, así que decidí intentar calmarlo.

-Rubius.- le llamé agachándome junto a él.

-Gracias Mangel...- murmuró él con ojos vidriosos-... gracias por encontrarla...- me observó por unos segundos con una sonrisa inestable y luego volvió a posar sus ojos en la quietísima Raspberry, la cual extrañamente se dejaba acariciar de manera sumisa.

Y eso no era para nada normal.

-Deberíamos llevarla al veterinario.- pensé en voz alta mirando los ojos afilados y el pelaje erizado del animal. Parecía estar alerta.

-¿Tu crees...?- preguntó mi amigo castaño mirándome con una mueca de tristeza y preocupación.- Raspberry siempre ha sido muy sana...

-Lo sé pero... parece alterada. Sólo llevémosla por si acaso.- expliqué sonriéndole con la intención de tranquilizarlo.

-Vale...- suspiró con pesadez.



***




-Es una gata con varios años ya...- nos comentó el serio veterinario luego de revisar a Raspberry de cola a cabeza.- ¿Han notado algún comportamiento extraño en su día a día?

-Bueno... últimamente no defeca en su caja de arena, aunque sí orina en ella.- informó Rubius retorciendo sus manos entre sí nerviosamente- La he regañado varias veces... pero siempre encuentro sus restos en el sofá o cerca de los cojines...

El veterinario asintió anotando algo en su libreta.

Observé de reojo a Rubius, el cual parecía estar sufriendo internamente por los nervios que le causaba el no saber si la gata tenía algo. Me arrepentí por un segundo de haberlo traído aquí hoy al recordar que justo esa misma mañana el pobre de Wilson había fallecido. Tal vez debería haber esperado para que Rubius se calmara y descansara apropiadamente. Sabía que para él Wilson era parte de su familia.

Suspiré.

Él lucía exhausto. Tenía marcadas ojeras oscuras debajo de sus ojos ahora claros por la luz tenue del consultorio. Su piel estaba más pálida de lo normal y sus labios parecían haberse agrietado más que ayer.

-Bien.- dijo el hombre frente a nosotros cuando terminó de escribir en su libreta.- Como saben, he examinado a la gata y por suerte no he encontrado infecciones de ningún tipo. Tampoco posee enfermedades renales, lo cual me hace pensar que lo que la gata sufre es alguna clase de malestar o estrés. ¿Ha pasado algo en la casa en la cual vive como para que el animal perciba alguna clase de incomodidad?- preguntó mirando a Rubius.

Giré mi cabeza hacia él y observé cómo tragaba saliva y bajaba la mirada, negando con la cabeza en completo silencio.

-No... no ha pasado nada fuera de lo normal...

-Vale. Ya no debes regañarla. La gata no lo hace con malas intenciones, es sólo su manera de llamar la atención de su amo para hacerle saber que no se encuentra bien. ¿Has notado alguna presencia de sangre en sus defecaciones?

-No... no lo he notado...

-Entiendo. ¿Hay algún otro gato que pueda llegar a intimidarla?

Rubius apretó los puños sobre sus piernas y noté cómo sus ojos se cristalizaban rápidamente. Sentí ganas de abrazarlo al comprender que estaba pensando en Wilson.

-No...- carraspeó quitándose el nudo de la garganta- Sólo ella vive conmigo en el departamento...

-De acuerdo. Lo que recomiendo en esta situación es que intentes evitar cualquier escena de estrés, miedo o inseguridad posible, ya que cuando el amo está mal, el gato lo percibe y por lo tanto también se inquieta. Al menos intenta fingir delante de la gata. Hazle mimos, juega con ella. Hazle saber que estás bien y que no tiene de qué preocuparse.

-Vale.- suspiró asintiendo.

-Muchas gracias, doctor.- agradecí tendiéndole mi mano. Él la aceptó sonriente y nos acompañó hasta la salida de la veterinaria, en donde luego de pagar la consulta, salimos con rostros cansados y agobiados. Miré a Rubius una vez más y descubrí que estaba limpiándose los ojos con su mano. Por suerte para él, la gorra que llevaba en la cabeza cubría bastante parte de su rostro afligido.

-Ey...- murmuré acercándome más a él. Pegué mi brazo con el suyo en un simple contacto con la única intención de reconfortarle. No soportaba ver a Rubius llorar, sentía tanta impotencia...

-Es mi culpa...- dijo él mirando hacia el suelo mientras caminábamos de vuelta a su departamento. Se limpió las lágrimas bruscamente otra vez, sin levantar la mirada. Raspberry parecía haberse dormido en su jaulita para gatos, la cual él llevaba sujeta con su mano firmemente.

-No digas eso... tú siempre has cuidado a esa gata como a tu propia hija.- afirmé pegando ahora mi hombro al suyo. Me gustaba que no me apartara.

-Muchas gracias por todo Mangel, en serio yo... no sé que habría hecho si...- balbuceó sorbiendo disimuladamente con su nariz y pasándose nuevamente la mano por los ojos.

-Tranquilo.- sonreí optando por pasar mi brazo anteriormente pegado al suyo por sobre sus hombros. Le di un abrazo de costado, pero él no correspondió.

-Mangel... necesito estar solo un momento...- murmuró aún con la cabeza gacha.- Te daré la llave de mi casa. Haz lo que quieras mientras yo no esté... iré a algún parque de por aquí a sentarme un rato, ¿vale?

-Vale...- acepté comprendiendo sus deseos totalmente. Era lógico que se sintiera abrumado en estos momentos.

-¿Podrías llevarte a Raspy? Tal vez le haga bien estar lejos de mi por unas horas...

-Lo haré. No te preocupes.- le sonreí cogiendo la jaula de su mano. Me entregó las llaves con un leve temblequeo en sus dedos, y luego levantó su mirada por primera vez hacia mí.

Nos quedamos mirando un pequeño tiempo que se me hizo eterno, pero aquel momento terminó cuando noté cómo él se acercaba hacia mi cuerpo, y luego sentí sus delgados y largos brazos rodearme el cuello, haciendo que ambos nos fundiéramos en un cálido abrazo inesperado.

Correspondí apoyando mi mentón en su hombro derecho y pasé mis brazos por debajo de sus axilas, subiéndolas luego hacia su espalda y dejando finalmente mis manos apoyadas en los costados de su columna preocupantemente notoria. Rubius estaba demasiado flaco...

-Anda a relajarte un rato, vamos.- susurré separándome de él.

Una vez que nos separamos él me sonrió de manera nerviosa y sus ojos se desviaron nuevamente hacia sus pies, los cuales comenzaron a ponerse en movimiento, alejándose de mí.

-¡Rubius!- le llamé haciendo que se detuviera.- Mas tarde quiero hablar contigo en serio. Y no aceptaré un "estoy bien" por respuesta esta vez.

Luego de mi afirmación me di la vuelta sin siquiera esperar una respuesta de su parte.

Ya estaba cansado de tantas dudas. Cuando Rubius volviera haría todo lo posible por sacarle aquello que me ocultaba con tanto esfuerzo. Necesitaba saber con urgencia lo que estaba pasando o no podría dormir. Tenía que haber alguna forma de ayudarle.

No mas dudas y secretos entre nosotros.

Luces Fuera (Rubelangel)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora