C-2: La extraña invitada

103 5 0
                                    

Ambos lanzaron un robótico suspiro cuando el Volkswagen frenó en una casa de aspecto moderno con vagos detalles clásicos. Marianela no podía quejarse o farfullar que la casa era horrible. Al contrario, la estructura delataba lo espaciosa que resultaba en comparación con el apartamento, pero su descontento seguía dominando parte de sus pensamientos, y no se molestó en ocultar la insatisfacción en su rostro. Percibió que su hermano le dio un ligero codazo y ambos intercambiaron miradas prejuiciosas sobre la casa nueva. Pero luego se ignoraron como si en ese momento no se soportasen. La Familia Jensen bajó del vehículo y pisó el césped que los rodeaba. Víctor y Tomas se encargaron de sacar el equipaje que estaba en el maletero y bajar los que estaban en el techo del Tuareg color crema. La mayoría era ropa ya que los de la mudanza se habían encargado de acomodar sus muebles el día anterior. Norma rebuscó en su bolso las llaves, mientras sostenía al pequeño Peter en sus brazos. Marianela examinó el verdoso barrio llamado Green Paradise. Las casas que rodeaban la suya no eran para nada diferentes en cuanto a su estructura y detalles. Notó que la casa de la derecha estaba silenciosa, posiblemente abandonada. Cuando miró hacia la izquierda sus oídos detectaron el mismo silencio, solo que esta vez acompañada de un pequeño cartel que decía "Se vende". Le resultó insólito que la gente se mudara de aquel barrio con aspecto sereno, digno de su nombre y aquella extrañeza generó una sensación incómoda que se posó en su cuerpo hasta que el llanto de su pequeño hermanito la distrajo.

—Mar sostén a Peter unos minutos...—, exclamó la mujer aun luchando por encontrar la llave de la casa. Marianela detectó su cansancio en sus ojeras, y su desalineado cabello grasoso. Arrugó involuntariamente la nariz denotando su enfado pero decidió no contradecirla ya que se la notaba muy tensa por la mudanza y tener que ser madre casi a los cuarenta. La joven tomó al bebé en sus brazos y tras varios segundos este se calmó. A pesar de las protestas que lanzaba cuando tenía que encargarse del recién nacido y representar el oficio de madre, era buena con los infantes. Norma se relajó al encontrar la llave y sin más espera, destrabó la cerradura de la puerta. La entrada tenía unos pequeños escalones de madera que rechinaban sobre su peso. Había macetas decorando los alrededores pero las flores estaban todas marchitas y secas. Al abrir la puerta sintió que la perilla estaba muy floja, casi como si hubiera sido forzada. Aunque no estaba emocionada como su madre, le siguió el paso mientras encendía las luces y el entorno tomaba forma. Exploró sin interés todas las habitaciones, evitando cruzarse con los comentarios de su madre sobre las banales decoraciones internas. Subió al segundo piso con lentitud. El balcón interno era enorme y rodeaba todo el perímetro de la casa. Había demasiadas puertas y le recordó con nostalgia el departamento. Apenas habían pasado horas y ya extrañaba su antiguo y acogedor hogar. Pero intentó mirar el lado positivo de la situación y se animó al concluir que esta vez sí tendría la privacidad que una adolescente normal merecía. Si veía la oportunidad escogería un cuarto que estuviera alejada de su hermano y de sus padres. La recámara que se encontraba más cerca de ella fue la primera en ser explorada. No había ningún mueble, solo cuatro paredes tapizadas con una pequeña ventana.

— ¿Tu qué opinas Peter, este sería un cuarto digno de tu hermana?—dijo la joven al bebé en sus brazos jugando con su diminuto mentón. Peter sonrió con ligereza denotando unos hoyuelos encantadores.

—Pensé que tenías mejores gustos—sonó una voz burlona en su espalda. Marianela no reaccionó ante el comentario de su hermano y se dirigió a la segunda pieza, ignorándolo—Oh vamos, ¿sigues molesta porque nos hayamos mudado? Ya supéralo—bufó con resignación. Se recostó sobre la pared mientras ella examinaba la siguiente habitación.

—Bueno... la diferencia hermano, es que mi relación con Chris iba muy en serio, pero tú sabes bien que ella no lo valía...—Mar intentó —en vano— tener tacto con el delicado tema de la relación que su hermano llevaba con Sofía; acomodó a Peter en sus brazos y le dedicó una mirada honesta.

La Presencia (No todos descanzan en paz)Where stories live. Discover now