No sé por qué le obedezco. Guarda mi partida y saca el disco para que yo ponga el otro. Sin preguntarme si quiero jugar pone el juego, elige automáticamente dos jugadores y me asigna un equipo.

— ¿Sabes jugar? ¿no? —me pregunta cuando empieza el partido.

—Sí—respondo y rápidamente presto atención a la pantalla. Hacía mucho que no jugaba contra otra persona. A mis amigos los juegos de video no les van, así que siempre soy yo contra la computadora. No soy mala con el fútbol, pero Matías es increíble, no sé cómo lo hace, ya me ha metido tres goles en un minuto.

—Creí que sabías jugar.

—Sí sé jugar. Pero no juego mucho a esto y contra la computadora es más fácil. Además prefiero la X-box, tiene mejores gráficos. —Intento demostrarle que no soy una completa ignorante en estos temas, aunque por la forma en la que me golea sin piedad demuestro lo contrario.

—¿Y eso que tiene que ver con seas pésima en esto? mejores gráficos no significa mejores juegos o que seas mejor jugadora.

Le doy la razón interiormente, pero no se lo voy a decir.

—Si te gano dos de tres tú tomas mi lugar lavando las cosas hasta que vuelva la empleada —me dice. No me pregunta si acepto la apuesta, solo la hace, y yo, como la muy tonta introvertida que soy, no me animo a negarme.

En nuestro tercer partido me gana diez a uno. Aunque ya con el segundo tenía ganada su auto apuesta, me dejó tomar revancha.

—Perdiste—afirma lo obvio—. Eres muy mala en esto.

—Soy mejor en carreras o en juegos de lucha. Quiero mi revancha con uno de esos.

—Na, ya te gané y estoy aburrido. —Se levanta y me lanza el mando—. Sigue con tu juego.

Agarra lo que queda del paquete de galletas y se encierra en su habitación. La verdad me quitó las ganas de seguir jugando. Matías es irritante, parece un niño caprichoso que hace lo que quiere cuando quiere, me cuesta creer que Henry lo haya criado. Él es serio y estricto; Sin embargo, no necesita imponer mucha disciplina conmigo. No le causo problemas.

—¿Cómo te está yendo en las clases? —me pregunta Henry en la mañana

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—¿Cómo te está yendo en las clases? —me pregunta Henry en la mañana. Ayer llegó muy tarde, así que ya son veinticuatro horas desde que no nos vemos.

—Bien en todo, menos en arte. —Desganada juego con la mantequilla, la empujo de un lugar al otro mientras se derrite en el plato.

—¿Otra vez con problemas?

—Sí. Tengo que presentar un montón de trabajos atrasados, pero no es tan fácil, no es como hacer un problema de matemáticas donde solo lo resuelves y ya, para el arte no hay fórmulas, solo un papel en blanco con miles de posibilidades y no sabes cuál es la correcta, porque no hay una correcta. Odio lo inexacto, el no poder llegar a una única solución.

Por tu amor al ArteWhere stories live. Discover now