5. "Grant"

1.1K 96 9
                                    

--POV Natasha--

4 años más tarde

Después de huir ese día de Grant conseguimos llegar a Chicago. Pasamos allí 2 años. Vivíamos en un piso alquilado pequeño y yo trabajaba en un bar donde me daban malas propinas. Tuve que educar a Nate en casa porque no quería arriesgarme a que nos encontraran. Fue una mala época pero por lo menos no volvimos a ver a nadie sospechoso.

Llevábamos en Los Angeles 2 años así que pronto nos tendriamos que mudar. Lo que me resultaba más extraño es que apenas me costaba huir de un lado a otro. Debía de ser algo que hacía mucho en la CIA.

-No dobles así las piernas o te desestabilizaras.

Nate estaba apuntando con una pistola a unas botellas de cristal situadas a 100 metros. Poco a poco fue cogiendo practica y ya sabía desmontar su pistola con los ojos cerrados.

El arma se disparó y la bala pasó silbando a escasos centímetros de la primera botella.

-Nathaniel apunta mejor, anda.

Él me miró de reojo. Me sacó la lengua y disparó. Esta vez la segunda botella estalló en mil pedazos.

Aplaudí a Nate. Él hizo una reverencia y me retó a derribar las botellas que quedaban.

Yo acepté y saqué mi pistola.

Apunté.

Dí a las 4 en menos de 3 segundos.

Nate se quedó boquiabierto. Yo soplé el cañón. Llevaba entrenando a mi hijo desde que tenía 8 años. Ahora con 10 era bastante bueno.

-Vamos a casa-sugerí.

Al llegar a una pequeña casita de madera situada en el bosque algo me inquietó. Cuando la compré (con dinero robado) me decidí por su estratégica situación. Casi nadie pasaba por aquí.

Pero ahora entre dos árboles alguien había intentado esconder una moto.

-Nate, cariño. Creo que se me han olvidado las llaves en el campo de tiro-Puse mi mejor cara de "aquí no pasa nada".

Él rechistó pero al final fue a por ellas.

Tenía veinte minutos antes de que volviese.

Me acerqué a la moto para examinarla. Era negra, bastante normal. Forcé con cuidado una de los compartimentos del asiento y se abrió. Dentro había una carpeta marrón como la que me dio Grant en el hospital. En el interior esperaba encontrar algo referente a la CIA. Pero solo había una hoja con unas coordenadas (las de la casa) y un símbolo. Parecía una especie de águila, un pájaro negro.

Antes de fijarme detalladamente en la imagen un sonido cruzó el bosque. Una persona estaba por detrás de la casa.

Con paso lento fui hacia allí. Los animales correteaban entre los árboles y cada sonido me inquietaba más. «Han venido a por nosotros»

Al doblar la esquina alcé la pistola.

Agachado entre los troncos que usamos para la leña estaba Grant. Su pelo seguía corto y usaba las mismas gafas de siempre. Parecía que los años no pasaron por él. Estaba igual que la primera vez que le vi. Hacía ya 10 años.

-No te muevas-El arma temblaba entre mis manos pero conseguí estabilizarla-¿Qué haces aquí?

-Natasha-rogó-.No hagas esto más difícil-Caminaba lentamente hacia mí. Yo seguía apuntando a su bonita cara-.Nada es lo que parece.

Se colocó enfrente mio y agarró mi arma. Yo se lo permití. Algo en su mirada me revolvió por dentro.

-¿Has conseguido recordar algo?-preguntó.

-Todo está oscuro-Mi voz sonaba muy bajita-.Tu voz me suena familiar, de antes del accidente. Y sé que soy pelirroja porque el pelo me cambia de color. Puedo hablar ruso y soy muy buena con las armas-Me alejé un poco de Grant-. Y me acuerdo que en el accidente no estaba sola. Había alguien más que Nate. Alguien a quien quería mucho porque cada vez que intento recordar ese día siento un vacío en el pecho y solo quiero acurrucarme en una cama y acariciar mi colgante.

Grant abrió los ojos súbitamente.

-¿Qué colgante?

Abrí la cremallera de mi anorak y me desabroché el collar. Se lo pasé a él. La flecha descansaba en su palma lo que hacía que se viera minúscula.

-Nat-susurró Grant.

Estaba a punto de preguntarle lo de Romanoff cuando un objeto cayó a unos metros a mi derecha.

Grant fue a mirar que era. Cuando llegó su cara cambió de color. Corrió hacia mí y me tiró al suelo. Él se colocó encima mío, tapándonos con una especie de escudo que había salido de la nada. Eso ocurrió en menos de 4 segundos.

El proyectil estalló desprendiendo una ola de fuego y calor. El cuerpo de Grant era enorme pero no lo sentía nada pesado sobre mi.

Volaron astillas de árboles durante unos segundos.

Al levantarnos descubrí que parte de la casa estaba ardiendo.

Grant y yo oímos pasos cerca. Nos pusimos en guardia y él me pasó mi pistola. Agarraba el escudo de forma defensiva.

Cuando vimos a Nate bajamos las armas. Corrí a abrazarlo. Él parecía confuso y triste al ver su hogar destrozado.

-Hoy que salir de aquí-grité para hacerme oír entre el crujido de las llamas.

Nos apresuramos a ir a mi garaje pero descubrimos que parte de un árbol obstaculizaba la salida de mi furgoneta.

-¿Y ahora qué?-dijo Nate.

Grant maldijo y nos condujo a un claro situado a 5 minutos de la casa.

-Pero si no hay nada-pronunció Nate, enfadado.

-Chico de poca fe-murmuró Grant.

En un abrir y cerrar de ojos apareció una especie de avión. Tenía dos alas cortas y era pequeño.

Nate a mi lado alababa lo que tenía delante.

Subimos al vehículo. Grant apoyó el escudo contra una pared de metal. Nate y yo caminamos a paso ligero. Observando tal aparato.

El quinjet (como lo había llamado Grant) despegó y volamos sin rumbo.

Por la noche me acerqué a Grant cuando Nate estaba distraído. Me senté en el asiento de copiloto y ví las alturas.

-Gracias por salvarnos-le dije a Grant.

Él me sonrío. Creía que era la primera vez que le veía sonreír de verdad.

-¿Adonde vamos?-pregunté.

Grant toqueteó algo en una pantalla. El avión pasó a piloto automático.

-Ya es hora de que te reencuentres con alguien.  















ANÓNIMOS (Natasha Romanoff/Romanogers) Where stories live. Discover now