1. "LA GRANJA DE LOS BARTON"

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--POV Natasha--

-Necesito un poco de tiempo libre, Steve.

El aire que entraba por la ventanilla me azotaba el pelo y me aliviaba el calor que sentía en el cuerpo.

-Sí pero necesito que vuelvas cuanto antes. Los nuevos no están preparados aún y en cualquier momento...

-Rogers, déjame en paz, ¿Quieres? Estoy harta de todo. Solo quiero ver a mi sobrino.

Oía a Steve jadear a través del auricular de mi teléfono. Debía de estar corriendo hacia algún lado, con muchas prisas. Como siempre hacía.

-Nat, sé que estás preocupada por Banner pero...

Antes de que terminase de hablar corté la llamada. No estaba de humor para que me replicara.

Mi camioneta recorría el campo, ligera. Sentada allí, conduciendo, me sentía más libre que cuando estaba durante todo el día en las instalaciones de los Vengadores, mirando a las paredes, pensando en cuánta gente había tenido que morir en Sokovia por nuestra culpa.

El paisaje cambió de repente. Yo reduje la velocidad y tomé el camino a la derecha, el que llevaba a la granja de Clint. Ese era un camino que me sabía de memoria. Llevaba yendo allí desde que había conocido a Barton. Recordaba el día que me había presentado a Laura. Yo llevaba solo 4 meses en SHIELD y Clint era el único amigo que tenía. Nadie confiaba en mí. Pero él sí y ,sorprendentemente, su mujer también. En aquel entonces solo había nacido el pequeño Kyle. Era un bebé hermoso.

Llegué a la explanada de enfrente de la granja. Al bajar del coche estuve a punto de coger el móvil pero quería evitar la llamada de trabajo así que lo dejé posado en el asiento del conductor.

Una figura apareció en la puerta de la casa. Llevaba el pelo trenzado y agarraba una flecha en la mano izquierda.

-¡Tía Nat!

Lucy bajó corriendo las escaleras y me abrazó. Llevaba un vestidito vaquero y unas botas de monte.

-Cariño, cuidado con la flecha. Necesito los dos ojos para trabajar.

Ella tiró el objeto a un lado con mucho cuidado. Era una flecha negra con hilos dorados. La reconocí al instante. Era una de las favoritas de Clint.

Entramos en la casa. Cuando pasé por la cocina, me asaltó el olor de galletas. En esa familia siempre había algo de comer sobre la mesa.

-Nat, pasa-susurró Laura. El más pequeño de sus hijos descansaba en sus brazos, dormido.

Yo me acerqué lentamente, intentando no hacer ruido.

-Traidor-murmuré en el oído del bebé.

Laura se disculpó y subió a meter en la cuna a Nathaniel. Lucy la acompañó y yo me quedé sola en la cocina.

Unas voces resonaban en la calle. Miré por la ventana y ví a Clint y a Kyle. El padre le estaba enseñando al hijo a usar el arco. Eso era algo que yo nunca podría hacer. Enseñar algo a un hijo. El simple hecho de tener uno era imposible para mí.

Suspiré. Me alejé de la ventana y esperé, pensativa, a que viniese alguien.

A los 5 minutos Clint y Kyle entraron y agarraron unas cuantas galletas de la bandeja. El pequeño me abrazó y se fue a su habitación a ducharse. Me quedé sola con Clint.

Algo en mi cara me estaba delatando porque él frunció el ceño.

-Nat, ¿Estás bien?

-No-contesté. A él no le podía mentir.

-Ven aquí-me dijo mientras me abrazaba con cariño. Él era la única persona en el mundo que me conocía por quien era en realidad.

Al anochecer estábamos todos sentados en el salón contemplando las llamas de la chimenea. Su color y su forma de moverse me adormecian. Parecía que a los niños también, por eso Laura subió a acostar a los mayores y Nathaniel se quedó en brazos de Clint.

-Prométeme que cuidarás de mis hijos si nos pasara algo a Laura y a mí.

Me quedé boquiabierta ante tal comentario.

-Clint, no os va a pasar nada-le intenté animar.

-Nat. Es que después de lo de Sokovia yo n-no estoy seguro de nada.

-Es por lo de Pietro ¿verdad?

Hacía varios meses que Pietro había muerto pero en Clint seguía muy presente.

Sus ojos, perdidos, me miraban.

-Fue mi culpa. Pietro ya está muerto, eso no me preocupa tanto. Es Wanda en la que pienso todo el día. Yo maté a su hermano.

Estaba a punto de contestar cuando bajó Laura por las escaleras. Parecía extrañada.

-¿Qué pasa, cariño?-le preguntó Clint.

-No, nada. Es que me pareció ver un reflejo a través de la ventana. Como de un avión. Como de esos pequeños. Pensé que podría ser de SHIELD pero...

-¿Laura?-pronuncié su nombre lentamente. No quería alarmarla.

-Llevaba un símbolo pero no era el ave de SHIELD. Ese símbolo era rojo.

Clint y yo nos miramos al segundo. «HYDRA» pensamos al mismo tiempo.

-No...-susurró Clint.

Me levanté rápidamente y me acerqué a la ventana. Deseé que no apareciese nada, que Laura se lo hubiese imaginado todo.

Lo distinguí entre la oscuridad. Las alas y el morro eran demasiado pequeños para ser un transporte.

«Es un caza» pensé.

-¡AL SUELO!-grité mientras iba corriendo hacia el coche, hacia mi móvil para poder contactar con SHIELD antes de que impactara el cohete.

Pero no fui lo suficientemente rápida. Solo me dió tiempo a llegar a la puerta.

El proyectil estalló en la esquina más alejada de la casa pero fue tan fuerte que me lanzó a la calle. Me intenté estabilizar en el aire pero choqué contra una de las columnas del porche y antes de quedarme inconsciente pensé en Clint y en sus hijos. En la discusión con Steve. En mi pobre vida.

Caí en la grava a muchos metros de la casa y desaparecí en la negrura.



ANÓNIMOS (Natasha Romanoff/Romanogers) Where stories live. Discover now