3."Llegada a casa"

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--POV Natasha--

Deslicé lentamente la camisa negra por mi cabeza. Las costillas me ardían y los moratones me incordiaban bastante. Tardé unos 10 minutos en ponerme los pantalones y ,de paso, conseguí marearme. Por poco no me caí.

Cuando terminé llamé al doctor Pryor. Él me hizo una última revisión y dio el visto bueno a mi salida del hospital.

Salí al pasillo y me encontré a Grant. Hacía una semana que no le veía pero él seguía con la misma gorra puesta.

—Natasha—Me saludó y se acercó a mí—. ¿Lista?

—Si pero...—Mi bolsa, me olvidaba la bolsa con la ropa que llevaba en el accidente—Espera un segundo.

Entré de nuevo a la habitación y busqué la bolsa. La encontré en la esquina de la ventana. Al pasar al lado de la cama me fijé en la carpeta marron. No la había vuelto abrir desde que desperté. No tenía fuerzas. La cogí por si acaso.

Llegé a la puerta. Grant no estaba. Quizás había ido a por un café. Fui a la máquina y giré hacia el pasillo de la derecha. Grant estaba allí pero no solo. Él estaba hablando con otro hombre. Desde donde yo estaba no le veía la cara pero por sus manos sabía que era un hombre fuerte y negro.

—Ya estoy—Intenté hacerme oír.

Grant retrocedió unos pasos y el otro hombre se alejó por el pasillo contrario.Conseguí verle la cara. Era calvo y llevaba unas gafas de sol. Algo curioso porque estábamos en invierno.

—Yo te acerco a casa.

El coche de Grant era amplio y él conducía torpemente. Como si acabara de aprender.

—Tu, emm, tu hijo está en vuestra nueva casa. La agencia os ha asignado un nuevo hogar—dijo sin mirarme. Parecía nervioso.

—Bien.

Aún no me había acostumbrado a eso de tener un hijo. Era tan difícil no recordar nada. No sabía cómo iba a poder vivir así.

—¿Nosotros éramos compañeros en esa agencia?¿En la CIA?—pregunté.

—Si. Yo me ocupo más de los rescates—Se aclaró la voz—. Tú eras más de estar infiltrada en los lugares. Dando información a los jefes y eso.

—Yo ¿Era? Porque lo dices en pasado. Que yo haya perdido un poco de memoria no significa que esté muerta—dije intentando sonar bromista.

—Lo dejaste. Para cuidar a tu hijo.

—Ah—Era la única palabra que me salió—¿Y?Eh. ¿Tengo marido o novio o algo?—Me rasqué la frente, casual.

—No que sepamos—Evitaba mi mirada—. Creo que fue en una misión. Estabas infiltrada y te enamoraste. Después volviste y dejaste la agencia.

Asentí. Miré por la ventana. Ya era de noche. Las estrellas brillaban poco debido a la luz de la ciudad. Intenté recordar a ese hombre del que me había enamorado pero solo conseguí un gran dolor de cabeza.

A pesar del frío Grant estaba sonrojado.

—¿Nosotros estábamos liados o algo?

Grant pisó el freno. El cinturón de seguridad se me clavó en el pecho y todo el cuerpo me gritó de dolor.

—¡AU!—grité a Grant.

Él puso cara de disculpas y se sonrojó todavía más.

—No. No, Natasha. Es que es difícil. El que no me reconozcas. Nosotros éramos. Nosotros somos amigos y luchamos juntos. Y-Y...—Golpeó el volante con la palma y sonó el claxon.

Yo coloqué mi mano en su espalda intentando reconfortarlo.

Reanudó la marcha y ya no hablamos más en todo el camino.

—Ya estamos.

El edificio que se alzaba ante mí era enorme. Una anciana oteaba la ciudad desde su balcón y los coches resonaban a lo lejos.

—Esto es Brooklyn. Y ese es tu apartamento—dijo Grant señalando unas ventanas en la novena planta.

Entramos al portal y subimos al ascensor. Todo el trayecto estuvimos en silencio.

Llegamos a una puerta de nogal y Grant llamó al timbre. Pensaba que vivía sola con mi hijo. No sé a quién llamaba.

Una mujer joven apareció en la puerta. Tenía el pelo de color caoba recogido en un moño y usaba ropa holgada.

—Pasad.

Ya en el salón me permití un segundo de descanso y me senté en un gran sofá. El piso era muy amplio y todo estaba ordenado.

La chica que nos había abierto volvió de la cocina con un vaso con agua y me lo tendió.

—Yo soy Wanda Frank—canturreaba en un suave acento ruso—.Soy tu vecina de al lado. Tu amigo me pidió que cuidara de tu bebé—Esto último lo dijo con pesar. Como con lástima.

Le dí las gracias por todo y ella se fue a buscar al niño. Al regresar trajo en brazos una cosa pequeña. Al acercarse ví que se trataba de un bebé. Hermoso y sonrosado. Tenía un rasguño en una rodilla debido a la explosión. Vestía un mono azul en el que se leía: NATHANIEL PIETRO BARTON.

La imagen de un niño tan pequeño me hizo llorar. Sentí de inmediato una conexión con él aunque ni siquiera lo recordaba. Era como si viera por primera vez a mi hijo. Maldita amnesia.

Grant y Wanda me miraban desde el otro lado de la habitación. Parecían cansados y daba la sensación de que también se pondrían a llorar.

A medianoche me quedé a solas en la casa con mi hijo.

Los dos nos habíamos tumbado en la cama de la habitación principal. Yo miraba como ese niño de apenas 6 meses se iba quedando dormido.

Cuando me entró el sueño coloqué a Nate (así le voy a llamar siempre) en una cuna azul. Yo me puse despacio el pijama y me metí entre las sábanas de mi cama.  

Cómoda, empecé a pensar en el padre de ese niño. En si de verdad estaría enamorada y de qué tipo de persona.

Justo antes de cerrar los ojos la imagen del collar en forma de flecha que me dieron con la ropa que llevaba puesta en el accidente pasó por mi mente.  















ANÓNIMOS (Natasha Romanoff/Romanogers) Where stories live. Discover now